Florencia Castilla tiene 33 años, nació en barrio Alto Verde y hoy es una de las jóvenes profesionales del vino que más rápido ha crecido en la región de Margaret River, uno de los polos vitivinícolas más prestigiosos de Australia.
Desde allí, donde coordina visitas privadas y degustaciones en la bodega Moss Wood, asegura que su camino no fue lineal, pero que construyó una carrera sólida en un mundo tan técnico como apasionante.
Después de años de estudio y trabajo, afirma que en el mundo del vino lo fundamental es “entender si está bien hecho, si está equilibrado y si representa su estilo”.
Bien cordobesa
Florencia estudió en el Juan Zorrilla de San Martín, aprendió inglés casi por obligación –hoy lo agradece “todos los días”– y se recibió como licenciada en Administración. “Mi infancia fue por ahí, supertranquila; barrio y amigos de toda la vida”, comenta.
Pero su vida cambió cuando a los 22 años viajó por primera vez a trabajar a Aspen. “Ahí arrancó todo”, recuerda. Entre hoteles, restaurantes y mochilas, descubrió el universo del vino sin imaginar que se convertiría en su profesión.
Australia
Después de recibirse en Córdoba, Florencia se instaló en Australia. Su primera parada fue Sídney; luego, por recomendación de una amiga, se mudó a Margaret River, donde los incendios la empujaron a aceptar el único trabajo que había: cosechar uvas.
Con la pandemia, la escasez de trabajadores temporarios la llevó a recorrer todas las labores del viñedo: plantar, podar, entrenar la planta y manejar hectáreas enteras.
Más tarde, ya con experiencia, pasó por Leeuwin Estate, Swings & Roundabouts y Vasse Felix, donde empezó a dar degustaciones y tours. Hoy coordina operaciones y hospitalidad en Moss Wood, una bodega familiar reconocida por su alto nivel.
Mientras trabajaba, se capacitó para certificar WSET –una de las formaciones más prestigiosas del mundo– y llegó al Nivel 3. “Fue durísimo”, admite. Tuvo que estudiar regiones de todo el planeta y aprender degustación a ciegas.
En su análisis, compara estilos con claridad: los vinos argentinos, marcados por la altura, el clima seco y los taninos, difieren de los australianos, más jugosos, frutados y expresivos; mientras que los europeos, más sutiles y elegantes, se basan en tradiciones estrictas y terroirs profundos.
Una nariz especial
–Mito o realidad: ¿podés reconocer variedad y año solo oliendo o probando un vino?
–Un poco mito y un poco realidad. Puedo identificar si un vino es joven o añejo y reconocer variedades comunes por sus rasgos. Me gusta jugar a adivinar, a veces sale y a veces no. Pero lo importante es analizar si el vino está bien hecho, si está equilibrado, si representa su estilo.
–¿Qué hacías en Córdoba y por qué te fuiste?
–A los 17 empecé Económicas en la UNC, pero yo quería viajar. A los 22 hice mi primera work & holiday en Aspen, Colorado, donde hice temporada en la nieve. Trabajé en restaurantes, hoteles, y tuve mis primeros acercamientos al vino. Como viajaba tanto, se me retrasó la carrera, así que el último año me enfoqué en terminarla en la Pascal mientras hacía una pasantía en un banco. Me recibí en junio de 2019 y en octubre ya estaba en Sídney.
–¿A dónde llegaste y qué hiciste al principio?
–Después me mudé a Manly. Trabajé unos cuatro meses como moza en un restaurante japonés fine dining, hasta que decidí cambiar de destino. En esa época, Australia estaba pasando por los incendios más fuertes de la costa este, así que en febrero de 2020 me fui a la costa oeste, a Margaret River.
–¿Y cómo entraste en el mundo del vino?
–Margaret River es una de las regiones vitivinícolas más importantes de Australia, enfocada en vinos premium. Cuando llegué, justo pre-Covid, los restaurantes no estaban contratando, así que el único trabajo disponible era cosechar uvas en los viñedos. Ese fue mi primer contacto real. Después, con la pandemia, había muchísimo trabajo en los viñedos. Empecé en uno grande y aprendí de todo: desde plantar y entrenar la planta hasta poda y manejo general del viñedo.
–¿Cuánto tardaste en especializarte?
–Toda mi experiencia en vinos nació y creció en Margaret River. Primero, trabajé en el viñedo de Leeuwin Estate como asistente, ayudando en lo que hiciera falta, y también en la línea de embotellado. Después pasé a Swings & Roundabouts, una bodega con restaurante muy conocida, donde me metí fuerte en la parte de management y servicio, pero también en la formación en vinos. Más tarde entré en Vasse Felix, la primera bodega de la región, donde trabajé con degustaciones, contaba la historia de la bodega, explicaba los vinos y daba tours. En ese trabajo aprendí a comunicar todo lo que yo ya sabía de vino a los clientes. Y ahora estoy en Moss Wood Wines, que es una bodega muy prestigiosa de Australia. Ahí coordino visitas privadas, hago degustaciones guiadas, manejo parte de la administración y de la logística. Es un rol supercompleto.
–¿En cuánto tiempo te volviste una experta?
–Uno de mis trabajos me ofreció certificarme con WSET, que es una de las formaciones internacionales más importantes del mundo del vino. Hice hasta el Nivel 3, que es bastante intenso y te prepara para trabajar a nivel profesional, analizar vinos en profundidad y entender regiones del mundo, estilos y calidad. Fue durísimo, la parte teórica es bien completa y también tiene una parte práctica de degustación a ciegas.
–¿Qué diferencia hay entre los vinos de Oceanía y los argentinos?
–Bueno, tanto a Oceanía como a Argentina se los denomina “new world”, o “nuevo mundo”, que básicamente son todos los países que no están en Europa. Generalmente, en los países por fuera de Europa hay un clima mas cálido, y eso hace que los vinos sean mas voluptuosos o potentes comparados con los europeos. Los vinos de Australia son bastante distintos a lo que yo estaba acostumbrada en Argentina. Yo crecí tomando vinos con más taninos, más cuerpo, más “estilo reserva”. Eso tiene muchísimo que ver con nuestro clima más seco y, sobre todo, con la altitud, que es algo que Australia prácticamente no tiene en sus regiones principales. La altura en Argentina marca muchísimo el carácter del vino. Acá en Australia el estilo es más afrutado, jugoso y expresivo, y hay una variedad enorme de estilos y uvas. Hay mucha diversidad de climas también, zonas supercálidas como Barossa, que producen shiraz con mucho cuerpo; y zonas mas frías, como Tasmania, que se especializan en pinot noir y en chardonnay. También siento que son más fáciles de tomar, más relajados, más pensados para disfrutar sin tanta ceremonia. Y a mí eso me encanta, te muestra otra cara del vino, más libre y divertida.
–¿Y entre los de Europa y los nuestros?
–Los vinos europeos, sobre todo los clásicos como Francia, Italia o España, son bastante distintos a los nuestros. Suelen ser más sutiles, más de terroir con menos notas de fruta y más de esas notas de tierra, hierbas, especias… como más delicados o finos, elegantes. También tienen un montón de reglas y tradiciones superestrictas que definen cómo se hace cada vino, y eso se nota en el estilo. En Argentina hay mucha más libertad para crear y, al tener tanto sol y un clima más estable y altura, los vinos son mas expresivos, con más cuerpo y potentes.
–¿Y cómo sigue tu carrera? ¿Qué te gustaría hacer?
–Ahora estoy en una etapa de muchísimo aprendizaje. Al trabajar en una bodega familiar con tanta trayectoria, tengo contacto directo con los dueños y puedo ver todo: desde la parte de la hospitalidad hasta la administrativa, la exportación, la logística y, cuando empiece la vendimia, voy a estar cada vez más metida en la parte de producción. Me gustaría seguir estudiando el diploma WSET Nivel 4 y crecer tanto en la parte técnica como en la comercial. Más adelante, me imagino combinando todo lo que aprendí: vinos, operaciones, comercio exterior… y quién sabe, tal vez algún día tener mi propio proyecto.
Florencia no sabe si algún día volverá a Córdoba o si tendrá su propia etiqueta, pero sí está segura de algo: su historia recién empieza. En un mundo donde el vino suele asociarse a tradición y linajes familiares, ella es la prueba de que la pasión, la curiosidad y el trabajo pueden abrir puertas en cualquier rincón del planeta. “El vino me encontró a mí”, dice. Y, por cómo viene su carrera, parece que la historia entre ambos recién está decantando.
