“Usted y su marido están viviendo un infierno”, le dijo su psiquiatra a Joan Didion en febrero del año dos mil. El marido es John Gregory Dunne. Después de cada sesión la autora nacida en 1934 registrará lo tratado ese día. Luego de su fallecimiento, en 2021, encontraron en su escritorio estas anotaciones íntimas dedicadas a su pareja.
El consultorio de Roger MacKinnon no fue el único que frecuentó la escritora. Tampoco las exégesis que ahora reúne Apuntes para John son las únicas que consignó. Ya en 1955 había conocido a una psicóloga en California. La vio durante más de seis meses y escribió en sus cuadernos lo que trataban en las sesiones. Guardó durante décadas esos textos y se los mostró a su nuevo terapeuta.
Es decir, las notas para John, su esposo, siempre fueron apuntes para sí misma. En aquel entonces tenía veintiún años y otros problemas.
“La historia de todo el mundo en la veintena y la treintena es sobre la toma de conciencia de las puertas que se cierran”, apuntó después de una sesión. Y agregó: “Haces tu vida en torno a lo que te queda, a las puertas que no se han cerrado”.
Didion comenzó a ver al doctor Mackinnon para a abordar el sombrío momento que atravesaba su hija, pero la terapia la llevó a otras regiones, tan oscuras como las que recorría Quintana.
La escritora decidió hablarle a su marido, además, porque él no creía en la terapia. La respuesta que dio John Gregory Dunne habría divertido a Foucault: “Soy católico, nosotros tenemos la confesión”.
El filósofo francés pensó que la terapia almacenaba en nuestra época el poder que antes había conquistado la confesión religiosa.
Según el editor, el psiquiatra que atendió a Didion era un freudiano de la vieja escuela, un defensor de la terapia de conversación. Pero el volumen muestra otra cosa: un médico que persigue la repetición de patrones, que incorpora técnicas conductistas y da tareas a su paciente. A Didion le sirven. Cuando regresa a su casa se saca de encima lo que dijeron: escribe para averiguar, no para fijar verdades. Después de todo, le dice el psiquiatra, el trabajo es el mejor ansiolítico que puedo encontrar contra la depresión.
Estos Apuntes saltaran, modificados, a otros cuadernos. Por ejemplo, si en El año del pensamiento mágico escribe que “llevaba mi vida entera esperando aquellas muertes [la de sus padres]”, en este volumen la reflexión proviene de su analista: “Creo que usted estuvo anticipando la pérdida de su padre toda la vida”.
Apuntes para John termina en 2003, cuando empiezan las vicisitudes que describirá en El año del pensamiento mágico: la prolongada internación de su hija y el fallecimiento de su marido. Este libro póstumo y discutido es un cuarto propio, un refugio que la autora no pudo ordenar. Ya forma parte de una involuntaria trilogía – con El año del pensamiento mágico y Noches azules−; es la precuela de una serie autobiográfica sobre el oficio de vivir.

Para leer Apuntes para John
Joan Didion
Random House
254 páginas






















