Elena Ivulich cuenta que no la entendía del todo cuando leía a Silvina Ocampo. Jovita Iglesias dice que “la señora”, como la llamó siempre, le produjo un encandilamiento inmediato cuando empezó a trabajar para ella, en 1949.
Los testimonios de ambas mujeres, que durante décadas acompañaron a la menor de las Ocampo (seis hijas de una poderosa familia argentina), abren Las dependencias, un filme poco conocido que Lucrecia Martel rodó en 1999, disponible en YouTube.
La película empieza en una cocina que fue el “cuarto de plancha” del departamento en el que Silvina y Adolfo Bioy Casares vivieron durante 45 años, en el coqueto barrio porteño de la Recoleta. Un laberinto de bibliotecas, obras de arte, muebles de lujo ya bastante ajados, y las dependencias de servicio.
Esos ámbitos de trabajo de una amplia escala de personal doméstico son el locus central del relato, que explora la intimidad de la narradora siguiendo el hilo de su atracción (para algunos un poco perversa) por sirvientas y pobres.
Silvina lo dejó anotado en el poema La casa natal, leído en off por Elena Ivulich, su secretaria: “Yo huía de la sala, de la gran escalera, / del comedor severo con oro en la dulcera, / del mueble, de los cuadros, de orgullosas presencias, / porque a mí me gustaban sólo las dependencias / que estaban destinadas para la servidumbre”.
En el atrapante retrato La hermana menor, Mariana Enriquez aborda el tema. Silvina, de niña, no sólo estaba hechizada por los mendigos que evocará en Invenciones del recuerdo, su autobiografía póstuma. “Ama a las sirvientas de la casa. Ama a las niñeras, a las costureras, a las planchadoras, a los cocineros que viven en las dependencias de servicio del último piso. Ama a los trabajadores y a los pobres. Nunca, en toda su vida, ese amor se transformará en algún tipo de conciencia política o de acción social concreta”, escribe Enriquez.
El documental suma una entrevista a Bioy Casares. Un poco en las últimas, “Adolfito” se atribuye haberla llevado a su esposa hacia la literatura. Y le asigna a una nostalgia por la infancia la atención de Silvina a las voces de mucamas y modistas que luego revivirán en sus relatos.
En sus testimonios, en cambio, Ernesto Schoó y Juan José Hernández detectan allí la chispa de una sensibilidad que se hará tema y estilo en sus cuentos. “Un oído particularísimo para las hablas populares, los lugares comunes, el chisme, los clisés de las lenguas bajas”, lo describe en un ensayo Graciela Speranza, a cargo de la investigación y el guion de Las dependencias junto a Adriana Mancini, autora de Silvina Ocampo. Escalas de pasión.
Hablando de voces: el filme incluye fragmentos de una grabación en la que se escucha a Bioy, a Borges, a Manuel Peyrou y a Silvina (negándose a hablar), y una conversación en la que Manuel Mujica Lainez le reprocha preocuparse tanto por su voz. “Es que parece que me golpean la garganta cuando hablo”, responde Silvina.
El viernes 28 de julio se conmemorarán 120 años del nacimiento de la autora. En ese contexto, la editorial Lumen publicará los 11 títulos que componen la Biblioteca Silvina Ocampo, compuesta por La promesa, Autobiografía de Irene, Las repeticiones y otros relatos inéditos, El dibujo del tiempo, Ejércitos de la oscuridad, Las invitadas, Cornelia junto al espejo, La torre sin fin, La furia, Los días de la noche e Invenciones del recuerdo.
Las dependencias es una intrigante puerta de entrada a una vida tan extraña como la obra a la que dio lugar.
