“No se puede convivir con estos ruidos”, plantean los vecinos que viven alrededor de espacios donde se realizan grandes eventos y fiestas masivas nocturnas.
Las quejas surgen tanto en la ciudad de Córdoba como en el Gran Córdoba, zona de gran desarrollo urbano, sobre todo en la franja que une la ruta E-53 con localidades de Sierras Chicas.
En el caso de la Capital, vecinos autoconvocados solicitaron a las autoridades municipales controles sobre las fiestas, recitales y grandes eventos que se desarrollan alrededor del estadio Kempes.
“Es un boliche a cielo abierto”, resumió a La Voz Hilda Nieres, presidenta del Centro Vecinal de Villa Belgrano.
La dirigente afirmó que durante mayo se hicieron espectáculos (entre ellos, el Festival del Cuarteto y un recital de Los Piojos) que comenzaron con pruebas de sonidos por la tarde y siguieron hasta la madrugada, lo que generó vibraciones de los vidrios de ventanas de algunas viviendas además de la interrupción del descanso.
Nieres dijo que los altos decibeles de la música impactan no sólo en los vecinos, sino también en la fauna del lugar. “Tienen derecho a hacer estos eventos, pero que no molesten al resto de las personas y a los animales”, argumentó.
Altos decibeles
Los ruidos molestos, conocidos como contaminación acústica, son sonidos no deseados, que exceden la tolerancia normal, lo que genera molestias a la población.
En la Capital, la ordenanza N° 12.208 indica que en este tipo de espectáculos, además de audiciones musicales, confiterías bailables o similares, los picos sonoros instantáneos no podrán superar los 85 decibeles (dBA) en ningún punto del local destinado a la presencia de público.
Los vecinos consideraron que los ruidos sobrepasaban estos decibeles y por eso solicitaron al municipio una mesa de diálogo que se llevó a cabo esta semana.
Ezequiel Hormaeche, director ejecutivo del Ente Municipal de Fiscalización y Control, dijo a La Voz que acordaron reorientar el sonido y ajustar el volumen junto con los ingenieros ambientales de las productoras.
“Se llegó a un acuerdo fructífero y ahora se incluirá la medición del impacto sonoro, realizado por ingenieros ambientales, dentro de los requerimientos para los eventos públicos”, detalló.
Y adelantó que el propio centro vecinal podrá acompañar las inspecciones técnicas, antes y durante los eventos, para constatar que no haya exceso de decibeles en los próximos eventos.
En el Gran Córdoba
En el Gran Córdoba, los habitantes de Las Corzuelas, entre otros barrios colindantes a la autovía E-53, se quejan de los ruidos molestos que provienen del multiespacio Unquillo Arena, inaugurado al frente del barrio hace poco más de un año.
Además, los vecinos temen que el lugar se convierta en “un corredor de fiestas electrónicas” por otros espacios también convocantes. Ricardo Trujillo, vecino del barrio cerrado, contó que la zona “está explotada” de este tipo de fiestas.
Los ruidos –sostiene– causan vibraciones en las viviendas que les impiden descansar, por lo que no les queda otra que irse de la casa. Algo que confirma María, una vecina de Cuatro Vientos.
Por eso solicitaron al municipio que realizara controles de decibeles en este tipo de fiestas para que no perturbasen la tranquilidad vecinal.
Mesa de diálogo
Tanto los vecinos como autoridades municipales y el propietario del espacio señalado mantienen reuniones periódicas para llegar a una solución.
El intendente de Las Corzuelas, Santiago García, dijo a La Voz que por el formato de espacio abierto, y por estar ubicado en una colina, los ruidos se intensifican y el cerramiento no alcanza a morigerarlos.
“No tenemos problemas con el emprendimiento, sino con el ruido que genera, además del movimiento vehicular y de personas en la ruta”, señaló.

En Unquillo, la ordenanza Nº 742/2012 para este tipo de fiestas permite 70 dBA para la noche y 80 dBA para el día.
Para constatar los decibeles, los vecinos de Las Corzuelas realizaron una medición de ruido ambiental con un especialista, cuyo resultado sobrepasa los dBA al frente del local, en horarios nocturnos. Con un promedio de 77,5 dBA a las 3.30 de la mañana.
Sin embargo, tanto el funcionario municipal como el propietario del local, Osvaldo Vázquez, coincidieron en que los niveles de decibeles están por debajo de los permitidos por la ordenanza.
Vázquez puntualizó que los ruidos de autos y motos son más altos que de los de su local.
Y Gustavo Moreno, a cargo de Seguridad Ciudadana local, agregó que “no encuadra como un ruido ambiental, porque en el espacio no se desarrollan fiestas diarias”.
Además, alegó que, desde hace un mes, en su área tienen un inspector en el lugar y “controlan los decibeles en el ingreso al country y al frente de las viviendas, y no sobrepasan lo permitido”.
Tema resuelto
Vázquez subrayó que hizo un cerramiento del local y consideró que el tema está resuelto.
“Lo solicitó la Municipalidad. Hice una inversión muy grande y el local estuvo cerrado por dos meses durante el verano. La obra está terminada”, indicó.
Y añadió que cumplió con los requerimientos del municipio. “Todo lo que está dentro de la reglamentación está solucionado”, afirmó.
La afección en la salud
Arturo Maristany, director del Centro de Investigaciones Acústicas y Luminotécnicas (Cial) de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC, dijo a La Voz que las “molestias por ocio” son una de las principales fuentes de reclamos, aunque no la mayor: alcanza entre un 5% y un 10%, contra el 80% que proviene del tránsito vehicular urbano.
“El ruido de eventos o fiestas produce mayores molestias en las personas porque es circunstancial, es nocturno e interfiere en el descanso”, apuntó.
En relación con los niveles de decibeles, Maristany indicó que hay que diferenciar entre “afectación por ruido y efectos de las molestias”.
Tal vez en las zonas afectadas, los niveles no son tan altos, no están dentro de los rangos en que pueden producir daños auditivos o fisiológicos, pero sí pueden producir irritabilidad y problemas en el sueño.
“No quiere decir que se minimice el problema. No es daño físico, sino de otra índole”, subrayó.
Cómo afectan los ruidos en la fauna
El biólogo Guillermo Sferco explicó a La Voz que cualquier alteración sonora, lumínica y de vibraciones en el suelo afecta a toda la fauna.
El impacto sonoro perjudica a las aves, por su sensibilidad, durante el descanso, especialmente a las diurnas. También a las aves nocturnas como atajacaminos, lechuzas y búhos.
“El volumen de decibeles puede afectarlas directamente. Además, el ruido puede enmascarar los sonidos de sus presas, lo que impide que puedan cazarlas, ya que dependen mucho del oído para detectarlas”, explicó.
Además, las vibraciones en el suelo pueden afectar a las serpientes al buscar sus presas.

En el caso de los zorros o gatos monteses, estos tienen una velocidad de desplazamiento y adaptabilidad bastante elevada y pueden buscar presas en otro lugar que no sea sus hábitats. Lo mismo las aves.
Sin embargo, este desplazamiento genera competencia con otros individuos de la misma especie en sus territorios de caza, lo que les puede costar conseguir alimentos.
Incluso las especies menos adaptables pueden no volver al hábitat por disturbios permanentes.