Hay una pregunta que se repite entre conocedores de la música clásica y entre inadvertidos que no saben nada y se topan con ella por primera vez: ¿por qué toca Martha Argerich tan rápido el piano?
Y la respuesta, tan simple y sencilla, la cita Olivier Bellamy en su libro, retomando la contundente frase del genial intérprete de Chopin Vlado Perlemuter: “Porque puede”.
De todas formas, quienes conocen del tema saben que lo de Argerich no es sólo virtuosismo asociado con la velocidad, sino que hay muchas otras cosas más, difíciles de condensar en una frase como la que dijo alguna vez el músico lituano-francés.
Para eso, el periodista francés Olivier Bellamy escribió Martha Argerich, una biografía. El libro se editó en Europa hace más de una década, pero fue reeditado y engrosado para el aniversario 80 de la pianista, y recientemente publicado en Argentina por la editorial Blatt & Ríos, con traducción de Silvia Kot.
En las más de 250 páginas, Bellamy intenta desentrañar las fuerzas que actuaron para formar tremenda artista y, lo más interesante, intenta desentrañar la personalidad de Argerich. Lo consigue, aunque de manera sinuosa, porque si algo queda claro tras la lectura del libro es el carácter indomable y esquivo de la pianista y de su obra.
Mujer, artista, monstruo
“Mi madre es un monstruo que chupa la energía de alrededor y hay que ser muy fuerte para resistirse”, supo decir en una entrevista con Clarín Stéphanie Argerich, una de las tres hijas de Martha.
Lo hizo en el marco de la presentación de su documental Bloody Daughter, traducido al español como Hija maldita. Allí explora los pliegos de la particular relación con su madre, quien a su vez (se lee en la biografía) tenía un tenso vínculo con la suya, Juana Heller.
Allí surge una pregunta: ¿qué habría sido de Martha sin Juana?, una mujer despótica y de tesón que consiguió la llave para que su hija desplegara el inconmensurable talento del que disponía y que estuvo muchas veces al borde de ser desperdiciado.
En palabras de un exagente de la pianista: “Martha hizo lo imposible por destruir su carrera, pero nunca lo logró”.
El mencionado documental dio la vuelta al mundo y generó todo tipo de comentarios. Incluso el escritor francés Emmanuel Carrère le dedica un fragmento de su novela Yoga (Anagrama, 2021) a la película y sobre todo a su pianista favorita.
“El algoritmo de Google remite a quienes han visto con agrado este video documental sobre la pianista realizado por su hija que, aun cuando la admira desmesuradamente, tiene buenos motivos para guardarle rencor por ser una madre tan neurótica, despótica, tóxica, tan terrible como poderosa. Es bien reconfortante que el cielo no se les abra solamente a los santos”, dice una parte del texto.
Y sigue con una descripción minuciosa de un video que circula en YouTube en la que la argentina interpreta la Polonesa heroica. Un fragmento del texto de la novela dice así: “Es una mujer muy joven, de una belleza deslumbrante, la belleza del joven Alain Delon en Rocco y sus hermanos. A ella también la reconozco al instante porque es una de mis pianistas preferidas, y no soy el único. Es Martha Argerich, debe de tener 20 años, quizás incluso menos, luce ya esa melena negra y suelta, nunca recogida, que tendrá toda su vida. Su nariz es recta; sus labios, llenos; sus párpados, bajos y pesados. Es salvaje, sensual, intensa, indómita, genial”.
“Salvaje, sensual, intensa, indómita, genial” son adjetivos que también podrían desprenderse del minucioso trabajo que hizo el periodista Olivier Bellamy tras las largas entrevistas con la música que le permitieron ir a fondo en su historia de vida.
El repaso por los grandes maestros y su oportunidad para formarse en Europa gracias a Juan Domingo Perón forman parte de su infancia en Argentina.
Su primer gran maestro fue el italiano Vicente Scaramuzza, quien por aquellos años le daba clases en Buenos Aires no sólo a Argerich sino también a Bruno Gelber.
Los niños prodigio compartían los días de las clases, aunque cada uno de manera individual: “Sus clases eran consecutivas. Cuando se cruzaban, el que salía le indicaba al otro con gestos si el maestro estaba de buen o mal humor”. La mayor parte del tiempo era despiadado e incluso se sabía que golpeaba a algunos alumnos cuando no respondían a su alta exigencia.
Incluso Scaramuzza usaba el talento de cada uno de ellos para chantajear al otro diciendo que tocaba mejor o que había alcanzado tal nota.
De impacto mundial
Ella, de un carácter intenso y una vida desordenada y bohemia, llegó a decir que existe Japón y luego el resto del mundo. La pianista alcanzó en esa parte de Asia la popularidad de un Beatle y ha sido ese público el que le perdonó todo, incluso varios desplantes y cancelaciones de último momento, muy “a lo Martha Argerich”.
¿Cómo llegó la música argentina, caótica y salvaje a ser idolatrada en esa parte del mundo en la que el orden es el valor supremo? Bellamy traza la hoja de ruta del éxito europeo con todos sus concursos, discos y conciertos, con sus idas y vueltas, hasta llegar a la cúspide que significó Japón en la carrera de la pianista.
En el medio, sus tres maternidades (una por la que incluso tuvo un problema judicial y perdió la tenencia de su hija), sus amores (todos ellos instrumentistas clásicos) y sus amistades.
En la vida de Martha, las amistades parecen ocupar un lugar central, incluso más central que la familia tradicional o el amor romántico. Por eso se encargó de sostener (también económicamente) a amigos por todos los lugares de Europa en los que vivió.
Bellamy lo cuenta así: “Los amigos de Martha califican a los amigos de Martha en dos categorías: los aprovechadores, por un lado; y por el otro, el núcleo de amigos fieles, del que, por supuesto, ellos mismos forman parte”.
Uno de ellos, Jacques Thélen se ofreció con admiración a ser su agente aun sabiendo lo que se le vendría. Martha le confesó, para sorpresa de nadie, que no le gustaban los representantes: “Soy bastante difícil. Me piden muchas cosas, pero nunca contesto, nunca firmo contratos, y cancelo a menudo”.
No hay más para agregar. Ella ya lo dijo todo.
- Martha Argerich. Una biografía. De Olivier Bellamy. Traducción de Silbvia Kot.Editorial Blatt & Ríos. 264 páginas.