A poco más de dos años de la muerte de Bruno Latour (1947-2022), las ideas de este filósofo, sociólogo y antropólogo francés siguen estimulando pros y contras desde las mal llamadas ciencias “duras” y “blandas”. Un encasillamiento que las ciencias no merecen, mucho menos desde sus imaginarias consistencias.
Bruno Latour fue (es) de los pocos pensadores que se animaron a plantear con seriedad, una Ciencia (con mayúscula) integrada, así como convencer a científicos y a sus instituciones para no dejarse encasillar por sus métodos, ni por sus orígenes. Una ciencia, genuinamente multi-, pluri- o transdisciplinaria, según la expresión de moda del momento.
En su última conferencia, en el 150º aniversario de la Université Sciences Po, una prestigiosa institución parisina de ciencias sociales (https://www.sciencespo.fr/fr/), disertó sobre la Universidad Libre. Y recordó “… la necesidad de redefinir el problema como tarea central del investigador, con la intuición central de nunca divorciar la investigación básica de lo profesional”.
Se preguntó sobre la actual oportunidad para un renacimiento radical de la universidad y su compromiso con los valores de libertad e igualdad. También convocó a científicos y profesionales en la emergencia de buscar respuestas para un sistema académico con objetivos sociales. Y siempre en sintonía con la responsabilidad de promover la cohesión comunitaria y la confianza pública.
Teoría del derrame
Bajo el paraguas de la ciencia neutra, pura y apolítica, se cayó con frecuencia en la pose eficientista de un supuesto camino unidireccional desde la ciencia básica, seguido por un natural desarrollo tecnológico y por el progreso industrial innovador, coronado por el bienestar social general.
Este “determinismo tecnológico” o “tecnooptimismo” ‒denominado Teoría del Derrame en términos neoliberales‒, nunca fue comprobado en ningún rincón del mundo. Un planteo tan falso como el que sostiene que la ciencia básica no es necesaria porque la tecnología alcanza para llegar al bienestar planetario. Opiniones dignas de un elemental infantilismo, pero frecuentes en las discusiones “serias” en el ámbito científico de sus instituciones.
Lo grave de esta postura es su exportación a científicos del Tercer Mundo que, en gran medida, hoy piensan de esa manera, pretendiendo que su cómoda posición los exime de ser contaminados con “problemas sociales que atañen sólo a los políticos”, con la esperanza de que, tarde o temprano, el conocimiento derramará en beneficio de la sociedad.
En la mencionada última conferencia, Bruno Latour dijo: “Como saben todos los educadores, en todo el mundo, el modelo universitario ‘por goteo’ [teoría del derrame] está en crisis, los estudiantes ya no responden a una formación que encuentran cada vez más vacía y los académicos y científicos saben que este modelo no es sostenible…”, agregando que “la teoría del conocimiento por goteo es tan obsoleta como la economía por goteo”.
Libre mercado
En ciencias, la idea de libre mercado se traduce como una supuesta libertad de investigación basada en una presunta libertad académica. Sin embargo, el área de investigación de un becario repatriado a su terruño natal es, mayoritariamente, el tema “sugerido” por el laboratorio extranjero de donde proviene. Una experiencia vivida y sufrida por los que peinan canas…, o no tienen qué peinar.
Es la misma situación que Oscar Varsavsky tradujo en forma brillante cuando escribió: “Creer en la libertad de investigación es como pensar que elegir entre media docena de diarios es libertad de prensa”. O como recordó el filósofo Bruno Latour en la citada conferencia: “No debemos dejarnos engañar, ‘autonomía’ de la investigación significa, casi siempre, depender completamente de la evaluación de pares y de las agencias de financiamiento”.
Aquí y ahora
¿Qué pensaría Latour sobre la situación actual de la Ciencia en Argentina? A la tentación de una pregunta contrafáctica seguiría, sin duda, una imposible (innecesaria) respuesta, y más preguntas: la opinión de Latour, ¿podría interesar a quien execra la Ciencia y de la Universidad Pública argentinas?, ¿a quien no reconoce méritos en los científicos argentinos?, ¿a quien aniquila lo construido por la ciencia argentina durante décadas?, ¿a quien cede soberanías obtenidas con sacrificio en áreas de transferencia científico-tecnológicas?, ¿a quien agrede, insulta y mortifica a la ciencia, a los científicos y a sus instituciones?, ¿a quien demuestra, con todos sus oscuros medios, que la ciencia es ajena a sus verdaderos intereses?, ¿a quien pone todo su (mal) carácter en lograr un país neocolonial?
Bruno Latour estaría ausente de este escenario, serían insuficientes sus esfuerzos, no aplicarían su teoría del actor-red, su sociología de la traducción, su antropología de lo moderno, su concepto de caja negra, sus puentes entre ciencia y política. Ni siquiera podría estar presente su estilo agudo, irónico y provocador, ni su brillante ensayística. Y nadie se lo podría reprochar.
* Profesor Emérito (UNC). Investigador Principal (Conicet). Jubilado