En el marco de la 49ª Feria Internacional del Libro que se lleva adelante en Buenos Aires hasta el próximo 12 de mayo, este lunes se anunciaron los resultados del Concurso Literario Fundación El Libro 2025, que distingue anualmente a volúmenes de cuentos inéditos escritos en lengua castellana. Y en esta oportunidad, la literatura cordobesa recibió una muy buena noticia.
La séptima edición del certamen, que contó con más de 500 postulaciones provenientes de 24 países, eligió al coterráneo Sebastián Menegaz como ganador del premio mayor. El volumen de cuentos ganador fue presentado con el seudónimo Woody Bellani, que corresponde al autor de Villa Icho Cruz. El podio, en tanto, lo completaron Noemí Solimando y Jorgelina Palavecino, segundo y tercer premio respectivamente.
El jurado, integrado por los escritores Alejandra Kamiya, Margarita García Robayo y Juan Becerra, seleccionó las tres obras que recibirán sus respectivos galardones este miércoles 7 de mayo, desde las 19, en la Sala Domingo Faustino Sarmiento del Pabellón Blanco de La Rural.
En el caso del autor cordobés, fue premiado por su libro inédito Los tripulantes del Snark. La obra ganadora fue distinguida por “avanzar con una escritura sólida, segura. Tanto que se permite disfrazarse de traducción y hacer toda clase de juegos para ir creando un universo propio”. El premio económico para esta distinción es de 5 millones de pesos.
Nacido en 1981, Sebastián Menegaz es escritor, crítico y realizador cinematográfico y se graduó en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba. Actualmente es colaborador en medios como Otra Parte, El Diletante y Hurlingham Post.
Su libro de cuentos El espectáculo transparente (2015) obtuvo el Premio Provincia de Córdoba de Literatura. Su primera novela, La liga harapienta (2022) recibió un reconocimiento del Fondo Nacional de las Artes en 2019. También es autor de El último moscovita, novela publicada en 2025.
Sobre ese último trabajo, el escritor Martín Kohan escribió hace algunas semanas: “Los precursores son precursores porque Menegaz escribe ahora sus novelas. Y eso lo exime de la condición subsidiaria del continuador o del émulo. Ni homenaje ni remedo ni mera recapitulación; es lograr que eso que las palabras hicieron en la lectura, como por sí mismas, pasen a hacerlo en la escritura, sigan haciéndolo en una escritura. Y es que es así, siempre con otros, que un escritor define un lugar muy propio; el de Sebastián Menegaz es muy gozoso, uno sonríe o se ríe en tal parte o en tal otra, y no es sólo por su notable humor (su sentido del humor y su sinsentido del humor), sino por la felicidad que nos da estar viendo eso que vemos: el lenguaje, sí, el lenguaje”.