Buenos Aires, primavera de 1997. El Eternauta está cumpliendo 40 años, y Francisco Solano López, que pronto va a cumplir sus 70, está terminando de dibujar “El mundo arrepentido”, la primera historia del personaje que se publicará tras la controvertida tercera parte, no realizada por él, de 1983.
En 15 o 20 días más, esa “intercuela” comenzará a aparecer, de a una página por semana, en la revista Nueva, que acompaña la edición dominical de La Voz y de otros diarios de provincias. Junto con el maestro, como guionista y ayudante de dibujo está trabajando el talentoso cordobés Pablo Maiztegui, de 27 años.
Por ese amigo que hizo historieta subte en Córdoba antes de migrar a España y de vincularse con don Francisco casi por casualidad, el aquí firmante, que daba sus primeros pasos periodísticos, llegó al departamento de Solano, muy cerca de las barrancas de Belgrano.
Rescate histórico
Lo que sigue es un recorte de los 43 minutos grabados en casete aquella tarde, inéditos hasta esta publicación.
−¿Desde cuándo viene el deseo de retomar “El Eternauta” y cómo surgió?
−En el ′94 volví a Argentina y me empecé a dar cuenta, por comentarios de muchachos que venían a verme, de que El Eternauta seguía en la cabeza de la gente. Entonces sentí que hacía falta que esos que seguían leyendo las reediciones que hacía Alfredo Scutti con Ediciones Record tuvieran una nueva visión, pudieran preguntarse “¿qué sería del Eternauta ahora? ¿Qué estaría haciendo?”.
−Alguna vez lo escuché decir que, cuando estaba haciendo el primer “Eternauta” (entre 1957 y 1959), amigos suyos se acercaban a ver el trabajo antes de que se publicara. ¿Cómo...?
−Sí, yo en esa época vivía por aquí y no tenía mucha comodidad en casa para trabajar. Y a tres cuadras tenía un amigo que vivía en una casa grande con jardín, y al fondo, en una terraza, su padre había hecho unas piezas que no se estaban usando. Entonces hablé con él y me dijo que podía ir a trabajar allí. Y como era la casa de mi amigo, estaban su hermano, los amigos que iban a visitarlo…
−¿Gente de qué edad?
−Y… yo tenía más o menos la edad de Pablo (Maiztegui): 25, 27… Habíamos ido al bachillerato juntos y esas cosas. Entonces éramos muy amigos. Y la curiosidad era que yo estaba dibujando historietas ahí al fondo. Y después pasó a ser que estaba dibujando la de una invasión extraterrestre que pasaba en Buenos Aires. Y yo todas las semanas tenía que entregar tres o cuatro páginas, entonces cuando un chico de la editorial me traía el guion manuscrito por Héctor ellos iban a ver qué le pasaba al Eternauta esa semana, porque la semana anterior ya habían estado mirando qué pasaba y se habían quedado con la curiosidad: “¿Ya llegó El Eternauta? ¿Qué vas a hacer?”. Y mientras yo dibujaba, ellos estaban ahí al pie, esperando que las páginas salieran del horno para verlas.

De memoria
−En cuanto a los lugares reales de Buenos Aires que aparecen dibujados, ¿cómo hacía? ¿Iba a esos lugares a documentarse, lo hacía con fotos…?
−Bueno, yo fui siempre un poco haragán para andar haciendo esas cosas. Y, además, a la par de El Eternauta, hacía otras dos o tres historietas para Hora Cero quincenal, Frontera quincenal y el suplemento semanal de Hora Cero, para Libro de Hierro, Batallas Inolvidables… Entonces estaba todo el día en la mesa de trabajo, no tenía tiempo para salir a tomar apuntes. Y tampoco lo necesitaba, porque toda esa zona desde donde vivía Héctor, donde se inicia la acción, en Beccar, en Olivos, en Vicente López, todo el recorrido que hacen los personajes, que pasan por Belgrano, avenida Libertador, General Paz, hasta el centro pasando por plaza Italia, eran todos los barrios donde yo había vivido desde chico. Así que todo eso yo lo conocía: viajaba siempre en ese subterráneo, iba al zoológico…
−¿La glorieta que está acá enfrente (Solano vivía muy cerca del antiguo quiosco de música donde transcurre una escena clave)?
−La glorieta la hice de memoria. El cruce de avenida General Paz de aquella época, que ya no es lo que era, también. La plaza Italia, con su monumento a Garibaldi, de memoria. Y así sucesivamente: la entrada del zoológico, la estación… Cuando llegamos a la Plaza del Congreso, la necesidad de hacer una distribución del espacio y de las cosas que se veían desde la azotea. Dio la coincidencia de que tenía unas fotos de Buenos Aires donde había una toma de la plaza, y entre el recuerdo que tenía y esa foto, que todavía la debo tener por ahí...
−¿Y el estadio de River?
−También de memoria, porque había pasado muchas veces por ahí.
−¿Sin ser de River?
−Sí, era de River en aquella época. Y alguna vez había ido a la cancha, de chico. No salió idéntico, pero en fin...
−El personaje Germán, aunque es un guionista, no tiene la cara de Oesterheld…
−Sí, yo no le puse su cara porque ya se la había puesto Hugo Pratt en “Ernie Pike”, aquel periodista que contaba historias de la guerra en Europa y en el Pacífico, de norteamericanos, japoneses y nazis. Entonces, cuando me tocó a mí hacer El Eternauta y Oesterheld se volvió a poner...
−¿Él se puso como personaje, lo dejaba por sentado?
−El guion sugería mucho la idea de que era él quien escuchaba la historia de El Eternauta al comienzo. Entonces yo no hice su cara, pero hice todo lo que tenía alrededor. La casa que dibujé era como la de Oesterheld. Él tenía la pieza en la planta alta, donde escribía, que en un costado tenía una ventana, y otra ventana haciendo ángulo. Escribía de espaldas a la ventana y tenía un sillón delante en su escritorio, como el que dibujé: antiguo, de madera, con esas mismas formas. Todo era igual, menos la apariencia de él, porque lo hice medio rechonchito y de pelo liso, tirado para atrás. Pero todo el entorno era como donde vivía Héctor.