Y un día se cansó de amagar. Es que el premio consuelo de arrimarse a la gloria ya era indigerible para el hincha de Talleres. Había que generar la foto de jugadores alzando un trofeo. Y el miércoles 5 de marzo, los fotógrafos pudieron transmitir la placa muy esperada por los hinchas del Matador: la del festejo de un título largamente deseado, que llega como premio a la evidente superación que la “T” experimentó desde que pudo escapar a las garras del “infierno” del Torneo Federal.
Obtener la Supercopa Internacional representa el corolario merecido de un camino ascendente recorrido después de haber “tocado fondo”.
La recuperación de este Talleres ha sido meteórica y hasta milagrosa. El vertiginoso cambio experimentado en apenas una década ha sido simplemente monumental. La avalancha de buenos resultados, que sepultó aquellos días de frustración, parece haber convertido a aquellas jornadas de ascenso en un lejanísimo recuerdo de la prehistoria albiazul.
Pero faltaba ese título que se cristalizó en Asunción y ante un rival de jerarquía que partió como candidato en la previa.
Por eso, cuando Guido Herrera alzó el trofeo, muchos fueron los que sintieron el alivio de estar saldando una vieja deuda de pagarés vencidos.
A la vanguardia
En esa permanente competencia por asumir el protagonismo del fútbol cordobés, Talleres se ha despegado hoy como la vanguardia del fútbol cordobés. Con altibajos, claro, pero avalado por resultados superiores a los de sus colegas de Primera División.
Porque, al margen del flaco presente en el actual Apertura 2025 (Belgrano e Instituto están en situación similar), mantuvo siempre la expectativa de luchar por algo más que mantenerse en la categoría o tratar de tomar un cupo para las copas.
De la mano de la dirigencia que encabeza Andrés Fassi, a veces también cuestionado, se animó a soñar y a comprometerse a cargar y la pesada mochila del éxito.
En agosto de 2021, Talleres comenzó a ratificar que estaba en camino. Ese mes, después de vencer a Argentinos Juniors 2-1 en La Paternal, el equipo que entonces conducía Alexander Medina desempolvó un título que los diarios tenían archivados hace rato: “Talleres puntero”.
Es que desde su regreso al círculo superior, en 2016, la “T” nunca había llegado tan alto y, si a eso se le sumaban los 12 años que penó en el ascenso, la pila de años era importante. ¿Cuántos? Nada menos que 17, precisamente desde el torneo que terminó condenándolo a la B Nacional: el Clausura 2004.
Resurgir albiazul
Dicen que los golpes pueden ser utilizados como “vitaminas”, si uno sabe asimilarlos. Algo de eso debe haber marcado a Talleres, porque el rebote generado después de haberse dado de bruces contra el piso lo posicionó entre los mejores equipos del fútbol nacional.
Fue animador de la Liga Profesional 2020 (cuarto), de la 2021 (tercero), del Campeonato de Primera 2023 (segundo) y de la Liga Profesional 2024 (segundo), además de alcanzar dos veces la final de la Copa Argentina, contra Boca Juniors (2021) y ante Patronato de Paraná (2022).
Claro que en todas ellas les falló el golpe de gracia, hasta que finalmente pudo gritar campeón en Asunción para ratificar el liderazgo futbolístico de la provincia.
Talleres transita hoy sus mejores días. Claro que algún nostálgico puede discrepar y sostener que este equipo no goza del reconocimiento generalizado del ambiente en el mismo grado que exhibió durante los años dorados de la gestión de Amadeo Nuccetelli. Pero qué duda cabe acerca del protagonismo ejercido por el Talleres de nuestros días, familiarizado a grado de habitué con las competencias internacionales o de pelear arriba por un título o una copa.
¿Podrá ser la Supercopa Internacional el tapón que necesitaba sacarse para comenzar a decantar una cadena de éxitos? Sólo el tiempo cuenta con esa respuesta. Mientras tanto, el hincha celebra con un anhelo grande: poblar y rodear de estrellas el escudo de su club.