El barrio Cerro de las Rosas, ubicado en el noroeste de la ciudad de Córdoba, se convirtió en escenario de tensiones urbanas entre vecinos que buscan preservar su perfil residencial tradicional y otros residentes que promueven un cambio hacia la modernización y el desarrollo.
El conflicto pone en evidencia las transformaciones que atraviesan las ciudades y los desafíos de compatibilizar la identidad barrial con nuevas dinámicas sociales y económicas.
El arquitecto y magíster Jorge Taberna sostiene que este proceso tiene raíces profundas. “Desde los años ’90, la aparición de los barrios cerrados redefinió las formas de habitar en la ciudad. Esto desplazó a sectores como el Cerro de las Rosas fuera de las principales dinámicas del mercado inmobiliario y del recambio generacional”, explica.
Según Taberna, muchas viviendas del barrio fueron concebidas para una época distinta y hoy están habitadas por personas mayores que no requieren grandes terrenos ni casas amplias.
La nueva generación con alto poder adquisitivo elige otras formas de habitar, generalmente en urbanizaciones cerradas. “Eso acentúa la sensación de inseguridad en el barrio, donde se multiplican los cercos de alambre y se pierde calidad ambiental. Muchas residencias emblemáticas están detenidas en el tiempo, ajenas a las necesidades actuales”, señala Taberna.
También advierte sobre el impacto de la expansión comercial que, iniciada sobre la avenida Rafael Núñez, avanzó hacia el interior del barrio, desdibujando su perfil residencial.
“La pérdida de carácter distintivo de zonas con alta calidad arquitectónica es lamentable”, remarca Taberna, y llama a implementar políticas de protección urbana que equilibren renovación e identidad, sin ceder a la especulación ni a una densificación indiscriminada.
Búsqueda de consensos
Desde una mirada más estructural, la urbanista e investigadora del Conicet Ana Falú pone el foco en los consensos internacionales sobre desarrollo urbano. “Es indispensable cuidar el patrimonio y, al mismo tiempo, atender las demandas que impone la vida urbana contemporánea. No se trata de oponer vecinos a comerciantes o a desarrolladores: hay que construir diálogo multisectorial”, plantea.
Para Falú, el conflicto en barrios tradicionales no puede abordarse sin considerar las desigualdades sociales ni los desafíos del cambio climático, como la necesidad de densificar y reducir el gasto energético.
“¿Dónde construir en altura? ¿Por qué en ciertas avenidas sí y en otras no? Hay que evitar tanto la expulsión como el elitismo”, advierte.
Falú sostiene que la preservación del patrimonio debe convivir con criterios de mixtura de usos y cambios normativos que prioricen la sustentabilidad. En este sentido, menciona que sectores como Alberdi o General Paz han logrado equilibrar el carácter residencial con nuevas densificaciones, siempre que se cuente con criterios técnicos y participación ciudadana.
Falú propone una mirada integral: “Las políticas urbanas deben equilibrar lo ambiental, lo productivo, lo edilicio y lo social. No podemos permitir que domine la especulación sobre el bien más caro: el suelo urbano”.
También advierte sobre procesos de gentrificación que pueden provocar expulsiones, como ocurrió en otras zonas de Córdoba, y destaca la necesidad de generar instancias de mediación, participación y escucha colectiva.
La búsqueda del equilibrio
En línea con estas ideas, la arquitecta y docente Luciana Repiso plantea preguntas clave sobre el tipo de transformación urbana que se quiere para el Cerro de las Rosas. “¿Es posible lograr un equilibrio entre la preservación de su identidad y la transformación necesaria para su revitalización? ¿Quiénes tienen potestad sobre estos cambios?”, interroga.
Para Repiso, la participación vecinal debe ser representativa y plural. “La renovación urbana no debe ser destrucción y reemplazo. Debe fortalecer la identidad barrial y la diversidad funcional, como propuso Jane Jacobs. Eso implica poner a las personas en el centro de la planificación urbana”, sostiene.
La arquitecta subraya que la historia, los símbolos y el tejido social del Cerro forman parte del sentido de pertenencia de sus habitantes y no pueden ignorarse en los procesos de transformación.
“Las normativas deben adaptarse a los conflictos sociales que emergen. No pueden ser homogéneas. Cada barrio tiene una identidad propia, y eso debe ser un insumo clave para planificar”, expresa Repiso.
En su análisis, las tensiones urbanas actuales requieren estrategias que combinen mediación comunitaria, participación activa y planificación flexible. La arquitecta propone incluso mecanismos municipales específicos de resolución de conflictos que eviten la judicialización de los procesos.
En el cierre de su reflexión, Repiso sintetiza el dilema: “Renovar sin destruir, densificar sin expulsar y transformar sin borrar la memoria. Ese es el verdadero desafío de una planificación urbana sostenible”.
El caso del Cerro de las Rosas refleja un conflicto que excede las fronteras del barrio y se inscribe en una problemática urbana más amplia. La disputa entre conservar lo que fue y dar paso a lo que puede venir expone las contradicciones de una ciudad que crece, se transforma y busca redefinirse sin perder su esencia. La clave, coinciden los urbanistas, está en abrir el debate, incluir todas las voces y planificar con sensibilidad territorial, ambiental y social.