Además de ser esencial para la salud ósea, la vitamina D también parece desempeñar un papel importante en el sistema inmunitario ya que actúa, a nivel macro, regulando la inmunidad y el eje cerebro-intestino y, a nivel micro, gestionando las respuestas celulares al estrés.
La vitamina D tiene efectos antimicrobianos directos importantes, lo que incluye la inducción de proteínas como la catelicidina y la beta-defensina, que son eficaces frente a una amplia gama de patógenos, tanto bacterianos como víricos.
Estas proteínas antimicrobianas no sólo neutralizan directamente a los microorganismos, sino que también promueven la quimiotaxis de las células inmunitarias, como neutrófilos y macrófagos, lo que mejora la eliminación de las células infectadas y estimula una respuesta inflamatoria adecuada.
Vitamina D: el aliado clave para fortalecer el sistema inmune
En el ámbito de la inmunidad innata se observó que la vitamina D potencia la capacidad bactericida de las células inmunitarias innatas -como los macrófagos- para combatir los patógenos presentes en el organismo humano.
Además, su capacidad para mejorar la respuesta antiviral se debe principalmente a su influencia en la reprogramación epigenética y metabólica de las células inmunológicas, lo que les permite responder de manera más efectiva a las infecciones; a la modulación de receptores de reconocimiento de patrones y a la liberación de péptidos antimicrobianos como la catelicidina, que tiene propiedades antivirales directas.
Ese papel inmunomodulador de la vitamina D puede potenciar una respuesta inmunológica adaptativa para prevenir esa sobreactivación que conduce a la inflamación crónica y a las enfermedades autoinmunes.
En el contexto de las enfermedades autoinmunes, la vitamina D además de desempeñar un papel protector al modular la respuesta inmunitaria, también parece reducir la frecuencia de brotes en algunas enfermedades autoinmunes, como el lupus eritematoso sistémico y enfermedad inflamatoria intestinal, mientras que la evidencia en la esclerosis múltiple no es concluyente. Esto se logra a través de su capacidad para favorecer un ambiente más tolerogénico en el cuerpo, reduciendo la inflamación y potenciando las respuestas reguladoras en lugar de las proinflamatoria.
Es común encontrar deficiencias de vitamina D en pacientes con trastornos inmunitarios, posiblemente debido a la menor exposición al sol y a factores genéticos que afectan a su metabolismo. Esto justifica la evaluación y la suplementación adecuada, que debe considerarse cuidadosamente para cada uno de los pacientes, según la determinación de sus niveles basales y su posible respuesta a la suplementación.
Por eso, la suplementación de vitamina D debe ajustarse individualmente para optimizar los beneficios inmunomoduladores sin exceder los límites que podrían inducir efectos adversos. Existen recomendaciones específicas para la suplementación con vitamina D, particularmente en poblaciones con deficiencia o insuficiencia, y, en este sentido, la dosificación y el régimen adecuados dependen de varios factores, incluyendo los niveles basales de 25-hidroxivitamina D y la presencia de otras comorbilidade.