La cordobesa Johana Frías tiene 30 años y estudia Psicología. Su lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) comenzó a los 7 y, desde entonces, marcó cada aspecto de su vida: desde su relación con la comida hasta su manera de vincularse con los demás y consigo misma.
Con valentía, Johana puso palabras a un dolor que muchos callan y que otros invisibilizan. Su historia es una muestra de lo devastadores que pueden ser los TCA, pero también de cómo, con apoyo y pequeños pasos, es posible reconstruirse.
“De chiquita sentí que algo estaba mal en mí y en mi cuerpo. No estoy completamente recuperada, pero hoy me doy la oportunidad de disfrutar cosas que antes no podía”, afirmó a La Voz.
Johana recordó que su mala relación con la comida comenzó a una edad temprana, cuando acudió a una nutricionista por primera vez por tener sobrepeso. “Desde entonces sentí que algo estaba mal en mí y que debía cambiarlo. Solo quería bajar de peso y encajar en los estándares, pensando que eso me haría más valiosa o querida”, relató.
El refuerzo social también jugó un papel crucial. “Cada vez que bajaba de peso, la gente me decía ‘¡Qué linda estás!’, y eso reforzaba la idea de que, si adelgazaba, iba a ser más aceptada”, relató.
Sin embargo, esos comentarios no reflejaban el sacrificio ni el dolor que había detrás. “Nadie sabía lo mal que la pasaba para verme así”, explicó, dejando claro que lo que muchos consideraban un logro visible, para ella era una batalla constante con su salud mental y emocional.
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria suelen manifestarse de forma progresiva y variar considerablemente entre las personas. En Argentina, representan una verdadera crisis de salud pública. Según un informe de la Fundación La Casita, nuestro país ocupa el segundo lugar a nivel mundial, solo detrás de Japón, lo que resalta la magnitud del problema.
Desde pequeñas, la sociedad argentina enfrenta a las niñas a una presión constante por cumplir con un cuerpo “perfecto”. A menudo, niñas y adolescentes se centran más en cumplir con esos estereotipos externos que en desarrollar su identidad y confianza desde adentro.
El dolor y la soledad detrás de la comida
Johana describió los años más complicados como una constante sensación de “soledad y malestar”.
“Ni siquiera podía disfrutar de cosas simples, como salir a comer con mis papás los fines de semana. Siempre terminaba enojándome con alguien para evitar ir. Era una forma de esconder lo que me pasaba”, explicó.
Ese aislamiento es una de las características más devastadoras de los TCA, ya que no solo afectan la relación con la comida sino también con el entorno social y familiar. La presión constante por controlar la alimentación se convierte en un muro que separa a la persona de sus seres queridos y de sus propios deseos.
“Empecé a alejarme de mis amigos porque no podía disfrutar de juntadas. El malestar me acompañaba todo el tiempo, incluso antes y después de comer”, sostuvo.
Con dificultad, buscó definir la sensación de atravesar la enfermedad: “Era como estar enojada todo el día, peleando conmigo misma, y también cansada, porque era una voz en la cabeza que no me dejaba en paz en ningún momento, ni con la comida, ni en ningún otro aspecto de mi vida”.
El punto de partida: buscar ayuda
El cambio comenzó cuando una amiga cercana le insistió en buscar ayuda. “Ella me enviaba perfiles de profesionales en Instagram y me decía: ‘Cuando estés lista, hablales’. Al principio me resistí, pero llegó un momento en que no podía más y decidí intentarlo. Hoy sé que fue la mejor decisión”, admitió.
Johana destacó la importancia de sentirse acompañada y comprendida. En octubre de 2023, comenzó el tratamiento en Nanai, un espacio en red para la recuperación de los TCA. “Antes había consultado a muchos profesionales que no me prestaban atención o me juzgaban. Encontrar a alguien que realmente escuchara hizo la diferencia”, aseguró.
Aceptar que se necesita apoyo no es fácil. Los TCA suelen estar acompañados por sentimientos de vergüenza y miedo. A menudo, las personas afectadas minimizan su situación o creen que pueden controlarla por sí solas. Pero son enfermedades complejas que requieren intervención profesional, en lo psicológico y en lo nutricional.
Aceptar la necesidad de ayuda y dar ese primer paso no significa que el proceso sea fácil, pero es el inicio de un cambio importante hacia una vida más saludable.
El peso de las redes sociales
Las redes sociales actúan como un espejo distorsionado que refleja ideales estéticos inalcanzables y vidas aparentemente perfectas. A través de las imágenes que muestran a diario, se crea una presión constante sobre la autoestima. Esta exposición refuerza creencias negativas sobre el cuerpo, promueve hábitos poco saludables y fomenta comparaciones constantes.
Johana reconoció cómo redes y medios perpetúan mitos y desinformación sobre los trastornos alimentarios: “Se cree que es solo un problema con la comida, pero en realidad hay cosas más profundas detrás. Decir ‘comé y listo’ no soluciona nada. Ojalá fuera tan fácil”.
La importancia de dar pequeños pasos todos los días
El tratamiento de los TCA es un proceso largo y desafiante, pero la recuperación es posible. Se calcula que el 70% de las personas logran superarlo.
No existe un enfoque único y rígido: el tratamiento se adapta a las necesidades y características de cada persona. Para garantizar una recuperación integral, es fundamental que el tratamiento sea abordado por un equipo multidisciplinario de profesionales. El trabajo conjunto entre psicología y nutrición es fundamental.
Cuando es necesario, la familia también se incluye como parte activa del proceso, proporcionando un apoyo adicional.
Aunque Johana no se considera completamente recuperada, está muy segura de que va en camino. “Es un proceso largo porque son conductas que traigo desde la infancia. Pero hoy estoy empezando a conocerme, a descubrir qué comidas me gustan realmente y a disfrutar momentos con amigos y familia, algo que antes no podía hacer”, contó.
A quienes hoy enfrentan esta batalla, Johana les dice desde su propia experiencia: “Hay mucho trabajo por hacer, pero lo importante es dar ese primer paso y rodearte de personas que te acompañen. El camino no es lineal, pero es posible salir adelante”.