Es poco habitual estar interesado en una amplia gama de objetos culturales y tener la pericia para acercarse a cada uno con un enfoque innovador y fresco.
Materiales sensibles es el libro de alguien que lee narrativa y poesía, ve obras visuales y cinematográficas, escrolea redes y plataformas sociales, reportea a creadores cercanos, y, además, camina y observa la calle con la intención de levantar datos para luego escribir y reflexionar.
Y el resultado es una serie de textos variados que invitan al lector a ingresar por la zona que más desee, e incluso a que se detenga sólo en lo que más le llame la atención.
“Me atrae poner en tensión la escritura y el entorno en que es producida, por eso la diversidad es algo natural y en un punto involuntaria. Voy hacia lo que conozco como si no lo conociera y me interesan las zonas contaminadas”, señala el autor sobre la energía que motoriza su actividad. Por eso, en la colección hay reflexión y ensayo con “una perspectiva narrativa”, e incluso un par de crónicas surgidas de “caminar de un lugar a otro, con una mirada desde el suelo”.
Yendo y viniendo
Sebastián Maturano es escritor, artista plástico y editor del sello Borde Perdido. En narrativa publicó Diario de la fobia y tres colecciones de cuentos. Materiales sensibles (Editorial de la UNC) comprende un arco que va de 2018 a 2024 y las primeras versiones de algunos trabajos salieron en medios digitales: Paco, Barbaria, Bache, Präuse, Hoy día Córdoba y en su blog personal.
Hay textos sobre los escritores Vicente Luy, Mariela Laudecina, Cuqui, César González, Carlos Correas, etcétera. También tienen un espacio las pinturas y los poemas de Oscar del Barco, una instalación de Lucas Di Pascuale y las ya lejanas intervenciones urbanas de Las chicas del chancho y el corpiño (ensayo activado por un volumen que recoge esa experiencia y que publicó en 2022 Casa 13 Ediciones).
–¿Cómo surgió esta zona de tu obra?
–Después del Diario de la fobia, que ronda el diario personal y la novela, se abrieron dos líneas: la ficción, que llevé hacia el terreno de la narrativa; y la producción directa del día a día, que llevé hacia la crítica, el ensayo, la crónica. Algunos respondieron a la emergencia del presente, a la intervención. En un momento, pensé que los temas no eran tan diversos como aparentaban, y que había una escritura que los unía y que todos podían potenciarse reunidos en un libro.
Al leer el índice, alguien podría pensar que se trata de un libro sobre la cultura y el arte en Córdoba, porque a los autores mencionados se suman, entre otros, Claudia Huergo y Martín Cristal, además de artículos en torno a sitios de la ciudad, como el bar Un mundo feliz, el shopping Nuevocentro, la gentrificación en la zona de Güemes y de Nueva Córdoba, y el complejo millonario Pocito Social Life. Sin embargo, un recorrido más detenido y en detalle permite dejar el prejuicio a un margen. “Si se piensa un grupo de nombres limitados a una territorialidad, estamos ante un problema”, señala Maturano. Y añade: “Córdoba está en relación con otras escenas, no está aislada. Por ejemplo, Laudecina, Luy, del Barco, Cuqui, se leen y generan interés en muchos puntos del país”.
Para confirmar esa heterogeneidad, en el libro hay lecturas de Ciencia ficción capitalista, de Michel Nieva; de El niño resentido, de César González; de “La narración de la historia”, de Carlos Correas, y de Volver a donde nunca estuve, uno de los volúmenes autobiográficos del ensayista rosarino Alberto Giordano. A esto se suman ensayos sobre tres retratos fílmicos de neonazis de origen diverso, y otro que analiza desde el presente el impacto de Los Redondos.
Zonas comunes
–Si bien hay autores a los que conociste y con quienes mantuviste algún tipo de relación, ¿qué te interesa que suceda en una obra para seguirla de cerca?
–Creo que Cuqui, Luy y del Barco, con sus grandes diferencias, tienen en común una idea de vanguardia, aunque no sé si ellos se percibían de esa forma. Hay una búsqueda de la transgresión, a veces formal o por el modo de ir hacia otros lugares, como si los soportes tradicionales no alcanzaran y hubiera que buscar otras posibilidades. Y si bien la obra de Mariela Laudecina quedó inconclusa y no sabemos dónde podría haber llegado, en el último tiempo venía introduciendo cambios. Algo en ella me recuerda a Hebe Uhart (a quien leía con atención), por ejemplo, la aparente simpleza verbal con la que podía definir una situación poética o narrativa.
A su vez, de Di Pascuale señala: “Me interesa que piensa en los cruces, la escritura es dibujo y el dibujo es escritura; para él, un libro es también un soporte expositivo”. Tanto él como Las chicas del chancho y el corpiño, pioneras de lo que más adelante sería conocido como “artivismo”, representan para Maturano una especie de “vanguardia tímida”: “Una manera de romper sin grandilocuencia, sin bajar línea, sin decir ‘es por acá’, pero encontrando desvíos de las normativas de lo que se entiende por arte”, afirma.
Un par de textos se desligan de los más artísticos-literarios, como las nuevas derechas, los neofascismos, y las fantasías ominosas de los tecnócratas digitales y espaciales. Y, también, esa serie de procesos urbanísticos y comerciales que rediseñan el vínculo de los ciudadanos con el espacio urbano y al que se denomina con una palabra poco amable para los oídos: gentrificación.
–¿Qué opinión tenés de la irrupción de esta nueva derecha?
–Son novedosas en cuanto tienen un nuevo modo de presentarse y de comunicar, de establecer una verdad. Hacen política en sintonía con los lenguajes actuales, aunque sus planes no sean tan nuevos, por eso funcionan como el sentido común dominante de este tiempo. Pero el “mileísmo sin Milei” ya existía en un país que se fue empobreciendo cada vez más, librando a su propia suerte a la población en general y, en particular, a por lo menos dos generaciones de jóvenes que vieron que las promesas de una vida mejor por parte del Estado no eran ciertas. La gentrificación es parte de ese sistema, una manera de delimitar quiénes pueden –y quiénes no– habitar la ciudad.

Para leer Materiales sensibles Escritos sobre arte, literatura y política
Sebastián Maturano
Editorial UNC
166 páginas
2025
























