El banderín estuvo guardado durante casi seis décadas y pocos (o nadie) conocían su existencia. El artículo, una auténtica pieza de memorabilia, reapareció durante los preparativos de la celebración por la efeméride del centenario de la Federación de Básquetbol de la Provincia de Córdoba, en noviembre pasado. Confeccionado en tela roja, muestra en idioma ruso la inscripción “atletas de la Unión Soviética”, junto a un escudo que exhibe la hoz y el martillo representativo del Estado socialista disuelto en 1991. Una pieza de colección, sin dudas.
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Ahora bien, ¿en qué ocasión la FBPC recibió ese presente? No hay mucho por investigar. Los basquetbolistas soviéticos visitaron suelo cordobés en dos ocasiones: en 1990, durante la disputa del Campeonato Mundial que tuvo al complejo de Feriar como subsede, y en 1966, cuando los “rojos” hicieron escala en esta ciudad tras jugar el Mundial Extra de Chile, donde habían subido al podio en el tercer lugar.
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Ese año, la URSS se presentó en cancha de General Paz Juniors el 4 de mayo para jugar amistosamente con un combinado cordobés. El recuerdo hallado corresponde precisamente a este último partido, que atesora, además, una historia muy particular sobre la visita del equipo del otro lado de la cortina de hierro, en años de la Guerra Fría.
El partido, organizado conjuntamente por la Federación y el Círculo de Periodistas Deportivos, había despertado una alta expectativa por la jerarquía del visitante y porque no era cosa de todos los días ver en acción al mejor básquetbol europeo. El juego, como era previsible, resultó favorable a los soviéticos, que después de un primer tiempo equilibrado hicieron la diferencia en el complemento para imponerse 65 a 45.
Una multitud se acercó al estadio albo, donde la cancha de básquetbol se montaba sobre una de las esquinas y lució desbordada de público. De hecho, la recaudación registrada, 587.000 pesos, fue superior a la recogida en los partidos de fútbol del fin de semana anterior entre Belgrano-Huracán (363.550) y Talleres-Sportivo Belgrano (373.750).
Sin embargo, la gran atracción de la noche no estuvo del lado de los destacados jugadores visitantes, sino de “un hombre de la casa”, Hugo Roberto Olariaga, quien sacó a relucir lo mejor de su repertorio para sorprender a propios y extraños, a tal punto que, al final del juego, recibió como obsequio la camiseta de Olguerd Iurgienson, uno de los valores más efectivo de los soviéticos.
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De los aplausos al calabozo
“El ‘10′ de ellos se me acercó y me ofreció su remera, quizás esperando que yo hiciera lo mismo con la mía. Pero nosotros teníamos prohibido intercambiar camisetas y a esa la deben haber utilizado como 20 jugadores antes de mí”, se sincera hoy “el Mono”, quien a los 87 años aún recuerda cada detalle de aquella noche. “Era una camiseta con los colores de la bandera de ellos y los contornos del número estaban con hilos dorados. Era un poema”, la describió sin vueltas.
Pero lo más curioso e inexplicable sucedió momentos más tarde, en un episodio que no se difundió por aquellos días y que el jugador se guardó por décadas. “Camino al vestuario –recuerda–, mucha gente me saludaba y felicitaba, hasta que me frenaron dos agentes uniformados. Uno de ellos, de manera amable, me dijo ‘por favor, acompáñenos’; y cuando le pregunté las razones, me sacó la remera que me acababan de obsequiar. Fue sin violencia, pero tomaron mi gesto de aceptar el regalo como un acto marxista o vaya a saber qué cosa y me llevaron detenido a la seccional sexta”.
Lo curioso del caso es que en la vereda de enfrente al inmueble policial, sobre avenida 24 de Septiembre al 1400, los compañeros de Olariaga compartían la cena pospartido sin saber el destino del crack de la noche. “Alguien avisó que estaba ‘en cana’ y entonces dos dirigentes (Adolfo Bertoa y Carlos Ghirardotti) se cruzaron para gestionar mi libertad. Por suerte, fueron eficaces y no me hicieron un prontuario, pero igual me fui caliente. En lugar de sumarme a la cena, fui a buscar la motoneta en la que me manejaba y que había quedado en Juniors”, explicó Olariaga.
Si bien eran tiempos democráticos –presidía el país el radical Arturo Illia, quien sería derrocado al mes siguiente–, el accionar de las fuerzas represoras caían reiteradamente en abusos y arbitrariedades. “Así se estilaba en esos momentos. Estábamos preparados para soportar cualquier cosa y no nos sorprendía un hecho arbitrario como ese. Lamentablemente, nunca más vi la camiseta, ni supe cuál fue su destino”, se lamenta todavía hoy.
“Ese día –agrega Olariaga– me pasó otra cosa curiosa. Cuando iba al club por la avenida Olmos, frente al hotel Waldorf (en intersección con calle Santiago del Estero), donde se habían alojado los soviéticos, la Policía había hecho un vallado de seguridad muy importante que impedía el paso. Me detuve y le dije a un agente que yo era uno de los basquetbolistas locales. ‘Qué vas a jugar vos, rajá de acá’, me respondió, obligándome a hacer toda una odisea para llegar a hora a la cancha”.
Un crack
Olariaga apareció de manera estelar en el desaparecido club Los Cóndores, con el que fue campeón del torneo de la Asociación Cordobesa en 1958, 1960 y 1961, hasta que se incorporó a las míticas Estrellas Blancas de Juniors, integrando un plantel que hizo historia en el ámbito local y nacional. Ya retirado de la actividad, vivió largo tiempo en Cura Brochero y ahora volvió a radicarse en la capital cordobesa, donde nació el 1º de agosto de 1937. “Ando con los problemas típicos de los viejos y ya no puedo estar en medio de la montaña. Ahora sólo voy para Traslasierra algún fin de semana”, cuenta este exintegrante de la selección argentina en el Sudamericano de Brasil, en 1961.
Pero aquella noche ante los soviéticos quedó como un mojón de su exitosa carrera. “Un espectáculo atrayente, con mucho público y para destacar: dos o tres pases de Olariaga cubrieron con creces el precio de la localidad”, publicó La Voz del Interior en su comentario del día siguiente. El desaparecido vespertino Los Principios también lo destacó: “Con gran despliegue de energías se cumplió este partido, donde sobresalió la gran labor de Olariaga”.
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–De verdad, ¿cómo jugaste ante la URSS?
–Hice un partido extraordinario, magnífico, superlativo... (se ríe). La verdad es que nunca me llenaban mis actuaciones. No le daba importancia. Yo sólo iba a pasar un rato lindo, a divertirme... No recuerdo una sola jugada, pero dicen que jugué muy bien.
Ahora, el banderín de aquel partido, que vaya a saber cómo escapó a la censura policial de entonces, se exhibe en el Museo Provincial del Deporte del Estadio Mario Kempes. Allí, en medio de tanta gloria y recuerdos, renace y se hace leyenda la gran noche del “Mono” Olariaga.
La Síntesis de un partido para la historia
Córdoba 45 – Unión Soviética 65
Córdoba (45): Samuel Oliva 13, Gustavo Chazarreta 0, Hugo Oliva 12, Hugo Olariaga 8, Juan Bertero 7, Raúl Iríñez Verón 4, Juan Bocco 1. DT: Jorge Martínez.
Unión Soviética (65): Yuri Selijov 12, Vladimir Salujin 6, Olguerd Iurgienson 10, Amiran Scziereli 8, Nikolai Suchak 2 (FI); Yaak Lipsó 8, Leonid Ivanov 3, Alexander Kulkov 8, Mijail Medvediev 1, Modest Paulauskas 4, Zurab Sakandelidze 0, Pritt Tomson 3. DT: Alexander Gomelski.
Primer tiempo: Córdoba 24 – URSS 30.
Árbitros: Prado (Punilla) y Yuri Ozerov (URSS).
Recaudación: $ 587.000.
Cancha: General Paz Juniors.