Belgrano festeja. Estudiantes de Río Cuarto celebra. Talleres lo hizo en su momento. Las Celestes capitalinas acaban de ganar por primera vez el campeonato de Primera División de la AFA y hoy definen el Trofeo de Campeonas con Newell’s Old Boys de Rosario, en San Francisco.
El silencio de sus pasos y la constancia de su trabajo en el territorio yermo que mostraba el fútbol femenino en Córdoba hace 20 años lo habilitan, con justicia, para el brindis más efusivo.
Eso sucedió porque, en aquella época, las recientes campeonas marcaron el camino. Lo hicieron poniendo las piezas en su lugar y edificando sobre bases sólidas. Fueron las primeras en recibir los beneficios de una infraestructura que, en el comienzo de la aventura, fue notoriamente superior al resto.
El predio de Villa Esquiú fue la contención más adecuada para la concreción de sus sueños. Ganó muchas veces en Córdoba antes de su incursión nacional. Ascendió sin escalas hasta llegar al último piso. Su gran desafío fue abrir la última puerta antes de llegar al cielo.
Sin nombres propios —porque las letras no alcanzarían—, el mérito alcanza tanto al presidente como al último utilero y, en el centro de la foto, a todos sus hinchas. Belgrano, a nivel femenino y por circunstancias que en muchos casos no pueden compararse y en otros sí, logró lo que el espacio masculino todavía no ha podido conseguir.

Otra gran alegría para la Córdoba futbolera llegó desde el sur. Nada mejor para Estudiantes que saber sufrir y compartir la imagen y el sentimiento de frustración e impotencia para darle más valor a su conquista. Desde las tinieblas de un Torneo Regional Amateur y de un doble acceso trunco a Primera División ante Sarmiento y Platense surgió la resiliencia imprescindible para lograr lo que en ese entonces parecía imposible.
Tras aquellos padecimientos, poco tiempo hubo para lamentarse. Su ingreso a la Primera Nacional fue en 2019; sus dos caídas en el umbral del escenario mayor ocurrieron en 2021. Su tesón no tuvo límites. El León siguió su línea de pensamiento y acción fecunda que lo llevó a otra definición, en la que, ya con la experiencia acumulada, tuvo que ajustar la mira para no fallar. Y no falló.

Meses antes, Talleres había festejado en una definición por penales ante River Plate, en Asunción. La Supercopa Internacional fue su segundo éxito fuera del país. Inicio de temporada promisorio que luego se opacaría con flojas performances, pero que en nada inhabilita una aprobación al crecimiento sostenible de un club que no se detiene.
En 2026 saldrán a la cancha cuatro equipos cordobeses, una cantidad que se acerca a aquel límite expandido en el Nacional de 1984, cuando también estuvieron Racing y Unión San Vicente. Sin quererlo, aquel hito parece ser un objetivo a alcanzar, aunque de muy difícil concreción.
Mirando su imagen en el comienzo de este siglo, el fútbol cordobés ha mejorado en todos sus aspectos. La competencia por ser el mejor de esta provincia habilitó una competencia interna que puede desembocar en nuevas conquistas. Al respecto, solo hay un deseo: que continúe.






















