Perseguir sueños, vivir aventuras, intensificar las emociones de lo que pasa alrededor, perseverar en la búsqueda de calidad máxima aun cuando haya que esperar y luchar contra las ansiedades.
Estos son algunos de los conceptos que Walter Sinay y Marcela Giroldi llevan adelante en Achala Bodega Exótica, en Traslasierra, y que ahora transitan la etapa de la satisfacción por haber logrado un hito para la viticultura cordobesa: en el prestigioso concurso The Global Malbec Masters organizado por la publicación The Drinks Business de Inglaterra, el malbec Clos del Molle Ingrato 2021 obtuvo la medalla de oro compitiendo de igual a igual con los mejores malbec del mundo.
Un hecho inédito que está llamado a iluminar los vinos de Córdoba, porque marca un camino que se puede seguir, un horizonte que se puede ampliar y un enorme potencial a explorar y desarrollar. No es el primer éxito de Achala, ya que el prestigioso crítico inglés Tim Atkin calificó al syrah como el mejor de Argentina.
Achala, una bodega monte adentro
Llegar a Achala no es para nada fácil, por eso lo de “bodega exótica”. Hay que transitar hasta Las Calles, una pequeñísima población pasando Nono, y subir por un camino de tierra entre acequias y monte tupido en dirección a la Pampa de Achala.
En la tranquera esperan Walter y Marcela para mostrar esta bodega casi secreta. Ya dentro de la propiedad, el camino es pedregoso y empinado, con abruptos barrancos y sinuosas curvas.
En un recodo del camino, la montaña deja entrever sus entrañas y Walter se detiene para señalar las piedras que brillan al sol, en la que se enmarañan raíces: “Esto es el tesoro que tenemos acá, algo único en el mundo”.
Agarra una piedra y explica que es una formación de roca madre que se desprendió hace 300 millones de años del macizo central y contiene en su interior una argamasa única de feldespato, mica, cuarzo y carbonato de calcio.
“Cuando compré este campo no tenía ni idea de esto. Contraté al especialista en suelos Pedro Parra, que conoce los mejores viñedos del mundo, veníamos por este mismo camino y me hizo detener acá, se bajó del auto, clavó la pica en la montaña y se emocionó al descubrir que es el mismo suelo que en la Borgoña, en Francia, la zona de la que salen los mejores vinos del mundo” cuenta Walter.
Ahí empezó la aventura. Con la firme decisión de hacer las cosas bien, utilizaron un escáner de suelo e investigaron los diferentes rincones del campo, detectando los más ricos en sustratos para que las vides se puedan nutrir. Trajeron agua desde la montaña, sortearon innumerables problemas como incendios, animales salvajes, heladas tremendas.
Terreno de excelencia al estilo francés
Un poco más adelante, a un costado del camino, aparece el primer viñedo plantado entre las bifurcaciones de la montaña, en medio de un tupido monte, inmensas piedras y rodeado de montañas: “Este lo llamamos Clos de la corzuela audaz. Decidimos plantar nuestros viñedos con el concepto de “Clos”, como se llaman en Francia a los pequeños espacios que tienen una condición de excelencia. Cada uno de nuestros Clos fue plantado después de investigar el terreno y encontrar la cepa que mejor se adecúa. Hicimos ciencia antes de plantar, esa fue nuestra mayor virtud, porque nos permitió encontrar los mejores lugares” dice Walter.
En una bifurcación del camino, se sube rumbo a la montaña entre monte de algarrobos, talas, chañares, molles. La expresión pura del monte cordobés. “Todo acá fue hecho con mucho sacrificio y trabajo. También con suerte” se ríe Walter y cuenta que el Clos de la Cumbre Rebelde nació un día en el que salió a perseguir un puma que se había robado una oveja. Siguiendo el rastro llegó a esta cumbre plana desde la que se tiene una vista única al Valle.
Las vides están plantadas dibujando una botella y una copa. El sacrificio se observa en cada detalle: este año tuvieron que alambrar los viñedos por el ataque irascible de los jabalíes que en la cosecha pasada no dejaron casi nada. “Es una lucha constante. Cuando pensamos que ya habíamos logrado domesticar un poco el monte, aparecieron los jabalíes. Estamos alambrando a contrarreloj porque apenas la uva empieza a madurar, el olor los atrae y en una sola noche te pueden dejar sin nada”, dice Marcela y cuenta la anécdota del año pasado cuando en medio de noche Walter salió a perseguir jabalíes en pijama por los viñedos.
Las anécdotas divertidas acompañan las explicaciones científicas y el optimismo. En la antigua casa restaurada con mucho amor y dedicación, las ovejas pastan, se observan los cimientos de la sala de degustación que esperan inaugurar pronto para recibir visitas, las máquinas viales que tuvieron que comprar para hacer los caminos internos descansan bajo enormes árboles, las Altas Cumbres empiezan a ponerse anaranjadas por el sol.
Todo tiene un aire idílico de ruralidad nostálgica y sentimental. Pero Walter y Marcela señalan el trabajo constante que realizan y las dificultades que tienen que sortear. “Cuando vino Tim Atkin dijo que es el viñedo más salvaje que vio en su vida” se ríe Walter con un toque de orgullo.
La elegancia del malbec con un toque de serrano
Combinar lo salvaje del terreno y lograr la elegancia del vino es todo un arte: el viñedo Clos del Molle Ingrato tiene una parte de malbec y otra de syrah. Miles de mariposas sobrevuelan el aire cargado de aromas silvestres, los cardos crecen libremente entre las filas de vides y un enorme molle domina la vista.
“Hacemos todo orgánico, cuidando la naturaleza. A este viñedo le pusimos así porque lo plantamos alrededor de un molle inmenso, y poco después una tormenta le quebró una enorme rama. De acá sale el malbec que nos ha dado esta enorme satisfacción” se enorgullecen.
No es para menos: el concurso de Drinks Business es uno de los certámenes de vinos más prestigiosos del mundo. “Es la primera vez en la historia que un vino de Córdoba gana una medalla de oro en un certamen internacional. Es un enorme logro que demuestra que en Córdoba se pueden hacer vinos de nivel mundial. Hay que hacer las cosas con ciencia, investigar antes y plantar después, así en Córdoba vamos a conseguir cada vez mejores vinos”, dice Walter.
El malbec Clos del Molle Ingrato está dominado por la elegancia de los taninos finos y redondos, y emergen unos aromas a monte que lo diferencian de cualquier otro. “Es como si tuviera algo salvaje que refleja el monte”, afirma Marcela.
“Estamos en el camino para hacer un Grand Cru de Córdoba, al estilo de los vinos franceses, seleccionando las parcelas excepcionales. Tenemos el mismo suelo que la Borgoña, pero además altitud como en el valle de Uco y mucha amplitud térmica, todo está dado para lograrlo. Desde el 2009 en que empezamos a plantar, apostamos por hacer un Grand Cru cordobés”, define Walter.
Un proyecto que nació a partir de una montaña, un monte casi virgen y el trabajo científico sobre el suelo para marcar el camino para hacer grandes vinos en Córdoba y este oro al malbec es una rúbrica de lo que han transitado.