El escritor, crítico y periodista Rogelio Demarchi murió este martes a los 63 años, víctima de una grave afección que padecía desde hace unos meses. Era un colaborador frecuente de las páginas de Cultura y de Opinión de La Voz del Interior, en las que desplegaba su incansable interés por la literatura así como sus opiniones políticas.
El velatorio es este martes, desde las 17, en la Casa Velatoria Juan Caruso (Av. Juan B. Justo 2306).
Docente de literatura y periodismo, crítico literario e intelectual comprometido con la vida democrática, Demarchi no esquivaba los debates y los intercambios de ideas. Estaba convencido de que el diálogo y la búsqueda de consensos eran las formas más adecuadas de sostener la democracia en cualquier país y que muchos de los problemas argentinos derivaban de la poca voluntad para entenderse.
Como lector le gustaban las ficciones que contaban historias fuertes y que profundizaban en las tramas de poder de las sociedades en que se inscribían sus peripecias, ya fueran latinoamericanas, estadounidenses o europeas.
En ese sentido, tenía una clara preferencia por las novelas policiales e incluso practicó el género en Sociedad anónima, publicada en 2012, y sobre la que dijo: “Mi intención fue retratar una Córdoba peligrosa, en la que la inseguridad y la falta de justicia, entre otros factores, legitiman, por múltiples vías, la justicia por mano propia”.
Comentó cientos de novelas de esas características y entrevistó a autores como Leonardo Padura, Eugenia Almeida, Eduardo Sacheri, entre muchos otros. Más allá del género, admiraba al premio Nobel Patrick Modiano, por su capacidad de reconstruir un momento de la historia cercana siguiendo sus huellas casi invisibles en el presente.
A finales de la década de 1990, había publicado una colección de cuentos, titulada Lógicos ecos de una fauna. Tenía terminadas en su escritorio al menos otras dos novelas.
Licenciado en Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba, Demarchi también publicó dos libros de investigación literaria: Padre Brausen que estás en mi cama. Una excursión literaria a la Santa María de Onetti (2008), y De la crítica de la ficción a la ficción de la crítica (2003). En este caso, también tenía terminadas obras sobre Osvaldo Soriano y sobre Julio Cortázar.
“Siento y después existo”
Su carrera periodística y literaria se remontaba a los años 1980, cuando vivía en Buenos Aires, y trabajaba como cronista para diversos medios gráficos y como escritor fantasma para algunas editoriales. Lo cual resultó ser un gran entrenamiento para su vocación por difundir los libros de autores conocidos y desconocidos. Incluso, en la década siguiente, llegó a fundar una revista, llamada Pretextos, en la que prácticamente escribía todos los comentarios.
Nada define mejor la pasión intelectual de Demarchi que su tenacidad para seguir escribiendo en sus últimos días. Aun cuando era consciente de la gravedad de su afección, no dejaba de proponer ideas y de encarar proyectos de reseñas, entrevistas e informes.
Lejos de limitarse a la literatura, su atención crítica se enfocaba también en la política nacional e internacional. Con un pasado de militante socialista, sus ideas se fueron desplazando hacia un republicanismo liberal, lo que en los ámbitos académicos lo indujo a más de una discusión durante los años más crispados del kirchnerismo.
Fronteras afueras, su mayor interés se concentraba en los procesos políticos y sociales de Chile y de Alemania, pero también le prestaba especial atención a Cuba, México y Colombia, cuyas literaturas le resultaban particularmente sintonizadas con su manera de entender el oficio de contar historias.
En una entrevista que le hizo Ariana Nogueira para la publicación virtual Inteligencia Colectiva de la Universidad Blas Pascal, cuyo tema eran las relaciones entre la creatividad y la Inteligencia artificial, Demarchi dijo una frase que retrata su manera de pensar el arte y los sentimientos: “Me resulta muy difícil pensar que una máquina pueda llegar a emocionarse. Creo que el arcoíris de la emoción es lo que nos va a seguir distinguiendo de las inteligencias artificiales. A mí la escritura me puede provocar placer, tristeza o alegría. Se puede originar en múltiples cosas que yo haya sentido, siguiendo esa línea me animo a pensar que podríamos reformular el viejo principio cartesiano: pienso, luego existo. Para nosotros debería ser más que nada, siento y después existo, o sino siento, pienso, existo”.