Belgrano logró un triunfo trascendente el viernes en La Plata. Su rival era Estudiantes, que tiene uno de los planteles que más se reforzó en el último mercado de pases y un entrenador cada vez más sólido como Eduardo Domínguez.
Para la “B”, era una de las últimas chances de mantener la ilusión de clasificarse entre los ocho mejores de la Zona A. Era un rival muy difícil y el equipo dirigido por Ricardo Zielinski se puso firme, la peleó y rescató una victoria indispensable.
El triunfo de Talleres sobre Gimnasia el sábado era tan o más imprescindible que el que logró su clásico rival. La “T” arrastraba una racha adversa inédita, se había quedado sin DT, debía volver al triunfo para meterse en el privilegiado lote de los que se están clasificando en la Zona B. De la mano de Pablo Guiñazú mostró otra imagen y festejó.
Celestes y albiazules, que en la fecha pasaba venían de empatar en Alberdi el superclásico cordobés, tienen el denominador común que significa vivir un presente muy distinto al que imaginaron cuando planificaron esta temporada.
Que los dos, Belgrano antes Talleres después, hayan debido cambiar de entrenador tan rápido es el síntoma principal de que sus campañas convencen poco y nada a sus dirigencias, a sus hinchas, a sus mundos. Los dos transitan este presente en busca de enderezar sus rumbos y ser más competitivos en los diferentes frentes que tienen.
La próxima fecha los dos equipos más populares de la provincia se cruzarán con los dos más populares del país. Los piratas recibirán a Boca y los matadores visitarán a River. Y algo los emparenta a los cuatro, porque xeneizes y millonarios (que invirtieron fortunas en refuerzos) tienen dilemas similares a celestes y albiazules: también están en la búsqueda de ser equipos más confiables.