Pablo Guiñazú tuvo ayer un desafío tan importante y decisivo como cuando decidió volver a Talleres como jugador para afrontar la cruzada de devolverlo a la Primera División. Tenía, ahora como DT interino y con la silla vacía caliente que había dejado pocas horas antes “el Cacique” Medina, el reto de tomar riesgos, meter mano en el equipo, cambiar lo que fuera necesario y lo hizo.
Metíó ocho variantes, entre ellas la de un “intocable” como el capitán Guido Herrera, para que algo cambie. Y dio la talla. No tuvo miedo en tomar decisiones que no podían esperar más, corregir, parchar y le salió bien.
Vivió el partido como un jugador más, pero sin perder la compostura que debe guardar un entrenador, por interino que fuere. Con buzo de DT, manos cruzadas en la espalda, en los primeros minutos del juego se lo vio charlando con su ayudante Mariano Levisman, aplaudió cada jugada bien hilvanada del equipo y, principalmente, al juvenil Santiago Fernández, quien tenía que cargar el peso de “bancar” el equipo desde atrás.
Cuando Schott hizo el gol a los 15m con un frentazo de pique al suelo, todos los jugadores vinieron a saludar a los suplentes, con Guido a la cabeza, y se acercó a festejar con los jugadores. Pero, un par de minutos antes del gol, la gente ya lo había ovacionado al grito de “¡Cho-lo, Cho-lo!”
Se lamentó cuando a los 40m Depietri no pudo marcar de cabeza, hizo señas que su equipo había marrado tres goles como para cerrar el juego y durante los 15 minutos finales que perdió el control del juego, gritó para corregir y acomodar.
Se volvió loco con la falta a Fernández que, mediante el VAR, el árbitro terminó dando como penal, festejó la decisión del juez y volvió a celebrar como un jugador más cuando Ortegoza recogió el rebote del remate que Insfrán le tapó a Bustos para el 2-0.
Y, finalmente, transmitió tranquilidad desde el “corralito” que lo constreñía y que por la personalidad y temperamento que tuvo como jugador, y aún contagia, estuvo a punto de cruzar para hablar con “Bebelo” y el resto. Más allá de cuántos de los cambios que hizo fue para preservar jugadores para el partido del martes contra Libertad, en Paraguay, por la Libertadores, tomó decisiones, afrontó este nuevo desafío que le ofrece el fútbol, lo tomó y lo superó.
Era lo que se esperaba de él, pero debía demostrarlo. Y la gente terminó agradeciéndole con una ovación, reconociendo su compromiso con el club en un momento difícil en el que no cualquiera se anima.