Hace poco más de un año, Ezequiel Fernández Moores despidió a César Luis Menotti con un texto a la altura del legado del DT rosarino. El periodista deportivo, reconocido por sus notas plenas de sabiduría y rigor, lo hizo en el sitio elDiarioAR, uno de los medios con los que colabora.
A una semana del fallecimiento del “Flaco”, tituló “Menotti, el refundador de la selección” y en 1.120 palabras acercó todas las aristas de un personaje fascinante, que se convirtió en un técnico revolucionario (sí, revolucionario) después de una modesta trayectoria como jugador.
A esa sentida despedida le leyó Paula Rodríguez, editora de Sudamericana que le recomendó a Fernández Moores ampliar ese perfil exhaustivo al formato libro, aunque con la presión de terminar el trabajo en seis meses. Porque la idea era llegar a la reciente Feria del Libro de Buenos Aires.
Y así fue que se publicó Menotti, el primero. Historia del Técnico que refundó la selección, opúsculo que en 240 páginas convierte en capítulo lo que en el elDiarioAR tenía estatus de subtítulo. Esto es, la niñez – adolescencia en el acomodado barrio de Fisherton, aunque en el seno de una familia peronista; sus inicios en el fútbol en simultáneo con lecturas que ampliaron horizontes; su giro decidido a la izquierda que lo convirtió en partidario del PC; el Huracán campeón del ’73; su obsesión por imponer nuestra identidad futbolística (“La Nuestra”) para neutralizar el avasallamiento físico europeo; la asimilación de visionarios colegas alemanes, húngaros y holandeses; su altivez bohemia…
Y por supuesto, en el citado libro se analizan detalladamente los tres aspectos más sobresalientes del Menotti posicionado como marca en nuestro inconsciente futbolero: la contradicción de ser un comunista Campeón del Mundo con la selección en Argentina ’78, con la maquinaria asesina de la dictadura a pleno; su pelea visceral con Carlos Salvador Bilardo; y el controversial legado del achique, recurso que los resultadistas desprecian por arriesgado pero que los líricos abrazan por considerar el medio más corto para recuperar la pelota, asegurar el control del juego y, por supuesto, llegar al gol.
“Primero fui reacio a la invitación porque, la verdad, estoy con poco tiempo, con mucho laburo. Además, un libro te implica muchísimo trabajo que jamás vuelve en términos económicos”, cuenta Fernández Moores en contacto con La Voz y sobre cómo llegó a Menotti, el primero. Historia del Técnico que refundó la selección.
“Mientras uno tiene mucho trabajo, es difícil hacerlo –refuerza-. Pero como soy un hombre influenciable, Paula me convenció. A su vez, admito que me tentó mucho porque se trataba de Menotti, de 50 años de fútbol argentino. Tengo que aceptar que a este libro lo estoy escribiendo desde hace casi 50 años, en realidad”.
–¿Por qué?
–Es que en el Mundial ‘78 yo tenía 19 años y fue el primero de los nueve que cubrí como periodista. Siempre me quedó una deuda con el ‘78. Hice documentales para televisión y radio, escribí muchísimos artículos para todas partes del mundo sobre él. También tenía un libro escrito, que nunca publiqué. Lo escribí en el ‘82 y tuve que pararlo un año por un problema familiar. Pero cuando lo retomé, ya era un poco fácil pegarle a la dictadura. Originalmente, ese libro tenía un sentido de denuncia… Entonces, siempre me quedó pendiente contar en términos gráficos el ‘78.
–Con respecto al rol de César como DT de la Selección en la dictadura, relevás con rigor todos los acontecimientos y filtrás sutilmente un posicionamiento. Si yo te pido uno más explícito, ¿qué me dirías?
–Es sutil mi posicionamiento porque, en general, me gusta pensar junto al lector o al oyente. Y a veces, las cosas en blanco o negro no me resultan del todo atractivas. Siempre adhiero de ese gran fotógrafo brasileño que acaba de fallecer que era Sebastião Salgado. Una vez le preguntaron por qué sus fotos eran siempre en blanco y negro, y él contestó “porque mi gris tiene muchos matices”. Me gusta el matiz en términos del análisis. Partir de la certeza de que a veces las cosas no son blanco y negro, y de que tenemos que convivir con las contradicciones. No me gusta ponerme en juez, ni en policía, ni en sumo sacerdote. Pero más allá de que te pueda parecer sutil, la verdad es que eso es lo que pienso. Entiendo esa contradicción de Menotti. En una larga charla que tuvimos hace tiempo él me preguntó “¿Pero vos no trabajaste en la dictadura?” Y cuando le dije que sí, me repreguntó “¿Entonces vos qué eras? ¿El periodista de la dictadura?”
–¿Cómo continuó esa charla?
–Le dije “Pero tu rol era un poco más fuerte, ¿no?” Lo que me hubiese gustado es que El Flaco hubiera estado más abierto a hablar del tema. Él se cerraba mucho porque se ponía a la defensiva. “No tengo que explicar nada porque no hice ninguna cagada. No tengo por qué pedir disculpas ni justificarme”, era su modo de abordar la cuestión. A mí me parecía extraordinario hablar sobre eso para ver cómo se maneja el poder y la propia contradicción en esas circunstancias. Y la contradicción no como dedito que apunta sino en el más humano de los sentidos. La contradicción nos humaniza. Se sintió en la mira por eso. Hasta está ese libro famoso Manotti, el director técnico del proceso (1983, Gasparini - Pónsico)… En fin, él sentía que en los cuestionamientos se buscaba quitarle méritos a la conquista.
El achique, ningún delirio
–Hace unos días, percibí que el Independiente de Vaccari tiró peligrosamente el achique. Y al Barcelona, el recurso le permitió ganar La Liga de España aunque no llegar a la final de la Champions. ¿Te pido otro posicionamiento sobre esta cuestión, la cuestión del achique? ¿Bancás ese delirio?
–En tu pregunta no me estás dejando muchas opciones (risas). ¡Ya me estás tratando de delirante si te digo que lo banco!
–Tenés razón. Caí en la de Caputo tratando de “estúpido” a Darín. Sacá “ese delirio” de la pregunta.
–A ver. OK, no llegó a la final de la Champions, pero Barcelona está considerado como el mejor equipo de la temporada. Si lo hace ese equipo (el mejor de la temporada, vale insistir), es evidente que el achique es un recurso para ganar. Rechazo que sea un delirio, pero está claro que tiene sus riesgos. Tenés que tener una buena zaga. Menotti lo quiso hacer en River con Passarella ya de 33 años e Higuaín de 31. Y claro, los pasaron muy fácil. En ese caso, fue un problema. En Boca… Menotti agarró un Boca 14º y tirando el achique lo llevó a la punta, a disputar el título hasta las últimas fechas. Ahora, una vez que le tomaron la mano, el recurso se convirtió en un problema más que una ventaja. ¿Viste cuando te dicen “¿Cuál es el Plan B?”? Bueno, Bielsa solía contestar “Mi Plan B es mejorar mi Plan A”. Entonces, en este caso sería mejorar el achique. Obvio que vemos los goles que les hacen a los equipos que tiran el achique, pero analizamos mucho menos los goles que hacen gracias a él. ¿Cuántas pelotas habrá recuperado el Barcelona en campo rival que le permitieron llegar mucho más rápido al gol?
–Sería un dato abrumador, seguramente.
–Es como el eterno tema de la Holanda del ’74 y el pressing. ¿El pressing para qué? ¿Para quitarle la pelota al rival para devolvérsela a los dos segundos? Lo holandeses cuestionaban “OK, el mundo copió nuestro pressing, pero éste lleva implícita la idea de qué hacemos con la pelota una vez que la recuperamos”. Pareciera que el mundo se preocupó en recuperar la pelota pero se olvidó de cómo jugarla después. Es recuperarla para dársela a un compañero, no quitarla para después dividirla otra vez.
Un cierre de grieta
–En un texto promocional del libro dice que Qatar 2022 cerró la polarización con respecto a Menotti y Bilardo. ¿Fue así? ¿Scaloni es una síntesis perfecta de ambos y terminó con esa grieta?
–Lo que sería la grieta Menotti - Bilardo, si es que se la quiere llamar así, comenzó a diluirse, primero, desde que los dos comenzaron a ponerse viejos; y segundo, por el advenimiento de la escuela de Bielsa, que tuvo sus rasgos bien marcados. Mostró otras maneras. Bielsa por momentos era menottista; por otros, bilardista; y por otros tantos más, no era ni una cosa ni la otra. Y cuando llega Scaloni… Scaloni es de una escuela más pincharrata, más bilardista, porque jugó en Estudiantes, porque está muy influenciado por su paso por el Calcio, donde se juega un fútbol más de marca que vistoso. Pero Scaloni se encontró con dos cosas en su evolución como técnico.
–¿Con qué cosas?
–Decidió incorporar a su equipo de trabajo a Pablo César Aimar (Aimar, que por algo tiene a César como segundo nombre) y se dio cuenta de los jugadores con los que contaba. Lo llevaron a revisar su formación más fijada en Italia. Y resultó que su selección hizo la mayor demostración futbolística en un Mundial, que para mí fue la del primer tiempo de la última final contra Francia. Estaba jugando contra el campeón mundial vigene en la final, no en fase de grupos; y aun así, le pegó un baile fenomenal. A lo que iba, tener jugadores con ese pie, llevó a Scaloni a razonar “Che, ¿y si mejor me defiendo con la pelota porque sabemos cómo tenerla?” Y eso fue lo que hizo la selección: la tiene tan pero tan bien, que el rival no la puede ni tocar. Fijémonos en el último partido contra Brasil. No sé si Scaloni es una síntesis, pero sí algo aproximado.
–Claudio “Chiqui” Tapia es cuestionado por innumerables razones, pero lo encumbró el haber nombrado a Menotti como director de selecciones y haberle hecho caso con respecto a la oficialización de Scaloni. De hecho, en todo esto se basa su actual capital político. ¿Respetaba el Flaco al presidente de la AFA?
–Lo miraba como hombre de fútbol. Sabía que entendía el lenguaje del fútbol. Le pasaba lo mismo con (Humberto) Grondona. Menotti respetaba a Grondona. Es decir, sabía que hablaba con un hombre del fútbol y no con el CEO de una corporación dueña de un equipo. Dicho esto, cuando Tapia lo llama al “Flaco”, éste lo ve como un presidente débil… Porque estaba recién asumido, porque era el fútbol del ascenso el que lo había impulsado… Y El Flaco sabía que Scaloni también era una apuesta débil. Y entonces la pregunta que surgió fue “¿Cómo hace este presidente débil para legitimar su apuesta más débil?” A Tapia se le ocurrió que Menotti era el indicado para ayudarlo. Y el propio Tapia me contó en el libro que fue el mismo Flaco quien lo llamó post Copa América 2019 para preguntarle “¿Scaloni es tu técnico?” “Sí es mi técnico”, le confirmó. “Entonces, basta de interino, nombralo como técnico de la selección”, remató El Flaco. La palabra de Menotti fue la que animó a Tapia a llamar al comité ejecutivo y al mismo Scaloni para contarles su decisión de designarlo hasta Qatar. Esa intervención de Menotti me la destacaron Tapia y el propio Pablo Aimar.
–¿Cuál sería “La Nuestra” hoy? A mí me sugiere volantes extraordinarios como Enzo Fernández y Alexis Mac Allister o un central firme pero elegante como Cuti Romero…
–Mirá cómo se logra un hilo cordobés con Luis Galván (santiagueño, pero ídolo en Talleres), fallecido hace poco, y el Cuti Romero. ¿Por qué estuvo Galván en la selección del ’78? Porque tenía buen pie. Galván no era de Boca ni de River; tampoco tenía prensa ni la altura recomendable para un central. Y es más, el otro central que tenía Menotti era Passarella, que también era bajo por más que sabemos que saltaba como los dioses. ¿Por qué Menotti arriesga con una dupla baja? Porque quienes la formaban tenían buen pie y Menotti quería salir jugando de abajo. ¿Por qué juega Olguín de lateral derecho? Por lo mismo. Ellos le garantizaban buen pie y salida clara por derecha, donde estaban Olguín y Galván. Ves imágenes del ’78 y a veces encontrás a Passarella jugando prácticamente de 10. En el libro, Matías Mana, que también forma parte del cuerpo técnico de Scaloni, me dice que uno de los legados de Menotti fue “el mediocampista”. Como que El Flaco le dio una entidad superior al que se asumiera generador del juego o corazón del equipo. Eso como contraste del contragolpeador, por ejemplo. El Flaco buscaba la elaboración del juego. La selección de Scaloni tiene ese rasgo: un mediocampo extraordinario.