En la ciudad de Córdoba, una historia de esfuerzo y tradición familiar encontró un nuevo capítulo. El Ipet 351 ubicado en barrio Chingolo II lleva ahora el nombre de Augusto Chammas, el químico francés que fundó una pequeña industria dedicada a los dulces y confituras.
Aquella empresa, nacida del trabajo artesanal y la innovación, creció hasta convertirse en una de las marcas más emblemáticas y queridas por los cordobeses, símbolo de identidad y de tradición local.
Rebautizar al colegio con su nombre no fue casualidad. La idea nació de la comunidad educativa, cuando docentes, familias y vecinos participaron en la elección del nuevo nombre, que debía representar la esencia de la escuela con su especialidad en industria de alimentos.
El resultado fue unánime. Chammas no solo simboliza la tradición y la calidad de los productos cordobeses, sino también el espíritu de trabajo y aprendizaje que guía la formación técnica.

“La decisión refleja el reconocimiento de su aporte a Córdoba y el deseo de que nuestros jóvenes sigan su ejemplo. Queremos que el nombre se viva con orgullo: con proyectos y actividades que mantengan viva su historia y sus valores”, explican los directivos de la escuela.
Un apellido que endulzó la historia cordobesa
Augusto Chammas nació en Marsella, Francia, y llegó a la Argentina hacia 1840. En 1869 fundó junto a su esposa Mercedes Lezama una pequeña fábrica de dulces y confituras en Córdoba.
Fue él quien tuvo la idea de crear una tableta de dulces con forma redonda, uniendo dos galletas con dulce de leche, y la comercializó exitosamente bajo el nombre de “alfajor”.

Aquella invención, que comenzó como una ocurrencia artesanal, se convirtió en símbolo de identidad.
Muchos años después, la empresa familiar sigue activa y en manos de sus descendientes, manteniendo las recetas originales, sumando puntos de venta y una marca que forma parte de la memoria afectiva de Córdoba.
Para la marca, ver su nombre en una institución educativa fue un momento profundamente simbólico. “Surge una sensación de orgullo local: que el nombre de alguien que construyó parte del tejido productivo de Córdoba quede ligado a la formación de nuevas generaciones”, destacó Torcuato Finocchietti, encargado de Marketing de Chammas.

El legado que se enseña
Si algo une a la fábrica con esta escuela es la idea de que el conocimiento transforma.
Augusto Chammas fue un hombre que combinó la ciencia y el corazón: un químico con espíritu artesanal, un inmigrante que entendió que el trabajo podía ser también una forma de amor por su tierra adoptiva.
“Fue perseverante, creativo y humilde, un verdadero innovador que supo transformar lo simple en algo trascendente”, lo describen desde la institución.
En la escuela, el vínculo con la industria de los alimentos es directo: el Ipet 351 forma a estudiantes como Técnicos en Industria de los Alimentos, una especialidad que va de la mano con la historia y los valores de Chammas. “Compartimos los mismos valores: calidad, innovación, trabajo en equipo, respeto por la tradición y compromiso con la comunidad”, afirman los directivos.

“Formamos técnicos con la meta de que como Chammas, combinen conocimiento, ética y amor por el trabajo. Creemos que producir alimentos es también una forma de cuidar a las personas y a la historia local.”, agregan.
En el aula, esa herencia se traduce en proyectos, prácticas y talleres donde los estudiantes aprenden a producir alimentos con la misma pasión y cuidado que caracterizó a Chammas.
El vínculo entre la educación técnica y la historia productiva de Córdoba se refuerza en cada experiencia, acercando la escuela al entramado social y emprendedor de la ciudad.
“Queremos que nuestros estudiantes comprendan que la educación técnica les brinda herramientas para innovar, generar trabajo y dejar su propia huella en la industria alimentaria”, afirman desde la escuela.
Una historia que sigue viva
Su alfajor redondo trascendió generaciones y se convirtió en parte del ADN de Córdoba. Hoy, su legado se multiplica en las aulas.
“Llevar el nombre de Augusto Chammas es honrar la historia productiva de Córdoba y recordar que, con conocimiento, pasión y trabajo, se puede construir un futuro mejor”, afirman en la escuela.
En cada alumno que hoy aprende sobre procesos alimentarios, tal vez haya un poco de aquel Augusto que llegó del otro lado del mundo con un sueño y lo convirtió en sabor cordobés.
























