Pasamos la mayor parte de nuestra infancia temiendo a las brujas, dada la cantidad de cuentos que nos hablaban de lo malas que eran estas señoras vestidas de negro, con sombreros altos y feas caras, y que tenían el poder de volar en escobas. Pero ¿qué hay detrás de esa representación que comenzó en el siglo XIV?
En la Europa occidental del siglo XIV, las “brujas” eran mujeres de comunidades campesinas que sanaban a los enfermos, sobre todo a los más humildes. Tenían conocimientos del cuerpo humano y de hierbas que se usaban, por ejemplo, como analgésicos. Eran parteras y personas muy respetadas por la comunidad. Su conocimiento estaba basado en la experiencia y, al parecer, eso molestó a la Iglesia, que en ese momento condenaba el conocimiento de la naturaleza por no estar basado en la conexión con la divinidad.
¿Qué pasó con ellas? En pleno apogeo de la Iglesia cristiana y del estado feudal, se comenzó a verlas como una amenaza a su poder, ya que podrían generar sublevaciones campesinas. Por ello se implementó un plan de terror para perseguirlas y eliminarlas argumentando que estas mujeres tenían algún pacto con el demonio. Se las acusaba de poseer sexualidad femenina (y que esto hechizaba a los hombres y los volvía estériles, entre otros males), de estar organizadas y de tener poderes “mágicos” sobre la salud, basados en la hechicería.
La caza de brujas en lo que hoy conocemos como Alemania, Italia, España y otros países incluyó prácticas concretas de torturas (azotes, quemaduras con clavos calientes, entre otras) y luego ejecuciones en hogueras. Esta persecución a ellas y a todo aquel que no las denunciara hizo, por ejemplo, que Paracelso, considerado el padre de la medicina moderna, quemara su manual de farmacología confesando que “todo lo que sabía lo había aprendido de las brujas”.
Bárbara Ehrenreich y Deirdre English describen en el libro Brujas parteras y enfermeras. Una historia de sanadoras femeninas cómo la eliminación de estas sanadoras permitió la instalación de la medicina "profesional", con las primeras universidades y el monopolio de los hombres en el ejercicio de la medicina, ya que a las mujeres no se les permitía estudiar.
Acá, recién en el siglo 21, estos personajes condenados por la historia comienzan a aparecer de nuevo en la conciencia colectiva, sobre todo de quienes vienen reclamando mayores derechos para las mujeres. “Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar, ¡hey!”, repite un grupo de chicas en una marcha por el Día de la Mujer mientras otras llevan carteles que cuestionan: “¿Por qué nos hicieron temer a las brujas y no a quienes las quemaban vivas?”.