PÁLPITO FUTBOLÍSTICO
La reciente imputación a exdirigentes y exjugadores de Atenas de Río Cuarto por presuntas estafas con el sistema de apuestas deportivas que promociona la AFA da la razón a quienes aseguran que, más allá de los males que el juego genera en las sociedades, la timba aplicada a los resultados del fútbol va a generar severos problemas en los torneos, especialmente si clubes completos —incluidos jugadores y dirigentes— se suman a la ola y no pueden reprimir el impulso de apostar.
Los expertos en el tema sostienen que, embarcados en el terreno de las apuestas, puede ocurrir que los jugadores de un plantel empiecen a experimentar el fenómeno paranormal de los pálpitos, como les ocurre a los quinieleros. Ver señales como patentes de autos que se repiten o el ascensor que se detiene en determinado piso sin razón aparente, para un quinielero, son pistas que no pasan desapercibidas: son los dioses del juego que están indicando qué número va a salir en la matutina dentro de un rato.
Una vez que entran en ese terreno, no es de extrañar que los jugadores de un equipo tengan el pálpito colectivo de que van a perder un partido y decidan apostar a ese resultado, como ocurrió con el William C. Beresford FC del ascenso británico, cuyos futbolistas tenían el presentimiento de que iban a caer por seis a cero en su inminente presentación ante Centro Atlético Almirante Nelson, porque les iban a cobrar dos penales, además de tener la desgracia de convertir cuatro goles en contra. El partido terminó tal como lo habían pronosticado y, créase o no, con esas alternativas sobre su arco, por lo que ganaron un millón y medio de libras esterlinas.
Desde los calabozos de la Torre de Londres, adonde fueron enviados apenas se conoció su increíble golpe de suerte, los jugadores se defendieron diciendo que habían soñado colectivamente con ese resultado y que su único error fue apostar que así iba a ocurrir “porque eran humanos”. Pero los jueces no les creyeron y consideraron que fueron para atrás como cangrejos. De todos modos, y pese a que los hinchas solicitaron la reinstauración de la pena capital y se abrió una inscripción para verdugos ad honorem —que en media hora sumó 750 voluntarios—, el tribunal evitó volver a prácticas ancestrales que tantas cabezas costaron.
La realidad indica que estos casos seguirán apareciendo, y resulta difícil prevenirlos en la medida en que se invoque que los pilares sobre los que se sostiene el fútbol argentino ya no son los socios ni los hinchas, sino las casas de timba internacionales.
CORTOS O LARGOS
En medio de la crisis y la recesión económica que golpea a la Argentina, y parado en uno de los márgenes de la grieta que divide al fútbol argentino entre los partidarios de los torneos largos (TL) y los de los torneos cortos (TC), el presidente de la AFA, Claudio Tapia, insistió con un argumento socioeconómico a favor de los torneos de 30 equipos, que deja recalculando a quienes militan un formato más acotado de 20 clubes en Primera División. Concretamente, reiteró que “10 equipos más significan 300 jugadores más y 10 cuerpos técnicos más”, números que posicionan a la Liga Profesional a la altura de una fábrica de autos o de caramelos a nivel laboral, y que fueron muy bien recibidos en Europa por la FIFA y por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
“La Liga Profesional es una fábrica, pero de pasión, emoción, felicidad y celebración, y los jugadores son sus obreros calificados”, se entusiasma un dirigente que luce una remera con la sigla “TL” y que entiende que Tapia tiró la pelota en el campo de los partidarios de los torneos cortos: “Van a quedar como promotores del cierre de fuentes de trabajo en un país donde la preocupación por el desempleo ya está sorprendentemente por encima de otras preocupaciones como la inseguridad, la corrupción, la inflación y el fantasma del descenso”, aseguró.
“Los partidarios de los torneos cortos dicen que en Europa los torneos de las principales ligas tienen 20 equipos, pero no tienen en cuenta que en sus países no enfrentan los problemas laborales que se dan en el Tercer Mundo”, agregó la fuente.
Pero la AFA también tiene otro argumento de peso para sostener una Liga de 30 o más equipos: considerarla una verdadera incubadora de jugadores. Esos 300 futbolistas profesionales fogueados que la Liga argentina tiene por encima de las ligas cortas después son pretendidos desde esos destinos, aclarando que no se trata de una “fuga de botines”, sino de una salida laboral hacia otros horizontes.
El argumento afista de entender a los torneos de 30 equipos como bolsas de trabajo no deja de ser novedoso, sobre todo si se suma también mayor empleo para los árbitros, ya que hay más partidos para dirigir. En los torneos largos no labura el que no quiere trabajar.