El síndrome urémico hemolítico (SUH) es una enfermedad grave, que se registra en todo el mundo pero que tiene en Argentina su mayor tasa de incidencia: unos 5.000 casos por año. Afecta de mayor manera a los niños y no tiene, hasta ahora, un tratamiento específico aprobado en el mundo.
La ciencia argentina acaba de dar un paso clave para hallar un medicamento que cubra esa carencia. Y en ese proceso tuvo un rol preponderante un científico cordobés.
Se trata de Lisandro Otero, un investigador de 45 años nacido en Río Tercero y que se diplomó, como microbiólogo primero y como doctor en Ciencias Biológicas luego, en la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC), donde se desempeña como docente e investigador del Conicet.
El SUH suele ser conocido por su relación con el consumo de carne mal cocida. Se contrae al consumir alimentos o agua contaminados con la bacteria Escherichia coli, productora de la toxina Shiga.
Deja secuelas de por vida en el 50% de los afectados, como insuficiencia renal crónica, hipertensión, alteraciones neurológicas, y hasta puede causar la muerte. Es la principal causa de insuficiencia renal aguda en la infancia en Argentina.

La toxina puede hallarse en carnes crudas o poco cocidas, frutas y verduras mal lavadas y agua sin potabilizar, por ejemplo.
Un trabajo liderado por Otero y que acaba de ser tapa de la revista científica internacional Protein Science, logró validar, mediante la técnica de microscopía de resolución atómica, el fármaco INM004 contra el síndrome urémico hemolítico desarrollado por la empresa biotecnológica argentina Inmunova.
El producto ha superado ya con éxito las fases 1 y 2 de los ensayos clínicos y ha comenzado la fase 3 en Argentina y está próxima a iniciarla en ocho países europeos. Eso implica que está a un paso de lograr ser aprobado como el primer tratamiento para el SUH.
El avance se muestra como un evidente ejemplo de la articulación entre la ciencia pública y la inversión privada.

Para producir el fármaco, Inmunova creó un inmunógeno con alta capacidad para neutralizar la toxina de la bacteria Escherichia coli. Esos anticuerpos son purificados y por un proceso biotecnológico se obtienen los fragmentos, que son la base del medicamento, que al ser inyectado en los pacientes tendrían la capacidad de reconocer y neutralizar a la toxina Shiga que circulan por la sangre. De ese modo, frenaría el desarrollo de la enfermedad.
Otero, que es director del Laboratorio de Biología Estructural y Bioinformática del Instituto de Biotecnología Ambiental y Salud (Inbias), que depende del Conicet y de la UNRC, explicó a La Voz que el aporte del grupo científico que lideró fue “lograr ver e identificar a nivel atómico esa proteína”, paso que resulta clave para que la farmacéutica pueda avanzar en el medicamento.
Fue algo así como obtener “la foto” de las moléculas y de sus interacciones.
Otero precisó que para la investigación se requirió de tecnología con la que Argentina no cuenta, por lo que se contó con la colaboración de centros científicos de Estados Unidos y de España.

“Logramos caracterizar a nivel atómico la estructura del inmunógeno diseñado por Inmunova, así como el modo en que los anticuerpos neutralizantes del fármaco INM004 reconocen la región de la toxina Shiga relacionada con el sitio de unión a su receptor”, explica el cordobés, que también trabaja con el Centro de Rediseño e Ingeniería de Proteínas (CRIP) de la Universidad Nacional de San Martin (UNSAM).
“Una herramienta valiosa”
Otero aportó que “desde el punto de vista de la biología estructural, el trabajo resalta el valor de este método para visualizar complejos antígeno-anticuerpo a nivel molecular, lo que la convierte en una herramienta muy valiosa para la optimización de inmunógenos en el desarrollo, por ejemplo, de vacunas y de terapias”.
El avance es una evidencia más de lo que la investigación puede generar para mejorar la vida cotidiana de la gente.
Otero apuntó a La Voz que “mientras la empresa aporta un producto innovador con alto impacto económico y para la salud pública, la academia científica contribuye con conocimiento y capacidades tecnológicas”, planteando que el caso es un ejemplo de cómo esa sinergia puede generar desarrollos “de alto valor para el país”.

El cordobés afirmó que el trabajo de su equipo para este proyecto ya finalizó: “Sigue ahora la empresa farmacéutica con los ensayos, en Argentina y en otros países, ya en la etapa final del proceso”.
Del estudio también participaron Fernando Goldbaum, investigador del Conicet y cofundador de la empresa Inmunova, y otros expertos de universidades y centros de investigación de Argentina, España y Estados Unidos.
Hacer ciencia
Otero cursó sus estudios primarios y secundarios en Río Tercero. Luego se formó en la Universidad Nacional de Río Cuarto y más tarde ingresó como investigador del Conicet.
Se especializó también en España y actualmente cursa una beca de la prestigiosa Fundación Humboldt, que lo tiene viajando entre Alemania y Argentina varias veces al año.
Entre otras investigaciones en las que tuvo activa participación desde la UNRC se cuentan, por ejemplo, la detección de una proteína clave del virus que provoca el Mal de Río Cuarto (la enfermedad más importante que sufren los cultivos de maíz), en 2023, y el desarrollo de una vacuna nacional de segunda generación contra el Covid, en 2021.