Para muchos, el queso es un manjar irresistible, un placer culinario que deleita con su variedad de texturas, aromas y sabores.
Sin embargo, la falta de conocimiento sobre cómo conservarlo adecuadamente en casa a menudo lleva a la decepción de encontrarlo seco, duro o con moho.
Afortunadamente, existen métodos sencillos pero efectivos para prolongar la vida útil de este alimento tan típico en los hogares argentinos y disfrutarlos en su mejor estado.
El error común del papel film y el aluminio

Una de las principales equivocaciones al guardar queso es mantenerlo envuelto en papel film o papel de aluminio. Según la quesera Erika Kubick, conservar el queso en plástico, ya sea su envase original o film transparente, es un error porque “el queso está vivo y respira, lo que quiere decir que necesita oxígeno y humedad para mantenerse fresco y sabroso”.
El papel de aluminio impide la entrada de aire y retiene demasiada humedad, lo que favorece la aparición de moho y puede incluso impregnar un sabor metálico al queso.
El film plástico genera un ambiente hermético que no permite que el queso “respire”, lo que puede hacer que se torne pegajoso y desarrolle un olor desagradable. Además, al cortar el flujo de aire, el plástico puede provocar que el queso pierda sabor y se endurezca.
Los envoltorios ideales para conservar el queso

La clave para una correcta conservación radica en permitir que el queso respire mientras se mantiene su nivel de humedad adecuado. Los expertos recomiendan optar por los siguientes materiales:
- Papel especial para quesos. Esta es la opción ideal gracias a su superficie porosa que protege el queso sin asfixiarlo, permitiendo que respire y manteniendo su humedad natural.
- Papel de horno o papel de pergamino. Estas son excelentes alternativas si no se dispone de papel especial para quesos.
- Papel encerado. Este tipo de papel también es adecuado para evitar que el queso adquiera sabores no deseados.
Simplemente envolver el queso con una hoja, asegurarse de que no quede ninguna parte expuesta para evitar que se seque en la heladera. Para mayor protección, se puede cubrir el papel con un paño de algodón o colocarlo en un recipiente con tapa no hermética.
Usar un nuevo trozo de papel después de cada corte para evitar la contaminación.
Dónde guardar el queso
No cualquier rincón de la heladera es igual para conservar el queso. La temperatura juega un papel crucial.
Los quesos de pasta blanda, como el queso fresco o el brie, se conservan mejor a temperaturas más bajas, entre 4 y 8 grados Celsius, por lo que es preferible guardarlos en la parte alta.
Los quesos duros y curados, como el parmesano, requieren temperaturas ligeramente más altas, entre 8 y 12 grados Celsius. El cajón de las verduras, ubicado en la parte baja de la heladera, suele ser la zona más adecuada ya que ofrece una temperatura más estable y una humedad ideal.
Además, es fundamental evitar colocar los quesos cerca de alimentos con aromas intensos, ya que pueden absorberlos fácilmente. Una buena práctica es mantener los trozos de queso envueltos en una caja diseñada para organizar la heladera o en recipientes separados, especialmente si se trata de quesos con sabores fuertes.
No se deben mezclar distintos tipos de quesos en un mismo envase para evitar que los blandos absorban los olores y sabores de los más fuertes.

Cuidados específicos por tipo de queso
Cada tipo de queso tiene sus propias necesidades de conservación:
- Quesos duros. Envolver en papel encerado o de horno, sin apretar demasiado ni dejarlo suelto. Raspar las zonas con moho superficial suele ser suficiente para poder consumir el resto. Para retrasar la aparición de moho, se puede untar las caras del queso con aceite de oliva virgen extra.
- Quesos de pasta blanda y enmohecida. Si vienen en cajas de madera, guardar los trozos sobrantes envueltos en papel nuevo dentro de la caja. Evitar las cajas de cartón, ya que pueden humedecerse. Si aparece moho en quesos blandos, es mejor desecharlos por completo.
- Quesos frescos y en salmuera. Conservar en sus envases originales bien cerrados. Si están en salmuera, guardar los restos en un recipiente pequeño cubiertos por el líquido. Utilizar utensilios limpios al manipularlos. Para quesos como el feta, cambia el agua salada cada pocos días y si sueltan suero, también es recomendable cambiar el líquido. Estos quesos son más perecederos y deben consumirse relativamente rápido, respetando la fecha de caducidad.
- Queso rallado. Es más difícil de conservar y se estropea rápidamente. Es preferible comprar el queso en trozos y rallarlo al momento. Colocar en una bolsa hermética expulsando el aire y consumir en pocos días.
El truco del aceite de oliva
Para conservar quesos frescos, blandos y semicurados por más tiempo, una alternativa interesante es guardarlos en aceite de oliva aromatizado.
Simplemente cortar el queso en cubitos, introducir en un frasco de vidrio y cubrir con aceite de oliva virgen extra.