Un ex-CEO de una multinacional, ya jubilado, fabula una obra de arte total; el hijo, narrador de autoficciones, teme ser vampirizado por su padre; un amigo, gerente retirado y ahora coach empresarial, ayuda con sus consejos; un asistente de IA, alimentado y seteado con grabaciones y archivos, es involucrado en el proyecto; y, sumado a eso, las discrepancias entre los protagonistas. Con un panorama así, ¿qué puede salir bien? O en todo caso, ¿hay posibilidades de que algo no salga mal?
Poco importa que el lector encuentre las respuestas a estas preguntas, porque Unilever es, antes que nada, una plataforma de múltiples voces y capas orientadas a diversas cuestiones: tematizar las tensiones filiales; esbozar microteorías sobre el arte y el capitalismo; describir la pregnancia de las marcas en la vida cotidiana, y advertir sobre las expectativas que los humanos depositan en los sistemas de inteligencia artificial.
La ficción total
Unilever es el cuarto libro del escritor cordobés Andrés Dapuez, quien publicó con anterioridad Museo Dapuez (relatos), Monedas peronistas y Mar (nouvelles), además de ser investigador académico especializado en antropología económica.
“En mis incursiones al baño, cuando olvidaba el celular, me ponía a leer las etiquetas de cremas y de champú –las más delirantes–, que refieren a ‘arcilla extraordinaria’, a ‘hair food de sandía, fórmula vegana’, o a ‘purificación con células madre´. Un día me dije: ‘Esto sí que es literatura’”, comenta sobre el germen del libro. Y la cosa siguió así: “Empecé a pensar que más allá del mecanismo publicitario, de sus imágenes y del engaño evidente, hay también una empresa literaria que se dedica a instaurar mundos para acelerar o directamente para crear el acto de consumo. Que una multinacional como Unilever, o cualquier otra que cotice en Wall Street, avance en sus funciones creativas por medio de una IA para que consumamos más y más rápido sus productos fue solamente una consecuencia del descubrimiento de sus poderes creativos”.
En el mundo real, Unilever es una marca global con sede en Londres que fabrica alimentos y artículos para la higiene y el cuidado personal. En la ficción, el padre del narrador, ex-CEO en Argentina, se propone un plan desmesurado. “¿Por qué nadie hizo una novela cuya protagonista fuera una multinacional? Unilever está en todos lados, en las comidas balanceadas para perros y gatos, en los jabones en polvo para lavar la ropa, en los dentífricos, en todos lados”, dice en uno de los parlamentos que el hijo transcribe de las conversaciones que mantuvo con él.
–El proyecto de obra de arte total remite, de alguna manera, a las vanguardias...
–Es distinto al de las vanguardias. Él quiere modificar la experiencia de la vida cotidiana, experiencia que ya está modificada por los productos que consumimos. A partir de estos preceptos del consumo, dos delirios literarios colapsan: el de la vanguardia, que pretende un arte total, y el de la empresa, que intenta convertirse en un monopolio que lo fabrica todo, desde jabones hasta formas de vida. En resumen, sin darnos cuenta, los consumidores vivimos en una suerte de ficción subliteraria.
La novela comienza con una extensa carta que el padre le envía al hijo desde Nueva York, sobre el final le adjunta las reseñas que hizo sobre sus primeros seis libros. En los apartados siguientes, el hijo cuenta de su solitaria y cómoda vida en las sierras, donde sus días transcurren sin demasiadas alteraciones, escribiendo narraciones íntimas y familiares que publica con regularidad y que le han proporcionado un reconocimiento moderado.
A medida que pasan las páginas, y con la aparición de otro protagonista, también exgerente de la empresa, empiezan primero a diseñar y luego a ejecutar la obra con la asistencia de la IA de Unilever. Más adelante, entre la colaboración coordinada o no y la tensión entre los egos, la narración se deforma y descontrola, al punto de que el lector quizás llegue a preguntarse ¿quién está detrás de qué?
Dispuesta filial
La nueva apuesta del padre produce un inquietante efecto en el hijo, quien no puede aceptar que haga pie en su profesión y que además aspire a corregirlo con una novela que sea todo lo que las de él no pudieron ser. Si uno había imaginado su universo ficcional en torno a la cotidianeidad, el otro venía a decirle que esa cotidianeidad está mediada por una forma de producir sociabilidad que tiene el sello de las marcas y de sus artículos.
–El proyecto de uno está destinado a colapsar con el del otro.
–Sí. La relación melancólica entre literatura y vida, representada por el hijo escritor, es ridiculizada, superada y cancelada por la empresa de escritura del padre. Lo que este maníaco intenta es una novela total que se viva más con los sentidos –vinculados con el consumo de productos para la piel y el olfato– que con metáforas y tropos lingüísticos. Desodorantes, jabones, comida, etcétera, toman el rol protagónico en una obra que se “escribe” a través de una IA generativa. El autor quiere que su texto se continúe por medio de objetos de consumo masivo, publicidades y nudges subliminales.
–¿Qué opinás de la escritura con IA y su impacto en lo que habitualmente se denomina “experiencia” y en los recursos que se utilizan para narrarla, transmitirla o compartirla?
–Mi profesor en la universidad, Marcel Detienne, mostró, contra su maestro Lévi-Strauss, que los mitos no son más que historias que nos contamos unos a otros. Si no hay mitologías, si los límites de la literatura también estallan y sólo hay una larga conversación entre humanos, que seguramente seguirá con la IA y con otras prótesis que nos inventemos, nuestra función como hacedores de historias es tan importante, o tal vez más, que nuestra función como hacedores de cosas y de humanos. Los equívocos que producimos y las correcciones que necesariamente nos hacemos los unos a los otros reafirman que dependemos brutalmente de los que nos antecedieron. El hecho de que seamos seres fundamentalmente ridículos nos obliga a seguir contando y a reír. El resto es la nada misma, sobre la que también se han escrito hermosas páginas.
Para leer Unilever

Andrés Dapuez
Borde Perdido Editora
104 páginas
2025