“En la vida, igual que en el fútbol, se gana y se pierde, y hay que saber perder. Hay mucha gente que sólo sabe ganar, pero hay que saber perder y respetar al rival”.
Luis Enrique, de él son estas palabras con las cuales elogió a los futbolistas y el staff del Inter por su actitud luego de que su París Saint-Germain los vapuleara en la final de la Champions, fue en los últimos días uno de los grandes protagonistas de este fútbol fascinante, que nunca se cansa de regalar sensaciones. A la afirmación del DT español, quien con su desafiante historia de vida conmovió al mundo desde Múnich por su conducción, por su felicidad y por sus declaraciones, sólo habría que agregarle que además hay que saber ganar y quedó claro que él también aprobó con 10 esa materia.
El fútbol, por su dinámica, por su imprevisibilidad, por su pasión, por sus sorpresas, es único. Y desde el jueves ofreció una montaña de emociones a todo nivel: internacional, nacional y cordobés. Una por día, para ratificar lo movilizante que es.
El jueves, Rosario Central anunciaba en un emotivo video que Ángel Di María volvía al fútbol argentino para jugar en su primer amor. Vigente, todavía con hambre y feliz, a los 37 años el campeón del mundo y unos de los mejores futbolistas albicelestes de toda la historia se sumará al Canalla para cumplir el sueño que tantas veces había hecho público de regresar a su primer club. Lo hace después de haber ganado todo con la selección y con una impresionante carrera en los más destacados clubes europeos sobre sus espaldas.
El viernes, la sorpresa llegó desde la AFA con la confirmación de que Mariano Troilo, joven marcador central de Belgrano, era citado por el cuerpo técnico de Lionel Scaloni a la selección argentina y su llamado hacía historia para el club de Alberdi y para el fútbol cordobés. El defensor, quien el 22 de este mes cumplirá 22 años, ya se codea en la concentración de Ezeiza con los campeones del mundo y tendrá una gran oportunidad de mostrarse, un premio a su perseverancia que se celebra mucho en Alberdi y sus canteras.
El sábado, el PSG escribió una página histórica en Europa al ganar su primera Liga de Campeones con el inédito 5-0 al Inter. Sin tantos galácticos como otrora, pero con un verdadero equipo formado por el entrenador Luis Enrique (había ganado la Champions con el Barcelona hace 10 años logrado el segundo triplete en la historia del club catalán), el poderoso Paris SG de capitales cataríes cumplió la meta que antes se le había negado con Neymar, Messi, Mbappé y tantos otros nombres rutilantes.
Y el domingo fue el turno de Platense, que se coronó justo campeón del Torneo Apertura de la Liga Profesional en la cual camino al título superó en forma sucesiva a cuatro “grandes”: eliminó a Racing, River y San Lorenzo para en la final, con un gol hecho en Córdoba (magistral definición de Guido Mainero, ex-Instituto), vencer 1-0 a Huracán y así lograr su primer título en la máxima categoría.
El Calamar ganó la competencia que, le guste a quien le guste, es la que organiza la AFA, y lo hizo por sobre los otros 29 equipos. Una coronación épica, que esperó más de un siglo pero que llegó con una receta rendidora: orden, convicción y mucho sacrificio. Para festejar con euforia, a medida.
Una muestra más de que en el mundo del fútbol, como en la vida, todo es posible.