Desde 2016, Spotify, la plataforma de streaming más popular del mundo, realiza para estas fechas un resumen anual que permite a sus usuarios descubrir sus estadísticas de escucha. “¿Cuántos minutos escuchaste? ¿Con qué artista compartiste más tiempo?”, suelen ser las preguntas con las que aguijonean a los usuarios.
El wrapped se ha convertido en una suerte de tradición esperada por millones, que ansían esta época del año para acceder a la revelación de su perfil musical, único, basado en estadísticas precisas sobre “los cinco de artistas y canciones más escuchados”, “la cantidad total de minutos de reproducción” y " el día con mayor actividad en la plataforma”.
Este resumen estadístico no sólo es valorado por los usuarios, sino también por artistas y productores, a quienes no les interesan tanto las performances individuales como las tendencias globales en número de reproducciones, a partir de lo que se infiere lo más popular del año en música, en pódcasts y en contenido de audio. Este año, por ejemplo, por segundo año consecutivo, Taylor Swift fue la artista con más reproducciones de la plataforma, liderando la lista global con 26,6 mil millones de reproducciones.
El wrapped de Spotify manifiesta dos cambios importantes en los consumos masivos de contenido audiovisual, que marcan una diferencia importante con los antiguos medios de comunicación de masas (la televisión y la radio). En principio, la capacidad de cuantificar individualmente la atención. Si el antiguo rating televisivo permitía saber cuántas pantallas estaban encendidas, el streaming permite saber cuántas personas miran qué cosa durante cuánto tiempo en la pantalla.
El segundo rasgo es propio de la cultura de redes sociales, y es el corrimiento del gusto, un rasgo subjetivo, por lo tanto cualitativo, de la percepción individual, a la gustabilidad, es decir, el resultado de un cálculo estadístico derivado de la cantidad de personas a las que les gusta algo.
Algo similar ocurre en el universo de las imágenes. Lejos han quedado esos días en los que cada foto era única, pues su costo, primero del negativo y luego del revelado, las volvía objetos preciosos. En la actualidad digital, en cambio, las imágenes son un flujo constante de información y los usuarios más “fotografílicos” pueden almacenar cantidades astronómicas de fotos, hasta el punto de perder el registro de cuántas tienen y de su contenido.
Paradójicamente, millones de imágenes quedan olvidadas en algún trozo de silicio, mal cumpliendo lo que daba sentido de su existencia: disparar un recuerdo. Por eso, desde hace algunos años, Google Fotos ofrece un servicio que permite, escribiendo una palabra, por ejemplo, “Carlos”, mostrar automáticamente todas las fotos con Carlos. Google no sólo almacena y guarda el registro, se encarga, además, de traer la imagen ante los ojos a partir de un deseo. Funciona como memoria artificial.
La novedad de este año es que Google Fotos ha presentado su propio wrapped, que permite no solamente administrar el contenido de las fotos, sino establecer patrones en el flujo de imágenes tomadas durante el año. Por ejemplo, puedes saber quién es “la persona con la que más veces apareces sonriendo en fotos”.
Es difícil saber qué le depara a esta innovación, pero es divertido imaginar el surgimiento de una nueva tradición, al igual que con Spotify, en la cual las personas pugnen para incrementar sus estadísticas en sonrisas. Más aún, una tradición en que los usuarios establezcan secretas competencias para triunfar en la cuenta de usuarios conocidos. Gente que se proponga ser la persona al lado de la cual más veces sonrió Carlos.
Para ello, bajo una estricta disciplina, se propondrían asistir a todos los eventos que sean propicios para la sonrisa de Carlos, evitando los acontecimiento más tristes y solemnes que no den ningún rédito. Carlos, después de todo, no importa tanto como sus sonrisas, siempre y cuando las esboce a nuestro lado. Desde luego, habrá que estar muy atento para capturar cada sonrisa de Carlos y no perderse ninguna. Una sonrisa no retratada es un lucro cesante entre los labios. Es como una canción no reproducida por nadie.