La lectura de algunos libros equivale, en la práctica, a un curso de especialización en una disciplina en particular. Lo mejor del caso es que ningún libro se publica con ese objetivo, sino que algunos lo alcanzan sin proponérselo.
Ejemplo, El fuego de la imaginación, primer volumen de la obra periodística de Mario Vargas Llosa, que reúne 145 artículos escritos entre 1963, cuando aún no había cumplido 30 años, y 2020, una década después de que recibió el premio Nobel de Literatura.
El periodismo cultural, o la crítica a secas, sin adjetivo, es el común denominador de estas casi 800 páginas. Todo lo que es necesario aprender para practicar esa imprescindible actividad social (porque, como explicó Terry Eagleton, la crítica cumple una importante función social) encuentra aquí magníficos ejemplos. Es que Vargas Llosa ejerce con tal maestría el arte de la argumentación que termina demostrando que argumentar es, al fin y al cabo, y aunque parezca una exageración, un arte.
Hay textos que se restringen a lo meramente descriptivo y otros cuya finalidad es transmitir un puntilloso juicio de valor. Hay textos que abordan un objeto individual, preciso, bien definido, y otros que proponen una mirada colectiva, panorámica, de una serie de objetos.
A veces, se trata de la obra de un artista determinado; en otras, de la semblanza del artista, a propósito, por ejemplo, de su muerte. Hay, también, textos pensados para participar de una polémica o para rebatir lo que otro crítico ha escrito; y como hace unos 60 años que Vargas Llosa es un referente ineludible de la esfera pública internacional, hay ocasiones en que ha tenido que defender sus opiniones o su propia obra.
Hay, por supuesto, una gran cantidad de textos que giran alrededor de la literatura. Pero también hay sobre teatro, cine, artes plásticas, arquitectura. Una serie de artículos permite pensar las condiciones de recepción de las “novedades”, sea un libro, una estética “vanguardista”, una puesta teatral. Otra, al contrario, las revisiones históricas que emprende el crítico bajo distintos condicionantes del presente.
Cómo se cita, cómo se refuta, cómo y por qué se valora un producto cultural; en otras palabras, cómo se lee y se interpreta la producción cultural en general y la de cada disciplina específica, las proyecciones estéticas de los autores, sus influencias, sus posicionamientos en el campo, las relaciones entre la teoría y la práctica, los vínculos entre la realidad y el arte… todo está aquí, para deleite del lector.
Va de suyo que el conjunto, finalmente, termina transmitiendo con meridiana claridad “el-canon-del crítico”, en este caso, Vargas Llosa, que muy tempranamente concluyó que “la razón de ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica”.
- El fuego de la imaginación. Obra periodística I. Libros, escenarios, pantallas, museos. Mario Vargas Llosa. Alfaguara. 792 páginas