La historia de María Andrea Larcher (20) dio un giro inesperado el pasado 12 de septiembre cuando, como consecuencia de un siniestro vial en avenida Chacabuco, pleno Centro de la ciudad de Córdoba, terminó internada con heridas complejas durante más de dos meses.
Aquel día, recuerda hoy, previo al incidente salía junto a su amiga a comprar verduras. Se habían conocido en la residencia en la que ambas se alojan. Las dos habían venido a Córdoba con el objetivo de cursar sus estudios universitarios.
Mientras caminaban por Chacabuco, el conductor de un Toyota Corolla perdió el control de su vehículo, y embistió de lleno sobre ellas y otra decena de personas que caminaban por el lugar. Andrea fue la víctima con mayores heridas.
De inmediato, fue trasladada al Hospital de Urgencias y allí permaneció internada por varios meses. Ingresó a ese centro de salud con una amputación traumática de su pie derecho e inmediatamente la llevaron a una sala de operaciones para intervenirla quirúrgicamente.
Además, tenía traumatismo de cráneo con hundimiento, una fractura de húmero, pelvis y peroné, una lesión en el brazo y otra en la otra pierna. La primera cirugía duró seis horas. En total, Andrea padeció 11 intervenciones en pocos meses.
Tras un largo periodo de curaciones, la joven obtuvo el alta el 13 de noviembre. Una multitud esperaba su salida en la puerta misma del Hospital de Urgencias. Fue un caso que conmocionó no solo a Córdoba, sino a Catamarca, de donde es oriunda, y al resto de país.
Hoy, luego de tres meses, cuenta en diálogo con La Voz que se siente bien, se muestra sonriente acompañada de su madre Kelly y de su mejor amigo Ignacio, quien viajó desde Catamarca para pasar unos días con ella. Andrea lleva un piluso negro que tapa las heridas de su cabeza y se traslada con su silla de ruedas. Cada una de esas cicatrices dan cuenta de todo lo vivido aquel trágico día.
Sueño de estudiante
Andrea es catamarqueña. Nació en Andalgalá, una localidad al norte de esa provincia, a más de 240 kilómetros de la capital. Se mudó el año pasado a Córdoba, se anotó en la carrera de Medicina e intentó ingresar, pero no pudo aprobar el examen. Su objetivo para este 2025 que en poco días comienza es volver a intentarlo y estudiar lo que le apasiona.
La joven está en plena rehabilitación con psicólogos, enfermeras, fisiatras, traumatólogos, y todos los médicos que estuvieron con ella desde el primer día, además de una trabajadora social. “Me sentí muy contenida. Era como la hijita del Urgencias. Me hacían bromas, me hablaban. Nunca estuve sola, estaba mi mamá, la gente del hospital y mis amigas”, le dice a La Voz.
Su lista de agradecimientos es enorme, y sigue: al personal de salud, a su familia, al pueblo de Andalgalá, al dueño de la residencia en la que vive en Córdoba y al del hotel donde se hospedó su madre, a sus amigos y a la obra social.
Al equipo médico le reconoce su labor por haberla ayudado a sobrevivir entendiendo la complejidad del cuadro con el que ingresó. Ella cuenta que se siente bien. A pesar de todo el trauma vivido, recuerda todo lo que pasó previo al siniestro. Todo lo referido al antes y al después del hecho lo trata con un equipo especializado de psicólogos. A veces tiene bajones pero se siente “optimista dentro de todo”.
Lo que olvidó, quizás para siempre, es el momento del siniestro; solo recuerda que despertó en el hospital. Relata que cuando recuperó la consciencia, pensó que había tenido un accidente en su hogar. Cuando le contaron lo que realmente había sucedido, pudo finalmente reconstruir la historia.
Actualmente vive junto a su madre en un departamento alquilado, y están en la búsqueda de otro lugar menos costoso. Abandonó la residencia porque no contaba con rampas que le permitieran trasladarse en su silla de ruedas. “Hasta que no la deje al 100%, no me vuelvo a Catamarca. Ya se que no va a estar igual a como estaba antes del accidente, pero quiero que esté lo mejor que pueda”, expresa Kelly, su mamá.
Volver a vivir
El día del siniestro, el dueño de la residencia le comunica a su madre que Andrea había sido víctima de un accidente. No dudó ni un segundo en viajar lo más rápido que pudo a Córdoba. Desde ese día está junto a su hija, resistiendo con ella y rezando por su salud.
En Catamarca, Kelly trabaja en la parte administrativa de la Municipalidad. De un día para el otro dejó toda su vida y rutina para poder cuidar a su hija. El jefe de Kelly le dijo que no se preocupara por el trabajo y que se ocupe de Andrea.
“Apenas me desperté vi a mi mamá. Iba siempre a terapia, me hablaba e intentaba no mostrar su tristeza. Ella y la psicóloga fueron las que me contaron que había sufrido el accidente”, recuerda Andrea.
La joven participó desde chica en un grupo juvenil de la iglesia de su pueblo. La comunidad cristiana la conoce. Toda Catamarca rezó por ella durante todo este tiempo. Es muy querida en la localidad y estaban todos pendientes de su recuperación. “Pusimos a todo Andalgalá a rezar. Yo digo que fue un milagro. A pesar de todo lo que sufrió, hoy está bien. Para mi eso es muy importante”, asegura la madre.
El día que le dieron el alta, Andrea se alegró mucho porque quería dejar de estar encerrada entre las cuatro paredes de la habitación del hospital y retomar al menos algo de su vida cotidiana. De a poco reacomoda su rutina bajo su nueva condición. Relata que le gustaría volver a practicar patín y a tocar la guitarra, como hacía antes del accidente.
La gente la reconoce en la calle, se emocionan con ella y le desean que se recupere pronto. Esto a ella le sorprende y hasta le genera timidez. Pero a su vez, siente que su historia emocionó a mucha gente y reflexiona. “Un paramédico me dijo que le toqué el corazón a toda la gente de Córdoba”, expresa.
Pasaron las Fiestas fuera del hospital y para ella fue muy importante. Le gustaría volver a Catamarca y agradecerle a todos los que estuvieron expectantes y deseando su bienestar.