La mayoría de los relatos de Laura Cervi bucean en el vasto e inagotable universo femenino. Niñas, adolescentes y mujeres jóvenes o ya mayores de clase media, con sus dudas, sus encuentros y desencuentros con el otro y con los otros, y, en no menor medida, con ellas mismas.
Casi todas las historias entran en el territorio del realismo o de la introspección psicológica, mientras que unas pocas coquetean con el fantástico y se permiten la intromisión de entidades solo visibles para la narradora o protagonista.
Dentro de la variedad de registros hay un par de tópicos que prevalecen: las relaciones madre-hija, los vínculos entre hermanas (a veces conflictivos, otras amparados en la complicidad), y las eventuales coincidencias entre mujeres y hombres.
En Aficiones extrañas hay personajes cercanos que se vuelven amenazantes, o que aparecen o reaparecen con intenciones turbias. Niñas que escapan del mundo adulto personificado en las insinuaciones y las caricias de un almacenero, o en el acoso de una pareja desconocida que ofrece acompañamiento al salir del colegio; hermanas que conspiran casi incidentalmente para vengar la humillación de una de ellas; otras destinadas a la envidia y los caminos inversos. Mujeres que pasean con sus madres enfermas y otras que asisten a su aparición fantasmal en el asiento trasero del auto.
Hay también muchos animales: un perro que se escapa y, cuando es recuperado, retorna con una agresión inesperada; una colonia de gatos que ingresa y ocupa la casa de la narradora luego de la muerte de su vecina, un relevo que ella acepta mansamente como si se sintiera obligada a aceptar sin quejas ese efecto colateral.
En otros relatos, los hombres aparecen como una opción para relaciones no duraderas y sexo ocasional, una ceremonia a la que los cuerpos se entregan para morder algo de placer y refugiarse en un apego transitorio.
“Julia nunca supo cuándo ni por qué la relación empezó a desvanecerse. Los besos se habían vuelto un recuerdo. Lo único que compartían era el viento: cuando llegaba, se refugiaban juntos en la cama y esperaban que pase”, leemos en “Esas noches de viento”.
Y también hay otros relatos que se burlan de la alineación que suelen producir los medios masivos, como la señora que contrata un albañil para ejecutar las ideas experimentales del conductor de un programa de televisión (tan inasible como lejano) sobre las refacciones de casas bajo el concepto de “espacios abiertos”.
En su primer libro, la autora cordobesa avanza sobre territorio firme, sus tramas son livianas, casi insinuadas, y se disuelven rápidamente en unas pocas líneas finales.
Y más allá de la disparidad de los textos, una cualidad los recubre a todos: la mesura. La prosa de Cervi no se sube a un lirismo forzado, es más bien tranquila y sabe activar unos pocos botones para meternos en un mundo donde conviven las amenazas de los adultos y del afuera, los roces sexoafectivos y las desavenencias familiares.
!["Aficiones extrañas", de Laura Cervi.](https://www.lavoz.com.ar/resizer/v2/WVQRPD7IRFBCXCSOPEJTW2IOWQ.jpg?auth=f2f31e912783e2398f3d55d903e2250a2dbab4ccb20752816de7a487b9da0f46&width=663&height=1023)
“Aficiones extrañas”
Borde Perdido
2024
94 páginas
$ 17.000