“La bici es mi vida”, sintetiza en forma llana y simple, sin vueltas. En Río Tercero, Andrés Alfredo Rutis suma 87 años de edad y sale a rodar a diario, desde hace 70. Y siempre en bici “rutera”.
Sus empleos le demandaban largas horas por día, pero el tiempo le alcanzó, o hizo que alcanzaran, para salir a recorrer rutas y calles en cada jornada.
Un dato llamativo para estos tiempos: en aquellos años en que Rutis ya andaba kilómetros, los ciclistas se subían a bicicletas ruteras pero había pocas rutas asfaltadas y por ello lo hacían en gran parte sobre caminos rurales. Era un esfuerzo adicional.
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Rutis recuerda que “lo más peligroso era encontrarse de noche con un sulky, porque décadas atrás había pocos autos”.
Hoy su bici luce una computadora que le muestra los kilómetros recorridos y su frecuencia cardíaca. “Antes nos manejábamos por el reloj; sabíamos cuánto tiempo le poníamos de un pueblo al otro y así calculábamos”, comenta.
En tanto tiempo transitando por la zona y de otras provincias, ha sido compañero de ruta de numerosos ciclistas de competencia reconocidos a nivel nacional. La lista es tan larga que demandaría casi toda esta nota. Uno de los más renombrados a nivel nacional y que colgó medallas muy importantes fue Oswaldo “Colchón” Frossasco, de Hernando y fallecido recientemente.
Trofeos de vida
La casa de Rutis está en barrio Escuela, a metros del predio de la Fábrica Militar. Vive solo, es independiente y está contando cada día las horas para salir a rodar, pese al clima que tenga que soportar.
Las paredes de su vivienda están colmadas de medallas, de reconocimientos, de premios. Los muebles están decorados por trofeos. Es un templo del recuerdo que traza sus logros en dos ruedas.
Dice que identifica, a los lejos a los ciclistas que cada día transitan la zona. A todos conoce. Y asegura que “no hay diferencias” entre la fuerza que puede tener una mujer ciclista entrenada que un varón, a la hora de rodar.
Tiene tantas anécdotas de “ponerse a rueda”, para protegerse en el medio de algún pelotón, como de los raspones por caídas.
Su rostro se enorgullece cuando saca del ropero decenas de remeras de cada campeonato de los que formó parte en las últimas décadas. Tiene una memoria prodigiosa. Comparte anécdotas y hasta “quién tiró”, es decir, avanzó primero, en cada pelotón.
La primera
En 1953, con esfuerzo y ahorros, pudo comprar su primera bicicleta. Cuenta que era de hierro y pesaba 13 kilos. “Pero mirá la que tengo ahora, pesa seis kilos”, muestra, cargando la bici con una mano.
La actual tiene componentes de aluminio y de fibra de carbono, que facilitan un peso liviano y mejor performance deportiva. “Esta es una buena máquina”, dice inflado de orgullo.
Entre los ciclistas de Río Tercero y región, hablar de Rutis ya es sinónimo de leyenda. En ese ambiente deportivo, quien usa la bici como esparcimiento o en forma competitiva lo conoce y admira.
Su vitalidad y pasión por el ciclismo moviliza. Ese entusiasmo colaboró para que hoy tenga una salud privilegiada. “Nunca tomé, ni fumé y toda mi vida hice bici”: así resume la receta para no tomar ni un remedio a los 87 años.
“En 1956 gané la primera carrera en Río Tercero. Medíamos por tantas vueltas que hacíamos en determinadas calles. También gané en campeonatos provinciales”, destaca para mencionar apenas algunos logros.
Apunta que “no hay que ser ni muy flaco ni muy gordo” y que “antes de hacer ciclismo es necesario ir al médico, para saber cómo uno está del corazón”.
Menciona que jamás tomó suplementos de vitaminas para esta práctica deportiva. Sólo comió “muchas frutas y pasas de higos y de uvas, todos los días”.
Tiene dos hijos, cuatro nietos y cuatro bisnietos. Toda la familia sabe que “nadie” le puede sacar la bici.
Su computadora de bici delata que como mínimo recorre 34 kilómetros de rodada diaria.
Tarda menos de cinco minutos en colocarse la calza con badana, la remera ciclista, el casco y las zapatillas con trabas.
Con una sonrisa dibujada en su rostro, menciona que en sus comienzos “se usaba cualquier bici, una gorra cualquiera y un short cualquiera”.
Los tiempos fueron cambiando y Rutis se fue aggiornando a cada etapa.
Pasión
Rutis nació en Tancacha (pueblo vecino a Río Tercero) y siempre trabajó en empleos rurales y vivía de changas.
“El ciclismo es una pasión, siempre me gustó. Cuando salís en grupo te ponés más fuerte, porque nadie quiere ser el más lento”, expone, como contando secretos.
Con picardía confiesa que si hay viento en contra “ponerse a rueda”, es decir acercarse al compañero de al lado, “te corta el viento y es lo mejor”.
La velocidad máxima que alguna vez alcanzó, y midió, asegura que fue de 59 kilómetros.
Ya sin risas, confiesa que casi todos sus compañeros ciclistas ya han fallecido, a excepción de Juan Acevedo, también riotercerense, que con sus 83 años sigue rodando. Y cita a ciclistas fallecidos como Julio César Ramondelli, Robert Salgado y Daniel Coria, los dos últimos mientras rodaban por rutas de la región.
“El ciclismo parece no grato en la ruta. Parece que los derechos son de los autos o de los camiones”, interpreta entre tonos de angustia e impotencia.
