Desde hace décadas, las leyes de creación de nuevas universidades nacionales dependen más de decisiones políticas y negociaciones parlamentarias que de estrategias de planificación educativa.
En el interior de Córdoba, varias ciudades venían sugiriendo proyectos para ser sede de nuevas universidades. Las hay en las dos mayores –Río Cuarto, desde 1971, y Villa María, desde 1995–, además de delegaciones de la UTN (Universidad Tecnológica Nacional) en Villa María y en San Francisco.
Hubo varias experiencias de descentralización de algunas carreras de las universidades existentes a otras localidades cordobesas en las últimas décadas. Algunas resultaron exitosas y otras frustrantes.
Ser sede de una universidad nacional no sólo cambia el destino de esa ciudad en términos educativos. El impacto en lo social, laboral y económico es muy profundo. Sólo cabe imaginar cuán distintas serían hoy Río Cuarto y Villa María si no albergaran esas casas de estudios sostenidas con el presupuesto nacional.
Río Tercero aspira a alimentar ese sueño. Y apeló, con acierto, a un argumento para defenderlo: que sea la creación de una universidad pública la medida de reparación histórica por las trágicas explosiones de la Fábrica Militar de 1995. Algo así como un gesto del mismo Estado que, según concluyó la Justicia, promovió el atentado en los polvorines para ocultar sus actos de corrupción.
No habría mejor respuesta imaginable para una medida reparadora de tanto daño que, aunque tardía, esté más vinculada al futuro que al pasado de la ciudad. Y nada tiene una vía más directa al futuro que la educación.
