Un nuevo estudio realizado por un equipo interdisciplinario de la Universidad de Kobe, en Japón, reveló algo asombroso. Los cerebros de los optimistas funcionan de forma muy similar entre sí, sobre todo al pensar en lo que viene. En cambio, el cerebro de los pesimistas muestra patrones únicos y más dispersos, según publicó la revista PNAS.
La investigación se centró en analizar cómo las personas piensan en eventos futuros, y cómo esa actividad mental se manifiesta en el cerebro.
A través de imágenes obtenidas por resonancia magnética funcional (fMRI), los científicos pudieron identificar que quienes tienen una mirada optimista sobre la vida activan áreas cerebrales de manera sincronizada, algo que podría explicar por qué se sienten más conectados socialmente.
La conexión social también se refleja en el cerebro
“La sensación de estar en sintonía con otros no es solo una metáfora”, afirma el psicólogo social Kuniaki Yanagisawa, director del estudio. “En un sentido literal, los cerebros de los optimistas comparten una idea común del futuro”.
La hipótesis surgió a partir de hallazgos previos que mostraban cómo las personas con roles sociales importantes procesan los estímulos de forma parecida.
Al aplicar esta lógica a la actitud frente al futuro, los investigadores comprobaron que las personas optimistas también presentan una mayor sintonía cerebral entre sí, lo que facilitaría la empatía y la comprensión mutua.
Cómo procesan los optimistas los escenarios negativos
Otra de las revelaciones del estudio fue que las personas optimistas procesan los eventos negativos de forma más abstracta y distante. Es decir, no se trata simplemente de pensar que “todo va a salir bien”, sino de manejar los escenarios adversos con menos carga emocional, lo que protege su bienestar mental.
Por el contrario, los pesimistas no solo perciben el futuro de manera más individual, sino que también no logran separar con tanta claridad lo positivo de lo negativo, lo que puede aumentar la ansiedad y la sensación de aislamiento.
¿El optimismo se hereda o se aprende?
Una de las grandes preguntas que deja este estudio es si esta forma de procesar el mundo es innata o adquirida. ¿Nacemos optimistas o nos volvemos así? El equipo de Yanagisawa planea seguir explorando cómo influyen la experiencia, el entorno y el diálogo en la construcción de este “cerebro compartido”.
El objetivo de fondo, según los científicos, es entender mejor qué causa la soledad y qué facilita la conexión humana. Porque si bien el optimismo parece ser una ventaja neurológica, también podría ser una herramienta para cultivar relaciones más profundas y saludables.