“Ahora empezará la cuenta regresiva para todas las selecciones. Estamos bien, al igual que las otras, ni más ni menos favorita. Confiamos en nuestras posibilidades, pero el fútbol actual está difícil y no hay que creerse que está todo hecho ni que somos imbatibles y mucho menos en un mundial, donde un mal partido te puede dejar afuera”.
Lionel Scaloni continuó ayer, luego del aplastante y esperable triunfo sobre un rival más débil (que siempre hay que confirmar para evitar sinsabores), su campaña para bajarle la espuma al entusiasmo que genera esta selección argentina que dirigen él y su cuerpo técnico. Ya después del 3-0 a Italia en la Finalissima y tras consagrarse campeón en Wembley, el seleccionador había alertado: “En el fútbol, cuando se cree que uno tiene todo, te bajan de un plumazo”.
Argentina sumó sensaciones más que positivas en esta ventana Fifa, antes que la mayoría de sus jugadores ingrese en el merecido, necesario y clave período de descanso previo a afrontar el inicio de una temporada que en noviembre tiene como cita estelar el Mundial de Qatar. Más allá de las victorias contundentes con argumentos sólidos -una en una prueba clase A contra los italianos y otro en el amistoso frente a los estonios-, el plantel cerró una etapa en la cual al margen de esos resultados favorables que siempre vienen bien y el fútbol que mostró, logró sumar muchas horas de trabajo que concluyeron ayer a 170 días del debut mundialista frente a Arabia Saudita.
Scaloni y sus colaboradores saben que, salvo sorpresas desagradables, ya tienen definida alrededor del 95% de la lista de jugadores que irán a Qatar y que esos futbolistas están compenetrados, convencidos y comprometidos con la propuesta. El aura en torno al equipo destila positividad y a diario agrega capítulos venturosos. Todo bajo la batuta de un Lionel Messi que asoma en su esplendor, una versión inmejorable para este momento albiceleste, un capitán feliz que cada vez es más capitán, más determinante y más líder de un equipo que lo contiene. Y así es difícil disimular tanta ilusión, aunque Scaloni tenga razón.
