La gente caminaba con una sonrisa enorme en su rostro por las calles aledañas del Monumental de Núñez como si recién hubiera salido de un teatro porteño. Debatiendo sobre un show que estuvo magnífico. Donde los actores deslumbraron. Era la medianoche del martes 25 de marzo de 2025. Una fecha para recordar.
Las horas posteriores al impactante triunfo de Argentina 4-1 ante Brasil por eliminatorias sudamericanas provocaron todavía más asombro. A punto tal que muchos se preguntaron si eso en verdad había sucedido.
El equipo de Lionel Scaloni fue artífice de una actuación histórica, realmente para los libros. Con datos insólitos, como ser el primer equipo que golea 4-1 a Brasil por eliminatorias. O como el propio Scaloni, al convertirse en el primer DT que le gana a Brasil de local y de visitante.
Pero son finalmente eso, datos que sirven de algún modo para explicar lo que genera esta selección. Pero lo cierto es que hay que vivirlo. Hay que estar ahí.
El impacto de este equipo se puede ver en los miles de niños que estaban en el Monumental con las camisetas de Messi, sí. Pero también del “Dibu” Martínez, de Julián Álvarez, de Rodrigo De Paul, de Cristian Romero.
Todos son ídolos casi a la misma altura que el propio capitán, ausente ante Brasil y casi cediendo su trono para esta nueva generación que ha logrado colocar la palabra equipo por sobre los nombres.
Hay un magnetismo que va más allá de todo con estos jugadores. Que emociona. Eso, “la Scaloneta” es un equipo que emociona.
Ejemplo: el cordobés “Cuti” Romero comete un error en la salida que termina en un gol de Brasil que amenaza con romper una noche perfecta. Pero de inmediato todo el estadio empieza a corear “olé, olé, olé, ‘Cuti’, ‘Cuti’”, en una señal masiva de apoyo al ex-Belgrano. Romero se redime en jugadas posteriores para terminar ovacionado.
El hincha de esta selección es el hincha que cualquier club soñaría tener. Pero obvio que todo esto sucede porque ha ganado. Y mucho. Como decía el gran Marcelo Bielsa: “No necesito que me quieran porque gané, necesito que me quieran para ganar”.
Esta selección tiene los títulos y las copas en la vitrina. Pero su mayor logro es haber reconquistado al hincha argentino, con quien ya lo une un amor intocable.
“No sabemos hasta cuándo va a durar esto. Porque no va a durar para siempre. Pero le digo al hincha que disfrute… Que disfrute porque esto no pasa siempre”, señalaba el propio Scaloni en la conferencia de prensa posterior, intentando mantener los pies en la tierra de todos. Era difícil.
El DT entiende lo que pocos quieren ver: que lo de este equipo es anormal. Rompe con los esquemas. Y marcará a una generación que está creciendo con una Argentina que sale campeón casi siempre, que les gana a las potencias pasándolas por encima, como Francia, Brasil o Italia.

El entrenador y su cuerpo técnico tienen una enorme responsabilidad en esto. Siempre se han corrido del foco, dejando el protagonismo a los jugadores.
Scaloni es un DT “jugadorista”, si se puede llamar de ese modo.
Cree en el jugador y los convence de una idea. Encima, ha sido capaz de generar un recambio que ya es palpable, con los Almada, los Simeone, los “Nico” Paz, los “Benja” Domínguez y los que vendrán.
Esa selección 2.0 tendrá a Julián Álvarez, el pibe de Calchín, como cara central, como figura. El martes, “Juli” tuvo que salir del Monumental escoltado por la seguridad ante los pedidos de selfis y de firmas. El “9” de Argentina descontrolaba todo a su paso, con su humildad y sencillez de siempre. “Saludos a toda la gente de Calchín, deben estar contentos en el pueblo”, dijo al pasar.
Este triunfazo ante Brasil es realmente un quiebre hacia adelante. Porque no estuvo Messi y porque nos empieza a preparar para un futuro que, como todo futuro, es incierto.
Aunque mientras esté Scaloni al frente de estos pibes, se puede seguir soñando con noches épicas y con títulos en torneos importantes.
Por lo pronto, queda disfrutar de un equipo que marca época. Que despierta elogios en todo el mundo. Y que tiene el ADN del fútbol argentino en las venas.
Juega al fútbol, pero tiene actitud, garra y corazón.
Esta selección argentina y el hincha viven un amor que, como todo romance, algún día terminará.
Antes de ese fin, quedan varios capítulos felices por escribir. Y por vivir.
Están avisados.