Este domingo el reconocido escritor peruano y Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, falleció, en Lima, a los 89 años. La noticia fue confirmada por su hijo. Vargas Llosa nació en Arequipa, Perú, pero vivió apenas un año en el lugar de su nacimiento, en 1936. En 1937 su familia se trasladó a Bolivia, para administrar una hacienda algodonera cerca de Cochabamba
Al pequeño Mario pocas veces le preguntaban qué quería ser cuando fuera grande. Y si alguien lo hacía, él no dudaba: marinero.
A los 9 años la familia volvió a mudarse a Perú. A los 10, el niño Mario descubrió que su padre no estaba muerto, como le quisieron hacer creer para ocultar que don Ernesto se había ido con otra mujer.
Sin embargo, ese reencuentro no fue un cuento de hadas. La relación fue tortuosa. El padre lo envió al Liceo Militar a los 14 años.
Allí fue cuando Mario realmente comenzó a leer y a escribir, y quién podrá decir que no fue esa la mejor forma de canalizar su enojo por haber sido enviado a ese lugar.
El joven se dio cuenta de que era bueno para escribir cartas de amor: cuando se corrió la voz, sus compañeros cadetes hacían fila para que él les pusiera letras a las misivas con las que pretendían conquistar a una mujer o bien conservar a sus novias. A cambio, le daban cigarrillos.
Poco a poco, las cartas se convirtieron en cuentos, los cuentos en novelitas y las novelitas en algunas de las obras más reconocidas de la literatura hispanoamericana.
También comenzó a escribir artículos para distintos periódicos y obras teatrales.
Estudió derecho y literatura en la Universidad Nacional de San Marcos.
Se casó a los 19 años y, para sobrevivir, trabajó hasta como catalogador de lápidas en el cementerio de Lima.
Pero su paso por la universidad, donde terminó con uno de los mejores promedios, le permitió obtener una beca en la Universidad Complutense de Madrid. Al terminar se mudó a París, en donde escribió su primera novela: La ciudad y los perros.
Le seguirían La casa verde y Conversación en la Catedral, pioneras del llamado “Boom latinoamericano”, del que Vargas Llosa sería protagonista. Luego llegarían otras obras como Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981), Historia de Mayta (1984) o ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), entre muchas.
Viaje a Cuba
En 1962 fue a Cuba, como cronista de la “Crisis de los misiles”, tras lo cual se convirtió –como la mayoría de los escritores del “boom”– en ferviente admirador de la revolución cubana.
Pero dicha admiración no sería tan duradera como la del resto: tras advertir rasgos autoritarios en Fidel Castro, no sólo dejó de apoyar a esa revolución sino que cambió radicalmente su pensamiento.
Denunció los males del colectivismo y se convirtió en un pensador liberal clásico, doctrina con la que también entraría a la arena política de su país natal.
Fue candidato a la presidencia del Perú en 1990 por la coalición política de centroderecha Frente Democrático y perdió en segunda vuelta frente a Alberto Fujimori.
Antes de ser galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2010, había obtenido el Cervantes (1994), el Príncipe de Asturias (1986), el Premio Rómulo Gallegos (1967) y el Planeta (1993), entre otros.
Su paso por Córdoba
Siempre polémico, en 2019 pasó por Córdoba durante el Congreso de la Lengua y dejó conceptos alejados de lo políticamente correcto: se mostró más convencido que nunca de las ideas liberales, se indignó con el populismo, rechazó el lenguaje inclusivo y defendió al entonces gobierno de Mauricio Macri.
En una entrevista con La Voz durante aquellos días señaló: “El llamado lenguaje inclusivo es una especie de aberración dentro del lenguaje (...) No hay que desnaturalizar el lenguaje para establecer una supuesta igualdad lingüística desprejuiciada. Lo que se obtiene es una situación prejuiciada que desnaturaliza el lenguaje y lo empobrece”.
También aseguró que “El indigenismo fue muy destructor, creó muchísimo daño. Creó una gran confusión respecto de los verdaderos problemas de América latina”.
De yapa, dijo que “el populismo desgraciadamente es una enfermedad de las democracias, de los países subdesarrollados y de los desarrollados también. Se alimenta generalmente de la más grave de las enfermedades, que es el nacionalismo, que nos ha llenado de sangre la historia”.
Prolífico como pocos, también escribió poesía, obras teatrales y guiones de películas, además de ensayos, artículos y crónicas periodísticas.
El 26 de octubre de 2023 había anunciado su retiro tras la publicación de la última novela, Le dedico mi silencio, una historia ambientada en los ‘90, en un país dividido y asolado por la violencia de Sendero Luminoso.
Dos meses antes había escrito su última columna en El País, con la que se despedía del periodismo.
Fue el último baile antes del definitivo, antes del que lo eleva hoy al panteón de los grandes escritores hispanoamericanos.
Los médicos le habían pedido hacía tiempo que descansara, que no viajara, que se cuidara. Vargas Llosa les hizo caso: ya había hecho más de lo que soñó nunca aquel chico que quería ser marinero.