El país se detendrá el domingo a las 16.30. No habrá mate ni asado que tape el murmullo de la Bombonera. Boca y River volverán a enfrentarse, una vez más, en el superclásico que paraliza a la Argentina. Pero esta vez, el duelo llega cargado de historia y de urgencias. Porque además del orgullo, hay mucho en juego para los dos gigantes del fútbol argentino.
Boca, que atraviesa un cierre de torneo con envión anímico y futbolístico, se juega nada menos que su regreso a la Copa Libertadores después de dos años de ausencia en la fase de grupos. Si el Xeneize gana, alcanzará los 59 puntos en la tabla anual y se asegurará el segundo puesto, por detrás del sólido Rosario Central, que ya tiene su boleto asegurado.
Sería un regreso esperado: la última vez que Boca jugó directamente la fase de grupos fue en 2023, cuando llegó hasta la final y perdió el título ante Fluminense en tiempo suplementario. Desde entonces, el club de la Ribera vive con esa espina clavada.
Boca llega en alza
El equipo de Claudio Úbeda, quien asumió el mando tras el fallecimiento de Miguel Ángel Russo, llega en alza. El triunfo agónico ante Estudiantes en La Plata reforzó su ánimo y consolidó su posición de privilegio de cara a los playoffs. Boca lidera su zona “A” y es, además, el conjunto más goleador del campeonato, con 24 tantos.
Para este partido clave, el Xeneize recuperará a Leandro Paredes, su máximo referente, tras cumplir una fecha de suspensión. Su presencia le devolverá equilibrio y jerarquía a un mediocampo que fue clave en los últimos encuentros.
River viene en crisis
En la otra vereda, River llega golpeado y con la brújula perdida. El equipo de Marcelo Gallardo atraviesa una de las crisis más profundas de su ciclo.
Ocho derrotas en los últimos diez partidos, eliminación en semifinales de la Copa Libertadores a manos de Palmeiras y una imagen futbolística desdibujada que encendió todas las alarmas.
En Núñez, los murmullos crecieron. No se trata solo de una mala racha: muchos se preguntan si este fin de año marcará el cierre de una era. El propio Gallardo, cuentan en el club, hará un balance cuando termine la temporada para definir si sigue al frente del plantel en 2026.
El presente en la tabla anual también genera preocupación. River suma 52 puntos y ocupa el tercer puesto, el último que da acceso al repechaje de la Libertadores. Pero Argentinos Juniors y Deportivo Riestra, ambos con 51 unidades, podrían superarlo si ganan sus partidos de esta penúltima fecha. Si eso ocurre, el Millonario caería a zona de Copa Sudamericana y llegaría al superclásico con una presión inédita: la de ganar para no alejarse del torneo continental más importante.
Así, el clásico del domingo será mucho más que un partido. Boca puede sellar su regreso a la elite continental, mientras que River se juega la chance de seguir soñando con estar entre los grandes de América. Las diferencias futbolísticas y anímicas parecen claras, pero en un superclásico, eso nunca garantiza nada.
El anterior fue para River
El último enfrentamiento entre ambos fue en el Monumental, durante el Torneo Apertura, y terminó con victoria 2-1 para River.
Franco Mastantuono abrió el marcador con un tiro libre que aún se recuerda en Núñez, Miguel Merentiel empató para Boca y Sebastián Driussi selló el triunfo millonario. Desde entonces, pasaron apenas unos meses, pero todo cambió: River perdió consistencia y Boca encontró un rumbo que lo ilusiona.
Este domingo, la Bombonera será una caldera. Las tribunas temblarán con el canto, las cámaras apuntarán a cada gesto y el país entero volverá a dividirse en dos colores. De un lado, Boca y su sueño de volver a la Libertadores. Del otro, River y su urgencia de no quedarse sin nada. En el medio, la historia, el orgullo y el corazón de millones.
Porque no importa cuántos se hayan jugado antes: cada superclásico es una nueva batalla. Y este, con tanto en juego, promete ser uno de esos que quedan marcados para siempre. El domingo no se juega un partido: se juega el alma del fútbol argentino.























