Parece que esta nueva época ya no obliga a los clubes a raspar la olla para que puedan armar sus planteles. Y, de acuerdo a lo observado, los habilita aún más para que, en algunos casos, puedan seguir gastando lo que no tienen mientras nadie penaliza sus reiterados incumplimientos. El dólar barato es el causante de esta inesperada corriente “europea”, usufructuada en particular por Boca Juniors y por River Plate (estimulados por su participación en el Mundial de Clubes), que traen o intentan traer campeones del mundo sin espacio en las grandes ligas o españoles que, cerca de su retiro, quieren experimentar en carne propia esas sensaciones únicas que para muchos sólo se viven en los estadios argentinos.
Por extensión, lo mismo les cabe a los demás clubes, que en el mismo mes del año pasado debieron hacer piruetas con un dólar a $ 1.500 y una economía que corría peligro de dispararse para cualquier lado. La consecuencia de esa incertidumbre se tradujo en un mercado de pases sumamente austero, con planteles armados con base propia y con los tradicionales saldos y retazos que ofrecen el final de una temporada y el comienzo de la próxima.
Esta vez no es así: Boca Juniors, salvo al sur, ha mirado al resto de los puntos cardinales para apuntarles a sus refuerzos. Y después de festejar como un campeonato hace un año la llegada de Edinson Cavani, hoy se da el lujo de contratar a Alan Velasco, a Ander Herrera, a Rodrigo Battaglia, a Ayrton Costa, a Willians Alarcón y a Carlos Palacios, mientras acelera gestiones para incorporar a Agustín Marchesín y también (aunque en esta ventana de la temporada es poco probable) a un campeón del mundo totalmente identificado con su camiseta, tal como siempre él lo dice: Leandro Paredes.
River Plate camina sintonizando la misma frecuencia que los xeneizes. Ya tiene a Lucas Martínez Quarta, a Enzo Pérez, a Gonzalo Montiel, a Gonzalo Tapia, a Giuliano Galoppo, a Sebastián Driussi y a Matías Rojas, quedando en blanco todavía el espacio para un delantero de punta, que seguramente tendrá el mismo nivel que el de los recién llegados a Núñez. Saca billetes verdes ahora más accesibles, lo mismo que Estudiantes de La Plata, que pagó la cláusula de rescisión de Cristian Medina en U$S 15 millones a través del empresario Foster Gillett, en una clara señal de participación privada en un club que todavía funciona como sociedad sin fines de lucro.
Mientras tanto, los radares de Talleres, de Belgrano y de Instituto tratan de captar lo disponible del mercado, siempre en función de sus posibilidades. Ya hecho lo de Lucas Zelarayán, y con un debut promisorio del equipo en Uruguay, Belgrano no ha bajado sus persianas para sumar más jugadores. Talleres tiene al brasileño Rick Morais y a Joaquín Mosqueira y busca a un futbolista como para que el equipo no dependa tanto de Rubén Botta, ante sus eventuales ausencias. E Instituto, con la llegada de Matías Godoy, dijo basta y cerró con siete refuerzos su compromiso de mejorar en números y en nivel de juego lo realizado en la temporada anterior.
La semana próxima, la pelota volverá a dialogar formalmente con los futbolistas. Escuchará idiomas diversos y será tratada de una y mil formas. Desde ese momento se sabrá si el peso del dinero, en estos días en los que casi todos los clubes han gastado bastante más que un año atrás, sirve para ver más partidos que puedan ser disfrutados.