En Argentina, los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) emergen como una epidemia silenciosa. Este país, reconocido por su vínculo con estándares estéticos estrictos, registra una de las tasas más altas de incidencia de TCA en el mundo. La pandemia de Covid y la presión social, amplificada por las redes sociales, profundizaron la situación.
Millones de personas enfrentan no sólo una batalla contra su imagen corporal y su relación con la comida, sino también contra una cultura que normaliza la exigencia estética y minimiza el impacto de estos trastornos.
Ornela Di Stefano, psicoterapeuta (MP. 13119), y Agustina Rodríguez Oses, licenciada en Nutrición (MP. 4455), trabajan diariamente en la recuperación de personas con TCA. Ambas forman parte de Nanai, un espacio en red dedicado a acompañar y a guiar a quienes atraviesan trastornos de la conducta alimentaria.
A la hora de reconocer señales de la enfermedad, los signos suelen ser progresivos y varían de una persona a otra. No siempre se presentan de manera simultánea y, en muchos casos, sólo algunos síntomas son evidentes, salvo que el trastorno esté muy avanzado.
“Las primeras señales surgen de cambios sutiles. Por ejemplo, cambios en los gustos: algo que antes amaban ahora lo evitan. O levantarse apenas terminan de comer e ir al baño; o no querer compartir con otros mientras haya comida presente. Otro cambio podría ser volverse vegetariano, que es uno de los más difíciles de detectar, porque a menudo se percibe como una opción políticamente correcta para la sociedad”, desarrolló Agustina.
En los aspectos psicológicos, Ornela advirtió que la principal señal es el cambio en el humor. “Se observa en el estado de ánimo, en el aislamiento social y en evitar ciertos lugares por miedo a lo que haya para comer. Empiezan a quedarse más dentro de casa. Y se irritan mucho con todo lo relacionado con la comida”, especificó.
Fomentar una buena relación con la imagen corporal no es fácil. Ese desafío requiere estrategias claras y hábitos saludables que promuevan el bienestar físico y emocional. “Vivimos en una sociedad con una relación complicada con nuestro cuerpo”, advirtió Ornela.
Se sugiere que los tratamientos sean personalizados y suelen incluir a la familia como parte activa del proceso. “Es importante que las familias entiendan que el problema no es la comida ni el cuerpo, sino lo que se construye alrededor de eso”, sostuvo la nutricionista
Argentina y el peso del cuerpo “perfecto”
En Argentina, los TCA representan una crisis. Según un informe de la Fundación La Casita, nuestro país se posiciona como el segundo con más casos a nivel mundial, sólo detrás de Japón. Además, datos de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (Aluba) revelan que entre el 10% y el 15% de los argentinos enfrentan algún tipo de TCA. La dimensión es enorme.
“Vivimos en un entorno donde se nos dice constantemente que el cuerpo perfecto es el que debe alcanzarse. Lo que vemos en el consultorio es el dolor de pacientes que luchan por alcanzar un cuerpo que se les ha enseñado que es el ideal para la felicidad y el éxito”, sostuvo Agustina.
“Desde pequeñas, nos dicen cosas como ‘si estás gorda, nadie te va a querer’ o ‘si no adelgazás, no vas a conseguir trabajo’. Esas creencias se refuerzan incluso cuando alguien baja de peso, con comentarios como ‘¡Qué bien te ves, tan flaquita!’ o ‘¡Estás más linda así!’. Este refuerzo social puede ser peligroso, porque mientras la persona recibe reconocimiento por su apariencia, también sufre en silencio los efectos de la restricción alimentaria”, aseguró Ornela.
Pandemia: el catalizador silencioso
A más de cuatro años de la pandemia por Covid, las secuelas de esa crisis sanitaria global siguen dejando marcas profundas. Entre ellas, en la salud mental, y en particular sobre las consecuencias entre quienes padecieron o eran propensos a desarrollar trastornos alimentarios.
Un informe del Servicio Nacional de Salud (NHS) de Inglaterra reveló una estadística alarmante: el 12,5% de los jóvenes de entre 17 y 19 años tenían en 2023 un trastorno alimentario, un salto significativo comparado con el 0,8% registrado en 2017. Esos datos exponen cómo el aislamiento y el estrés prolongado potenciaron un problema que venía en crecimiento.
“Por lo que vemos en el consultorio, la pandemia hizo que bajaran los años de inicio de la sintomatología. Cada vez vienen pacientes más jóvenes. El encierro hizo que muchas señales estén totalmente naturalizadas. Y las familias se empiezan a dar cuenta cuando el problema ya se agravó e instaló”, explicó la especialista en alimentación, dejando en evidencia las consecuencias invisibles que el encierro trajo consigo.
¿Es un problema de “chicas”?
Aunque los TCA no distinguen género, edad, grupo étnico, ni nivel socioeconómico, las estadísticas muestran que afectan con mayor frecuencia a mujeres adolescentes. Sin embargo, la experiencia de los hombres con estos trastornos suele estar invisibilizada debido a barreras culturales y sociales que dificultan el abordaje del problema.
“A los hombres, por lo general, les cuesta más hablar de estos temas. No llegan al consultorio o, cuando lo hacen, tienden a minimizarlo. Es una capa que deben romper antes de poder trabajar el problema”, señaló la nutricionista Rodríguez Oses, quien remarcó que es fundamental evitar la estigmatización.
Las redes sociales: ¿un espejo peligroso?
Las redes sociales se han convertido en un espejo que devuelve una imagen distorsionada de la realidad. Ideales estéticos inalcanzables y vidas aparentemente perfectas se proyectan diariamente en las pantallas, afectando la autoestima, el autoconcepto y la percepción corporal.
Estas ejercen un papel clave en el desarrollo y el mantenimiento de los TCA, ya que refuerzan creencias negativas y dificultan la conciencia de la enfermedad, normalizando hábitos poco saludables y fomentando comparaciones que perpetúan el malestar.
“Las redes sociales refuerzan estos comportamientos patológicos, ya que muestran una vida perfecta y un cuerpo idealizado que no es real. Esto hace que muchas personas, sobre todo las más jóvenes, se vean atrapadas en esa visión distorsionada de lo que es la belleza”, explicó Rodríguez Oses.
Pese a la dificultad de escapar del mundo virtual, hay estrategias para contrarrestar su impacto. La psicoterapeuta Ornela Di Stefano destacó: “En nuestras redes profesionales, tratamos de dar el mensaje contrario, mostrando que no hay un solo modelo de cuerpo perfecto. Además, acompañamos a los pacientes a reconocer que su valor no está en su apariencia, sino en lo que son como personas”.
Estas iniciativas son un recordatorio de que el camino hacia la aceptación propia comienza con cuestionar los estándares irreales y con construir una relación más sana con uno mismo.
Una ley vigente
Argentina tiene vigente la ley 26.396 de Prevención y Control de Trastornos Alimentarios, sancionada hace más de una década. Esa norma garantiza que las obras sociales y prepagas cubran tratamientos integrales que incluyan atención nutricional, psicológica, clínica, quirúrgica, farmacológica y cualquier práctica necesaria para el bienestar del paciente.