Fue un viernes. El último de los Juegos Olímpicos de Londres. "Ver a Sebastián Crismanich", decía el recordatorio anotado en la agenda la noche anterior. El correntino figuraba al comienzo del día, temprano. No había otra actividad. Total, la final de Las Leonas por el oro sería tarde, casi de noche.
Fuimos varios los periodistas que acompañamos las primeras peleas de Crismanich en el enorme edificio Excel, al borde del Támesis. Y fueron varios también los que abandonaron, urgidos por otras coberturas y por la segura medalla del hockey sobre césped.
Hablé con mi editor en Argentina. Había pasado el mediodía y el correntino seguía avanzando. Le dije que tenía la sensación de que había que quedarse ahí. Estaba solo en Londres y era jugado dejar pasar lo de “Lucha” Aymar y compañía, pero había que optar. Me entendió y me deseó suerte. La misma que empecé a desearle a Crismanich en ese momento.
Y así fue. De golpe, y ya a media tarde, se produjo un quiebre. La historia comenzó a sentirse. El aire se volvió más liviano y las victorias siguieron hasta la final. Anochecía en Londres, no nos habíamos movido del pabellón londinense y Argentina tenía, al fin, la chance de conseguir una medalla de oro. La única medalla de oro que traería al país en 2012.
Nos sentamos, los periodistas que habíamos quedado, al frente del lugar de la pelea final. Recuerdo ver a Carola López, la cordobesa que ya había quedado eliminada también en taekwondo, muy nerviosa y emocionada.
Recuerdo una patada de Crismanich que rozó la cabeza del rival español y luego, los gritos y la locura. ¡Pasión de argentinos orgullosos!
Lo demás fue de novela. De esas que relatan destinos increíbles. Crismanich, que se había preparado en Córdoba para este desafío, acababa de ganar la única dorada de la delegación argentina. Era la noticia del año para el deporte nacional. Del día a la noche, transformado en héroe.
Fuimos hasta la zona de reportajes. Por ahí andaba el rey de España, esperando al derrotado rival de “Crisma”. Por ahí andábamos nosotros, esperando por unas palabras que cotizaban para la prensa lo que la medalla para Sebastián. Nunca había experimentado tanta adrenalina por una cobertura, con la sensación de haber pegado un pleno para toda la vida. Como Sebastián.
