Superficie, población, perfil productivo, idiosincrasia, cultura, historia son algunas de las similitudes que llevan siempre a cotejar los parecidos entre la provincia de Córdoba y Uruguay.
Córdoba tiene 165 mil kilómetros cuadrados y Uruguay, 176 mil. Córdoba tiene 3,9 millones de habitantes y Uruguay, 3,6 millones. La provincia y el país tienen la misma matriz de producción agrícola ganadera. Las manifestaciones culturales y el comportamiento de sus pobladores son bastante similares.
Hay un elemento central de esos parecidos que nos hermanan a cordobeses y a uruguayos, y pasa por esa relación inevitable de coexistencia y rivalidad con el puerto de Buenos Aires.
Pero vamos a repasar la historia para ver cómo estas similitudes se asientan en lazos desde la época de la formación nacional.
Liga de Pueblos Libres
Por un breve período, tanto Córdoba, Santa Fe, Corrientes, Misiones y la Banda Oriental (Uruguay) integraron “La Liga de los Pueblos Libres”, comandada por José Gervasio Artigas.
En 1815, el gobernador José Javier Díaz publicaba: “La provincia de Córdoba queda enteramente separada del gobierno de Buenos Aires (...), bajo los auspicios y protección del General de los Orientales, que se constituye en garante de su libertad”, colocando a Córdoba en la órbita de Artigas.
Díaz fue el primer gobernador elegido por el pueblo cordobés a través de sus representantes en el Cabildo, luego de que el anterior, Francisco Ortiz de Ocampo, colocado por Buenos Aires, renunció ante la presión de Artigas.
En la gestión de Díaz, Córdoba se convirtió en la única provincia en firmar dos veces la declaración de independencia, en 1815 en el Congreso de Oriente y la del 9 de Julio de 1816 en Tucumán de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Del lado oriental, hubo todo un proceso de discusión respecto a mantenerse dentro de las Provincias del Río de la Plata o declarar la independencia para enfrentar el avance de Brasil.
Finalmente, en 1825 Uruguay declara su independencia y comienza un proceso de construcción institucional.
Proyecto artiguista
Antes, entre 1812 y 1817, el proyecto artiguista tuvo fuerte ascendencia en Córdoba, en especial por la idea de unir a esta provincia mediterránea con el litoral sin caer en el proyecto hegemónico del puerto de Buenos Aires, plantea el historiador Roberto Ferrero.
El extitular de la Junta Provincial de Historia y presidente honorario del Instituto Federal Artigas Córdoba sostiene que las ideas federales del caudillo de la Banda Oriental calaron hondo por estos lados, aunque ciertos sectores observaban con recelo la reforma agraria y el reparto de tierras a los “negros libres, zambos de igual clase, los indios y criollos pobres”.
Ferrero recuerda que el artiguismo declinó con la derrota del Protector en 1820 en Tacuarembó frente a las tropas lusobrasileñas, pero resalta que “sus ideas alimentaron la construcción del federalismo en la región, marcando una etapa clave en la historia política de Córdoba y el interior argentino”.
Y agrega que los principios del Protector triunfaron en Córdoba a través de Juan Bautista Bustos, el primer gobernador constitucional que se puede considerar un discípulo postrero que trata de llevar a cabo los proyectos de organización federal de Artigas.
También el José María Paz, que se pasó al bando unitario pero mantuvo sus ideas federales, mantuvo una larga reunión con Artigas, cuando ambos estaban en el exilio en Paraguay.
Tradición jesuita
Pero podemos remontarnos algo más en la historia. Tanto en Córdoba como en Uruguay es innegable la huella de los jesuitas. La Universidad Nacional de Córdoba (UNC), la primera de la región, y la posterior Universidad de la República Uruguay (Udelar) tienen sus raíces en la herencia jesuita.
En la Estancia de Caroya, después de la expulsión de los jesuitas ordenada por la corona española a mediados del siglo XVIII, se estableció la primera fábrica de armas blancas para abastecer a los ejércitos independentistas.
La ubicación de la Estancia de Caroya en el Camino Real que conectaba el Alto Perú con el puerto de Buenos Aires la convirtió en un lugar estratégico para las tropas en el contexto de las guerras de independencia.
Donde antes se oraba, educaba y producían alimentos, se convirtió en una usina de sables, espadas y puntas de bayonetas.
Allí se forjó una espada que el gobernador Díaz obsequió en 1815 a Artigas.
En Córdoba, como en el resto de las provincias, convivían dos posturas: los federales, partidarios del militar uruguayo, con visiones opuestas a las de Buenos Aires y en frente aquellos que tenían una visión más cercana al gobierno del Directorio porteño.
Ese sable se encuentra hoy en el Museo Histórico Nacional de Uruguay, en Montevideo.
En 1955, año en donde desde Córdoba se gestó la autodenominada “Revolución Libertadora” que derrocó el segundo gobierno de Juan Domingo Perón, al inaugurarse una estatua de Artigas, las Fuerzas Armadas Uruguayas ofrendaron a la provincia una copia exacta del sable, que se exhibe actualmente en la Estancia de Caroya.
El parque Sarmiento fue el lugar elegido para emplazar el monumento en homenaje al general José Gervasio de Artigas, inaugurado el 30 de octubre de 1955.
Se trata de una réplica de bronce de la que se encuentra en Montevideo y fue realizada por el escultor José Luis Zorrilla de San Martín, padre de la actriz China Zorrilla.
En su pedestal puede leerse: “1815. Córdoba ofrenda una espada de honor al ‘Protector de los Pueblos Libres’. General José Gervasio de Artigas”. Acompaña esta inscripción una célebre frase del uruguayo: “Con libertad no ofendo ni temo”.
Largo derrotero
El periodista y escritor Silverio Escudero plantea que la estatua de Artigas ha sufrido “el destrato” de los cordobeses.
Sucede que la estatua, que fue emplazada en el parque en 1955, había sido forjada y traída a nuestra ciudad más de 12 años antes. “Cerca de un millar de personas se dieron cita en la estación de trenes y marcharon dando vivas al general Artigas y a Uruguay a lo largo de la calle San Jerónimo-27 de Abril”.
En vida, el general Artigas tuvo que enfrentar muchos obstáculos y enfrentar poderosos intereses de sectores terratenientes y comerciales, que incluso lo llevaron a tener que terminar su vida en el exilio, en Paraguay. Más de 100 años después, se reeditaron esas batallas.
Escudero sostiene que “Esta vez, la aduana inventó mil y una objeciones –absurdas en su mayoría– para evitar el ingreso de la efigie y congraciarse con el presidente Ramón Castillo, notorio admirador de Adolf Hitler y militante destacado del partido nazi en el exterior, que conducía el ministro de Agricultura del Tercer Reich, el argentino Richard Walter Darré. Artigas era una amenaza para el nazismo criollo”.
Luego de la Revolución del ‘43, el golpe de Estado protagonizado por el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), visitaron la provincia personalidades como Gustavo Martínez Zuviría, mejor conocido como Hugo Wast, ministro de Justicia e Instrucción Pública de Argentina. Según Escudero, en ese momento “los censores dieron con los cajones que contenían la estatua de bronce prohibiendo que sea mostrada y, en esos gestos de censura tan característicos del período, ordenaron arrancar las hojas de los libros de lectura (que usaban nuestros padres y abuelos) referidas a José Gervasio de Artigas y a la República Oriental del Uruguay”.
Ya en la presidencia de Juan Domingo Perón, el interventor federal designado para Córdoba, Román Alfredo Subiza, según Escudero, “ordenó secuestrar y fundir la estatua de Artigas allí donde se encontrara”. “Forma parte de quienes, junto al liberalismo, la masonería, el socialismo, el comunismo y el totalitarismo atacan al Episcopado Argentino y al Jefe del catolicismo, el Soberano Pontífice”, indica.
El vicegobernador Federico de Uña mandó a destruir en el centro de la plaza San Martín la estatua del “impío oriental”, según una comunicación oficial.
Cuando se produjo el golpe que derrocó al peronismo, el escribano Godofredo Lazcano Colodrero develó dónde estaba guardada la estatua.
Después de los trámites de rigor, se erigió en el Coniferal el pedestal que sostendría la estatua de Artigas. El acto fue multitudinario.
Cientos de alumnos y millares de cordobeses se dieron cita en la rotonda. Alfredo Palacios, el primer diputado socialista de América latina y embajador argentino en Uruguay, fue el orador principal.
Luego, en octubre de 1965, hubo un gran acto en el monumento encabezado por el gobernador Justo Páez Molina en homenaje a la confraternidad rioplatense.