Son tiempos de mundiales. Del flamante de Clubes que empezó el sábado inventado por la Fifa para seguir con la expansión económica y deportiva del fútbol, y también del Mundial de selecciones.
Eso porque esta experiencia en Estados Unidos servirá como prueba para la competencia que empezará en menos de un año, el 11 de junio de 2026, en el norte de América con organización compartida con México y Canadá.
Esos períodos mundialistas también los recorre la selección argentina, que ya está clasificada hace rato a la Copa del Mundo del año que viene y que en esta ventana de eliminatoria, cuya segunda fecha se disputó el martes pasado, se aseguró finalizar en el primer puesto. Un ciclo virtuoso para nuestro seleccionado, al cual si se le quiere poner fecha de inicio hay que remontarse a 2018.
El 16 de junio de entonces, hace este lunes siete años exactos, comenzaba el principio del fin de una era que a esa altura se intuía iba a terminar mal por cómo se había desarrollado, y empezaba a abrirse la puerta para otra etapa.
Esa tarde Argentina debutaba en el Mundial de Rusia con un 1-1 ante la cenicienta Islandia en el Otkrytie Arena, el estadio del Spartak de Moscú. El seleccionado dirigido por Jorge Sampaoli se había puesto en ventaja con un gol de Sergio Agüero, pero luego Alfred Finnbogason empató y a Lionel Messi le atajaron un penal.
El primer paso en el Grupo D que integraba con Croacia y Nigeria había sido decepcionante, acorde a un ciclo conducido por un entrenador con dudoso prestigio para dirigir a una selección de elite que vivió situaciones indignas bajo su tutela. Había que verles las caras a los jugadores cuando salían del vestuario, en especial al capitán Messi, para darse cuenta lo mal que había iniciado el Mundial.
Ni hablar cuando, cinco días después, en Nizhni Nóvgorod, la Albiceleste fue goleada 3-0 por Croacia y sus ambiciones de clasificación quedaron atadas a un hilo. La concentración en la bonita Bronnitsy se transformó en una caldera en las horas previas al tercer y decisivo partido de la fase de grupos, frente a Nigeria en San Petersburgo.
El gol de Marcos Rojo en el final sólo cumplió con extender la agonía que tuvo el peor fin el 30 de junio en el Kazán Arena, donde Francia puso la lápida de la eliminación con un 4-3 que podría haber sido peor de acuerdo a las raras decisiones de Sampaoli antes y durante ese cruce de octavos que marcó el fin de un ciclo para el olvido.
El fútbol, que siempre da revanchas, permitió que Argentina se desquitara y cuatro años y medio después, en Qatar 2022, les ganara la final a los franceses y alcanzara la tercera.
Más allá de los detalles de cómo Scaloni llegó y se consolidó en el cargo (el mismo DT en su momento contó cómo lo convenció Tapia ante la falta de alternativas y además consideró lógicas las críticas recibidas por su inexperiencia, entre ellas la de Diego Maradona), lo realizado desde 2018 por el seleccionador y su cuerpo técnico es inmejorable, con una evolución y un perfeccionamiento constante, que han vuelto a poner a la selección a un sitial de excelencia.
Lo conseguido toma más dimensión cuando se ve que campeones del mundo como Italia acaba de cambiar, otra vez, de entrenador (ayer confirmó a Gennaro Gattuso) o Brasil tuvo que apelar a un extranjero, el italiano Carlo Ancelotti, para que lo saque de una crisis que había puesto en riesgo su clasificación al Mundial, algo que logró el martes pasado.
En ese marco favorable y a menos de un año del Mundial, gran parte de las miradas en Argentina estarán puestas en Messi, en su preparación y su presencia. Nadie duda que su aporte, desde el lugar que le toque y que está claro él ya acepta y dispone sin problemas, será positivo.
La única incógnita, a esta altura, es en cuánto lo puede beneficiar llegar a la recta final pre-Mundial participando en una liga (y en un equipo como el actual de Inter Miami) tan limitada como la estadounidense. Mientras tanto, sigue dando muestras, vestido de albiceleste o de rosa, que su calidad sigue intacta.