Hojear un libro de Marcelo Rizzi se parece bastante a pasear por un museo donde se expone la obra de un solo artista obsesivo. La misma disposición gráfica de los poemas, todos rectangulares, todos de una sola estrofa, remite a cuadros colgados en una pared blanca: la página.
El efecto visual es definido: una masa oscura condensada en el centro de una superficie vacía. Se dirá que muchos libros de poemas producen el mismo efecto antes de empezar a leerlos. Pero en la obra poética de Rizzi, la repetición de esa forma, libro tras libro, genera un sentido previo al sentido de las palabras.
La mancha opera como una zona de gravedad: atrae la órbita del ojo e induce a la lectura como un acto de inmersión, un vértigo o una caída en otro mundo. “Observemos por un instante/ ese árbol fuera de sí…” dice el primer verso del primer poema, lo que puede entenderse como una invitación a un ejercicio mental.
En lugar de exigir una secuencia de acciones, ese ejercicio se parece más a una oscilación, a un extravío, de allí tal vez el título Driftwood (madera a la deriva) que denota a la vez un abandono a la corriente y la erosión del agua en la materia: "Esta barca va a testimoniar nuestra/ deriva: bajamos la corriente cada día/ con un solo madero…"
A su manera, como Juan L. Ortiz, como Hugo Padeletti e incluso como Juan Gelman, a quienes no se parece en absoluto, Rizzi también plantea un compromiso, que no puede definirse exactamente como ético, espiritual o político, pero que nos interpela de un modo sibilino y nos pone en estado de inminencia frente a todo. Se ve en este magnífico poema, que es imposible no citar completo: “Vaciaste un poco más el mar esta mañana./ Si no es ahora no será jamás, parecía decir/ el relámpago de anoche al atravesar la ventana,/ antigua ansiedad que asume el meteoro para/ parecerse al alma humana, que se pregunta/ a cada hora qué dirán los dados y sabe que/ los dados siempre dirán que sí”.
“Da algo a pensar”, dice Daniel Freidemberg en el prólogo para describir el arte elusivo de Rizzi. Cuando se leen versos como “Multiplicad los panes sin mostrar de qué/ sustancia están hechos. Nada tampoco decir/ en el reparto de peces, que traen el cielo fijado/ en el ojo derecho, la luna clavada en la aleta/ dorsal”, resulta inevitable preguntarse: ¿qué hace?, ¿qué está haciendo ante nuestros ojos que no podemos terminar de ver (léase: entender)?
Un respuesta conjetural sería que lo que se escapa es lo que pide ser seguido, no para atraparlo, sino para perdernos tras sus pasos, meternos en el cuadro del poema y caer del otro lado, quién sabe dónde.

Driftwood
Marcelo Rizzi
Barnacle
2020
$ 500
68 páginas