Se suele repetir, con acierto, que la mayor parte del agua de Córdoba “sale” de las Sierras: es esa figura de la zona serrana como “tanque” de agua de los cordobeses.
Pero, ¿de qué tipo de suelos y de paisajes de montaña brota principalmente esa agua que alimenta a arroyos, ríos y embalses, y que es esencial para la vida en esta provincia?
A esa pregunta responde una investigación realizada por un equipo científico de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y del Conicet.
El trabajo ayuda a definir qué tipo de geografía debemos conservar como prioritaria para maximizar el recurso hídrico clave de las Sierras Grandes.
Fue publicado en la revista científica Ecología Austral y acaba de recibir el primer premio en su edición 2025, que será entregado en octubre durante la Reunión Trinacional de Ecología (Argentina, Chile y Uruguay).
“En lo alto de las Sierras Grandes de Córdoba, entre pajonales, rocas y quebradas, se esconde un secreto vital: no todos los paisajes retienen el agua de la misma manera. En algunos lugares, la lluvia se evapora rápidamente; en otros, escurre velozmente hacia abajo. Pero hay ambientes especiales donde la vegetación y la roca forman un mosaico natural que logra el equilibrio perfecto: almacenar agua y liberarla lentamente, incluso en plena estación seca”, resume el informe de los investigadores del Imbiv (Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal).

Respuestas desde la ciencia
El equipo trabajó en 33 pequeñas cuencas de montaña. Durante semanas recorrieron arroyos, instalaron instrumentos y midieron caudales.
La conclusión fue que los paisajes con mezcla de pajonales y de afloramientos rocosos, que no son ni demasiado suaves ni excesivamente escarpados, maximizan la provisión de agua.
En esos sitios “las plantas no consumen todo lo almacenado y las rocas ayudan a canalizarla hacia el subsuelo, donde queda protegida de la evaporación”.
El informe remarca que “esos ambientes son verdaderos reservorios naturales que sostienen ríos y arroyos, garantizando agua para la biodiversidad y para las poblaciones humanas de Córdoba”.
El dato clave es que conservar esos paisajes de las Sierras Grandes que combinan vegetación y roca debiera ser una prioridad para asegurar el agua en Córdoba.

Paisajes y agua
El trabajo se suma a otros anteriores de la ciencia cordobesa que han medido, por ejemplo, el impacto de la forestación exótica en el aporte de agua de diferentes cuencas serranas.
El equipo se fijó como objetivo “evaluar el efecto de distintas variables de paisaje sobre el rendimiento hídrico” y la tasa a la que disminuye el caudal durante la estación seca, cuando ya casi no hay lluvias.
Con ese fin seleccionó 33 cuencas de 9 a 61 hectáreas, y midió el caudal durante siete semanas consecutivas de los meses de estación seca.
“Los paisajes extensamente ocupados por un mosaico de pajonal y roca, con pendiente y rugosidad intermedias, tuvieron los rendimientos hídricos máximos”, señala el trabajo, que abunda en otros detalles.
“Por lo contrario, el rendimiento hídrico fue más bajo tanto en los paisajes suaves y cubiertos por vegetación, como en los muy ásperos (muy rugosos, escarpados y rocosos)”, agrega.
Los investigadores señalan que, posiblemente, en los paisajes suaves y vegetados se pierde mucha agua por evapotranspiración, mientras que en los paisajes muy ásperos se pierde mucha agua por escorrentía después de las lluvias.
En ese marco, los paisajes con aspereza intermedia y un mosaico combinado de vegetación y de roca serían los que optimizan el almacenamiento, minimizando pérdidas. “Por lo tanto, para sostener el rendimiento hídrico es prioritario conservar este tipo de paisajes, evitando la erosión del suelo”, explicitan.

De arriba, bajando
La ciencia en el mundo hace rato que demostró que la provisión de agua es uno de los servicios ecosistémicos más importantes que brindan las montañas.
En sistemas montañosos con precipitaciones estacionales (como Córdoba), parte del agua de lluvia se almacena subterráneamente y luego se libera lentamente, alimentando a ríos y arroyos, incluso durante la época seca. Al finalizar la estación de lluvias, las reservas de agua almacenada en el suelo y en el subsuelo van disminuyendo, y los caudales entran en una etapa de recesión, decreciendo hasta alcanzar los valores mínimos hasta que se reinicien los meses con lluvias.
El informe describe que “debido a esto, es común que en la última parte de la estación seca surjan dificultades para sostener el caudal ecológico y satisfacer la demanda de agua”.
En la provincia de Córdoba, dos tercios de la población se abastece del agua que proviene de las Sierras Grandes. Y las lluvias tienen una estacionalidad marcada: altas diferencias entre verano e invierno.
El trabajo explica que las cuencas ubicadas en paisajes relativamente llanos, con lomas y valles suaves, alta cobertura vegetal y escasos parches rocosos, tienen un rendimiento hídrico más bajo que cuencas en paisajes moderadamente ásperos; es decir, más rocosos, con lomas más escarpadas y valles más profundos.
Para explicar estas diferencias, el trabajo sugiere que los afloramientos rocosos en las lomas de los paisajes escarpados canalizan rápidamente el agua hacia los valles, donde se almacena en el suelo profundo y escapa del alcance de las raíces de las plantas. Por lo contrario, en los paisajes más suaves y con baja rocosidad, la vegetación consumiría el agua en una proporción mayor y, al mismo tiempo, los valles tendrían suelos menos profundos y una menor capacidad de almacenamiento de agua.

Si bien estos resultados indican que los paisajes moderadamente ásperos aportan más agua, en el trabajo se admite que no se abarcó todo el rango de paisajes presentes en la parte alta de las Sierras. En particular, no se consideraron las cuencas ubicadas en paisajes con aspereza máxima, donde se podría perder una cantidad excesiva de agua por escorrentía superficial luego de cada lluvia.
El equipo acota que “para consolidar los resultados obtenidos y discriminar con mayor precisión el efecto de la topografía del efecto de los tipos de cobertura, se debería expandir el estudio hacia combinaciones de elementos del paisaje diferentes, por ejemplo, a paisajes llanos”.
También recuerdan que en estudios previos, también del Imbiv, se observó que áreas serranas dominadas por un mosaico de bosques, pajonales finos y rocas tuvieron rendimientos hídricos altos en la estación seca, comparables a los más altos registrados en este nuevo estudio.
Qué hacer
El informe destaca la importancia de conservar el mosaico de vegetación y roca combinado, evitando mayores pérdidas de suelos y la desaparición de los parches de vegetación nativa.
“Una estrategia para detener estas pérdidas en los paisajes de aspereza intermedia y alta, que son los más susceptibles, es excluir el ganado doméstico y restaurar activamente los suelos y la vegetación controlando las cárcavas y plantando especies leñosas nativas, controlando que no avancen las plantas exóticas invasoras, que son una amenaza para el recurso hídrico porque consumen más agua”, describe.
Los integrantes del equipo del Imbiv fueron Ana Cingolani, María Poca, Juan Withworth, Melisa Giorgis, María Vaieretti, Lucrecia Herrero, Silvia Navarro Ramos y Daniel Renison.