Desordenado por donde se lo mire, con un sistema que no hace pie por ningún lado y con la gente muy enojada, Belgrano se fue goleado por Independiente Rivadavia en Alberdi tras perder 3-0 y jugar mal, hasta muy mal por largos pasajes.
Walter Erviti apostó a su idea de salir jugando y se olvidó de acomodar todo lo mal que había pensado, planteado y ejecutado en Avellaneda, cuando en la fecha pasada cayó 4-0. Equivocado desde el vestuario, el Celeste ingresó al partido sin hacer pie y, en eso de que nadie sabe cuál es el verdadero rol por cumplir, fue sucumbiendo ante un rival que con sus armas, pocas, lo goleó y le tuvo piedad en el segundo tiempo.
La banda izquierda de la defensa fue un dolor de cabeza, Velázquez nunca hizo pie y Meriano perdió cada vez que lo encararon. Por el otro lado, Leguizamón no logró cubrir jamás el sector y Heredia perdió en cada intento de cortar. Y en el medio, lo de Menossi y Metilli fue error tras error. Nada de nada para sumar, mucho para corregir, pero con la sensación de que no tiene quien lo haga.
En ataque, Zelarayán es el abanderado de jugar, pero no encuentra un socio que lo ayude a que el útil sea tratado con cariño, con respeto y buen destino. Y la dupla de tanques no dio resultado, porque el espacio que antes tenía Jara para jugar, entrar y salir del área, ya no es tal. Porque es ahora Passerini quien lo ocupa, y la superposición de fuerzas hace un efecto negativo en la ofensiva.
El Gigante, un hervidero
Independiente apostó a jugar con Sequeira, aprovechar que el equipo local no tenía volante de corte y que sus bandas son endebles en la marca. Así, sin mucho de lujo, pero sí de precisión, ganó los espacios, encontró los caminos y abrió rápido el marcador. Con el 1-0, la visita se adueñó de todo, los nervios se apoderaron de la gente y tras muchos años los insultos en el estadio fueron para Erviti y para Luis Artime y Ariel Rojas, responsables de la llegada del DT.
El 2-0, a los 16, fue un mazazo en la frente. La “B” jugaba a nada, no hacía pie en cancha y de a poco se diluía en error sobre error. No encontraba la pelota y era la Lepra la que ganaba en todos los sectores, la que se lucía y la que contaba con las chances de hacer algún gol más. Y fue sobre el cierre la corrida de Villa y la definición para el 3 a 0. El silbatazo del juez llegó, los insultos se multiplicaron y el partido ya estaba terminado.
Quedó todo un tiempo para nada. Para que las ganas fueran ganas y no ideas de juego, para que el visitante se sintiera ganador y dejara que la pelota la manejara el local, pues se sintió tan firme en el resultado y en la cancha que no tenía inconvenientes en dejar espacios para que los de celeste corrieran y buscaran adueñarse de la pelota.
La gente se enmudeció y se sentó cada uno en su lugar para esperar una reacción que no vendría, salvo algunos intentos de lanzar un centro o rematar sin convicción.
El tiempo se comió las fuerzas del público que no se molestó ni en insultar al DT o a los jugadores, y esperó con paciencia que la visita no hiciera otro o que alguna pelota suelta quedara para descontar.
Llegó el cierre del partido, volvieron los gritos en contra del entrenador y al mismo tiempo los insultos para Luis Artime y su gente de la comisión directiva.
Belgrano perdió desde el vestuario y para corregir necesita mucho más que las ganas de algunos.