Cada vez más personas caminan por la calle con la mirada clavada en la pantalla del celular, el cuello inclinado y la atención puesta en un universo virtual que parece absorberlo todo. Esa imagen cotidiana fue la que inspiró el provocador concepto de “zombis digitales”, según explica un especialista en bienestar que acaba de publicar un libro que invita a repensar la relación con la tecnología.
“Vivos en cuerpos, muertos en atención al presente real”, resume Miguel Cané, quien lleva más de 20 años analizando los efectos del uso excesivo de pantallas en la salud física, mental y emocional y ahora lo expone en su libro Tecnologinitis.
En diálogo con La Voz, el coach ontológico aclara que el síndrome del zombi digital no es un diagnóstico clínico, pero sí un fenómeno social visible y creciente: personas que se desconectaron del mundo real y viven atrapadas en sus dispositivos.
Qué es el “síndrome del zombi digital”
“A diferencia de los zombis de las películas, estos no comen cerebros, comen bits”, grafica el experto mientras subraya que la dopamina que generan los contenidos digitales vacíos es adictiva.
Sin embargo asegura que el uso saludable de los dispositivos no es un mito sino una realidad alcanzable. “No demonizo la tecnología, demonizo el mal uso, pero sin culpa. Somos víctimas de un mecanismo de captación de nuestra atención muy peligroso. Eso si es demonizable”, dice.
Pero también reconoce que el uso de la tecnología en niños y adolescentes se fue de las manos y que la mayoría de los padres delegan en los celulares y tablets funciones de niñera. “Es más placentero disfrutar de una cena en pareja mientras los niños permanecen mudos con la pantalla, que brindarles atención e incluirlos en el presente. Sí, sé que soy duro con lo que planteo, pero, ¿no es real?“, reflexiona.
Por qué cuesta tanto dejar las pantallas
A pesar de que mucha gente sabe que está demasiado conectada, cambiar de hábitos es difícil. “Porque estamos atrapados. Los algoritmos nos muestran contenido diseñado para generarnos placer”, explica el especialista.
“Ese placer hace que nuestro cerebro genere dopamina hasta volverse casi adicto, algo muy parecido sucede con otras adicciones. Queremos más y más, pasan las horas y nos cuesta dejar de consumir ese contenido absurdo”, agrega.
El cambio, asegura, no depende sólo de la voluntad. “Hace falta darnos cuenta. Tomar conciencia. Salir del piloto automático”.

¿Tiene cura la tecnologinitis?
Sí, dice Cané. Pero no se trata de eliminar la tecnología, sino de volver a ponerla al servicio de cada uno.
- Para lograrlo, primero hay que tomar conciencia y darse cuenta de que hoy, la mayoría de las personas, pasa demasiado tiempo en las pantallas.
- Segundo es ir, de a poco, reemplazando el tiempo en pantalla por otras cosas que generen placer, como salir a caminar por un parque y disfrutar de la naturaleza, un hobby, más tiempo de calidad con los amigos, reconectar con uno mismo.
- Y en tercer lugar elegir experiencias enriquecedoras, priorizar el bienestar.
“Una vez que salimos de la trampa, el verdadero desafío es elegir bien. Volver a elegir la vida real”, finaliza el experto en bienestar.