Son peruano. El sabor no se negocia en esta casona llena de arte

Si tuviéramos que anotar de este lado las cosas buenas que tiene vivir en Córdoba, la variedad de opciones en gastronomía peruana sin lugar a dudas tiene que estar en el top tres. Qué alucinante, por favor, cuando se tiene el toque, cuando se tiene el son, no hay con qué darle.

Es algo que corre por las venas, es parte del aura de “ser cocinante”, es como en la música, se lo tiene o no se lo tiene, y en el caso de Peruanita Chicken Restaurant, una de las últimas aperturas de gastronomía peruana de barrio Providencia, se lo tiene definitivamente.

Y no sólo eso, la puesta en escena del restaurante, con una variedad de pinturas en diversas técnicas y soportes (cuadros, paredes, puertas, techos) hace de esta visita una experiencia sin igual en materia de cocina peruana en Córdoba.

Es un lugar hermoso, pero (siempre hay un pero) hay algo para corregir urgente en el servicio de mesa después de la cena. Ya lo veremos en detalle.

Entrada

La casona tiene aire señorial, tiene sus años, sí, pero ahí está erguida de vestido en calle Chaco, a metros del pediátrico de Castro Barros. Los televisores y los parlantes muestran ritmos peruanos con cadencia, con estilo, mientras la boca pide pista para disfrutar lo que vino a disfrutar.

De entrada, ordenamos un Ceviche simple ($ 17.900) y es en el mismo momento en que lo probamos en que la magia se hace presente. Frescura, humedad, acides, toque herbáceo, tal vez el mejor plato del mundo servido a nuestros pies.

Es así de simple. Pesca blanca y aletas de calamar en tiritas, que se complementa con su leche de tigre y canchitas, cebollita morada, papas y batatas hervidas, un poco de lechuga; y si quieren picante, hay picante, señores, con diversos ajíes para el nivel de picor necesario.

Principales

Se vino el frío y vamos en busca de platos calientes. Lo mejor esta noche será probar primero entonces el plato de la casa, que es el Pollo a la brasa ($ 9.900). Las familias llegan y piden el pollo entero, pero también se puede pedir por porción.

Tienen sus secretos la cocción y el macerado previo en Coca Cola (literal), hierbas y especias, pero al final lo que más se destaca en este plato de hoy son las papas fritas caseras (qué rico, por favor, que alguien erradique las congeladas), y el aliño de la ensalada (delicia).

Después probamos el Cabrito a la norteña ($ 13.900), que es un cabrito grandecito ya, pero guisado, suave en su textura, a un precio insuperable. Y se acompaña magistralmente con su arroz, sus porotos y la salsa verde mágica que lo cambia todo cuando entra a pintar su color.

Arroz con mariscos

Los restaurantes peruanos son excelentes a la hora de los pescados y mariscos, debido a la gran influencia de la cocina costera (Perú tiene tres mil kilómetros de costa sobre el Pacífico). Un claro ejemplo de este dato geográfico es su plato de Arroz con mariscos ($ 22.900).

Una torre muy generosa llena de arroz con montaña de mariscos y arvejas verdes, frescas, bien húmedo y jugoso, sabroso y con su condimento para arroz con base de cúrcuma y su color anaranjado. Un plato para enamorarse de Perú y de la cocina chifa con influencia marítima.

Baño y postre

Después de servir los platos, el servicio de mesa, en una noche tranquila, optó por sentarse a pasar el tiempo mirando el celular a escondidas en vez de preguntar si hacía falta algo, levantar los platos o añadir un postre, lo cual hubiera sido beneficioso con su propio negocio.

Sin dudas, el poscena fue lo peor de esta visita, y resulta increíble que no se complete en 360 grados una experiencia que hasta aquí había sido maravillosa, incluso en la misma atención y el asesoramiento previo.

Nos levantamos tres veces: para pedir que se retiren, por favor, los platos, el postre y la cuenta.

Hablando de postres, no había mucho disponible, así que después del baño (donde faltaban toallas descartables) procedimos a retirarnos con una sensación doble: haber comido maravillosamente en un lugar hermoso, pero con temas importantes para revisar con el equipo.