Los fines de semana, al caminar unas cuadras detrás de la estación de trenes de Alta Córdoba, se pueden descubrir curiosas escenas que llegan desde un coqueto salón en la esquina de Jujuy y Bedoya: una noche puede escucharse el fino sonido del jazz en penumbras; otra, personas cantando a los gritos cual karaoke, y un sábado, hombres y mujeres vestidos de gala para asistir a un casamiento.
El concurrido bar se llama Franc y, ocurra lo que ocurra en el salón, en cada mesa siempre habrá una botella de vino.
En diálogo con La Voz, su dueño, Cristian “Kiki” Cabanillas, cuenta de qué va su propuesta cultural y gastronómica. “Franc es un bar de vinos. Hagamos lo que hagamos, el protagonista siempre es el vino”, destaca.
Para hacer la entrevista, prepara una tabla de picada y presenta, con lujo de detalles, un vinyes ocults malbec cot. Es que, además de dueño y emprendedor, Kiki es sommelier. Todo su conocimiento está al servicio de Franc.
Según cuenta, Franc comenzó siendo una simple tienda. “Yo venía del mundo de la noche: organizábamos eventos y teníamos bebidas para distribuir en bares y boliches con varios amigos. Ese era mi rubro. Cuando llegó la pandemia, fuimos los primeros en cerrar y los últimos en abrir”, recuerda.
Y, tras un brindis, continúa: “En ese tiempo empecé a vender vinos desde mi casa. La pandemia, de algún modo, me dio la oportunidad de dejar un poco atrás la noche y empezar a interesarme en serio por el vino. Hice cursos, primero en la Asociación Argentina de Sommeliers y luego con Susana Corti, en Córdoba, de manera presencial. Eso me permitió formarme como sommelier y vender con más conocimiento. Después de eso, decidí crear una marca”.
El nombre elegido no es casual. “Uno de los primeros vinos a los que realmente presté atención fue un cabernet franc, una cepa que me marcó. Cuando la pandemia quedó atrás, abrí el primer local en barrio Jardín: funcionaba como vinoteca y también tenía algunos eventos de degustación. Hoy, Franc es otra cosa”, asegura.
Experiencias y sabores
La propuesta original del bar fue cambiando con el tiempo, impulsada por el feedback constante del público. Kiki, junto con su esposa y el equipo de trabajo, se muestra siempre abierto a escuchar nuevas ideas, tanto de los clientes como de los artistas que buscan un espacio para presentarse.
“Esta noche, por ejemplo, habrá un evento de jazz. Fueron los mismos músicos quienes se acercaron a pedir tocar, y si vemos que la propuesta vale la pena, siempre decimos que sí”, cuenta el dueño con entusiasmo.
“Cuando lanzamos la idea de los falsos cumpleaños o casamientos, empezamos a recibir muchísimos mensajes. El primer casamiento, por ejemplo, nos sumó casi 10 mil seguidores en Instagram. Fue una propuesta que a la gente le encantó y todos querían participar: desde espacios de decoración y pastelerías con sus tortas hasta una jueza de paz que ofreció hacer la ceremonia… ¡e incluso alguien del público dispuesto a oponerse a la boda! Todo termina siendo muy divertido”, cierra.
–Tu idea inicial era abrir un local de vinos. ¿Cómo evolucionó hasta convertirse en bar y espacio cultural?
–Empezó como vinoteca. Después, la misma gente me fue pidiendo otras cosas. Yo sabía que, en algún momento, iba a abrir el bar y que el público me iba a ir marcando el rumbo. Fui escuchando a los clientes y traté de armar un concepto diferente: que puedas venir a tomar una copa acompañada de comida rica, sí, pero además sumar un extra. Hoy la gente paga experiencias. Por eso, más allá de una copa, una tabla o unas pastas, agregamos el plus de los eventos. Los vamos cambiando constantemente para que no se repitan y así atraer público nuevo y sostener a los clientes de siempre.
–¿Cómo ves hoy el panorama gastronómico y de bares en Córdoba?
–Córdoba progresó bastante en gastronomía, coctelería y bares. Sin embargo, todavía falta que la gente se anime un poco más, que confíe en que le puede ir bien. Obviamente, la situación del país está complicada, pero, si ponés empeño y dedicación, el público lo vas a encontrar y la gente te va a acompañar. La gente se está animando a proponer cosas nuevas en gastronomía, pero todavía queda camino por recorrer.
–¿Existe apoyo entre colegas del rubro?
–Sí, hay bastante apoyo entre sommeliers y colegas, sobre todo con recomendaciones. Pero, en mi caso, el principal sostén son los proveedores. Trabajo con muchos y siempre me acompañan con lo mejor: acciones comerciales, eventos con enólogos o dueños de bodegas. Ese respaldo es clave para poder seguir creciendo.
–¿Cuáles son los puntos fuertes que hacen funcionar a Franc?
–Lo principal es la experiencia de la cata a ciegas que hacemos todos los días, de forma personalizada. Yo soy sommelier y la mayoría del equipo también lo es, entonces podemos guiar a la gente a descubrir varietales distintos, bodegas boutique, chicas o grandes, que muchas veces no conocen. Queremos recomendar y dar a conocer cepas no tradicionales. Además, sumamos la comida casera: por ejemplo, las empanadas las hace mi mamá. Ese toque hogareño se nota.
–Y los eventos…
–Otro diferencial son los eventos, que renuevan la propuesta y atraen tanto a clientes nuevos como a los que ya nos eligen. Lo más valioso es la gente que viene: la buena vibra y la energía que se genera en Franc. Los clientes lo destacan antes, durante y después de venir. Se nota porque vuelven, y siempre se suma gente nueva.
–Con ese movimiento, ¿pensás en abrir otro local?
–Sí, lo estamos estudiando: distintas zonas y locales para un producto parecido al actual, siempre con Franc como protagonista. Soy metódico: estuve un año investigando antes de abrir esto y voy a tomarme otro año para evaluar lo que sigue. Incluso los eventos los pensamos así: los charlamos con el equipo y también con los clientes, que nos tiran ideas. Después los desarrollamos y les damos una vuelta de tuerca para que salgan bien.
Franc Wine House
Jujuy 1496, esquina Bedoya, barrio Cofico.
Abierto de martes a sábados de 19 a 2.
Efectivo y tarjetas.