Como aquella vez cuando barrio Jardín se pintó de azul y blanco, Córdoba, a través de Talleres, y a más de 45 años, vuelve a tener la oportunidad de conseguir el primer título nacional de su historia.
El club, en ese entonces, era presidido por Amadeo Nuccetelli, un dirigente que, a su manera, siempre buscó lo mejor, pugnó con constancia para reforzarlo cada vez más, con el único objetivo de lograr lo que pocos años atrás parecía una quimera.
“El Pelado”, ambicioso e inteligente, llegó a tener a varios integrantes de la selección argentina en el plantel, en una época en la que hablar de Talleres era expresar el placer por ver un equipo atractivo y generoso hasta para los críticos más punzantes.
Su gestión, sin embargo, y a pesar de haber liderado con ideas y actitudes el fútbol del interior del país, no tuvo el colofón que se esperaba. Aquel 25 de enero de 1978 limitó su ascenso hacia la presidencia de la AFA y adormeció el frenesí por una vuelta olímpica finalmente frustrada.
Desde hace 10 años, Andrés Fassi, a su manera y en otro contexto, ha repetido la esencia de la gestión de Nuccetelli. Institucionalmente levantó un cuerpo inerte y, a base de una ambición descomunal y de una acción en el mismo tono, fue acomodando las piezas para que volviera a hablarse de Talleres como hace casi medio siglo.
Hoy, en desventaja por tener menos diferencia de gol a favor, luchará por el título con Vélez Sársfield, el mejor posicionado, y Huracán, que corre desde atrás y que espera por lo menos ganar para que aumenten sus chances de producir un milagro.
Sea cual fuere el final del torneo, ya como campeón o triste por el intento frustrado, es válido resaltar esa avasallante evolución de una institución que dejó el agobio de tantas crisis para levantar la voz, decir lo suyo e intentar patear el tablero en la búsqueda de un destino mejor, no sólo para sí mismo, sino para el fútbol argentino en general.
Esta tarde, en el estadio Mario Kempes, mirará feo y amenazante el arco de su adversario y orejeará lo que pase a 700 kilómetros, en Liniers, en donde jugará un equipo que, de la iluminada realidad que parecía facilitarle dos títulos en una semana, podría pasar a una doble frustración difícil de asumir.
Talleres llega ilusionado, sabiendo que puede conseguir el primer título de gran valor para la provincia. Su arremetida en este último tramo del certamen no condice con aquellas definiciones en las que estando en una mejor posición, dejó escapar, por ejemplo, dos Copas Argentina.
Con Alexander Medina como entrenador, su calidad de juego no tuvo una radical mejoría, pero los jugadores sí mostraron un compromiso absoluto con la camiseta a través de una actitud que tapó algunos déficits e hizo florecer ese deseo de ir por más, tan propio de los candidatos a campeones.
La moneda, entonces, ya está en el aire. Hay tres manos que la disputan. Más allá de quién la tome y la muestre triunfante, Talleres ha vuelto a demostrar que sigue en la pelea y que está dispuesto a no dar tregua en el futuro hasta ganarla.